Hacía tiempo, desde que contrajeran matrimonio Federico y Mary de Dinamarca en 2004 -cuando todavía era la prometida del heredero de la Corona de España- que la Princesa de Asturias no hacía un “paseillo” aristocrático público por las cortes europeas; y entonces, como ahora, el tema de conversación sobre su imagen no se centró precisamente en su elegancia.
Parece que la delgadez, congénita o adquirida, de la Princesa Letizia no gusta más allá de los Pirineos y lo que aquí – un país caracterizado por las curvas- nos ha terminado por parecer normal e incluso lo ponemos como ejemplo de belleza, elegancia, estilo y glamour -por estar habituados a ello, por autocomplacencia o por hipócrita adulación- allí lo juzgan como enfermizo, poco estético y de nulo ejemplo para las nuevas generaciones de jóvenes, ya de por sí, demasiado presionadas por la imagen.
La prensa escandinava no ha concedido ni un voto de confianza a la imagen de la Princesa Letizia, sobretodo porque, al tratarse de un personaje público y supuestamente de un ejemplo a seguir ensalzado y loado en España hasta la saciedad por ciertos sectores, ésta tiene -según apuntan los rotativos- la obligación de ofrecer un aspecto mucho más saludable. Bajo el titular “Los brazos de Letizia hicieron que la gente hablara por las esquinas”, el periódico danés “B.T” revive el asunto de la presunta anorexia de Letizia Ortiz; un tema recurrente en la prensa internacional cada vez que la Princesa de Asturias viaja a Europa.
La periodista Karina Svensgaard se atreve con un titular sobre Letizia que pone el vello de punta. “La princesa, delgada como una cerilla, conmociona en la boda sueca”. Svensgaard ignora por completo los modelos -el rojo y el “nude”- que lució la princesa, su peinado o sus joyas para centrarse en su aparente poco saludable aspecto; y eso no es un detalle a ignorar. Porque pese a los cuidados habituales y pequeñas cirugías estéticas a los que Letizia se somete y a los buenos ojos con los que en España la miramos, no tiene buen aspecto físico.
Los suecos, sensibilizados con un serio problema alimentario que azota a una buena parte de jóvenes de una sociedad de opulencia, entre otros motivos, porque su princesa heredera Victoria -la que ahora ha contraído matrimonio y con la que todo el pueblo se solidarizó tras confesar que lo padecía- lo sufrió hace diez años; también ven en Letizia claros síntomas de lo que también se ha denominado como “el mal de las Princesas”, y aunque en España la presunta -según la prensa extranjera- anorexia de la Princesa de Asturias quedó descartada ya en 2005 por el jefe de prensa de la Casa Real -que no por la propia Casa Real o la Familia del Rey- fuera de nuestro territorio siempre se ponen en evidencia las dudas.
“Seguramente debe estar sufriendo algún trastorno alimentario. Mirad sus delgados brazos. No puede ser saludable”. Son palabras de un periodista finlandés, que se unía a la opinión generalizada sobre el aspecto de Letizia de España.Y no nos gusta. Porque podemos permitir que se critique un “look” u otro de nuestra princesa en sus apariciones públicas; pero cuando lo que se pone de manifiesto es su aspecto enfermizo, todos tenemos un problema de imagen internacional que, de una manera u otra, deberemos, primero, afrontar; y más tarde, solucionar. A estas alturas ya no valen los argumentos de que “nos tienen manía en Europa” o “Letizia es la mejor digan lo que digan”. Letizia Ortiz representa, cada vez con más protagonismo, a la Monarquía española y su imagen internacional tiene un handicap que es necesario eliminar.
Ella misma, la Princesa Letizia, abogaba en una de sus recientes alocuciones públicas a la necesidad de fomentar la verdad de la noticias en los medios de comunicación. En ningún caso permitiremos que alguien juegue con una presunta falta de salud de la Princesa Letizia, pero deberemos asumir y de una manera seria, que su figura – por evidente y exagerada falta de peso- no gusta; y provoca preocupación. La anorexia es un rumor, pero su aspecto es una evidencia.
Gema Castellano