Ciertamente, el presidente se mostraba muy contrariado al ver, la noche de Nochebuena, las imágenes de la tv en las que aparecían familias enteras en paro y gentes desahuciadas que no podían comer turrón de Jijona. Ha declarado, en privado, que él creía que esas imágenes eran de, textualmente, «esos países paganos, herejes y tercermundistas, que están donde Jesucristo perdió las alpargatas».
En fin. Dicen que Soraya Sáenz Santamaría no hace más que llorar. Le ha costado un pastón el coach que la ha convertido en una sibilina y refinada borde soberbia con objetivo de mandar en la sombra a todo el que se le ponga por delante y Cospedal ya ha anunciado que si el presidente hace lo que dice, se volverá a poner la mantilla negra y no se la quitará hasta que a Rajoy le retorne el seso. Pero Rajoy es gallego. Y ya se sabe.
En Moncloa es un sin vivir. Rajoy ha mandado al cuerno a Lagarde, a Mario Draghi y a la mismísima Merkel vía videoconferencia; y ha ordenado a todos nuestros jóvenes emigrados que vuelvan porque los necesitamos aquí para que el país crezca.
Alfonso Alonso, actual ministro de sanidad, ha informado a Cospedal de que, después de analizar detenidamente la lista de esos medicamentos carísimos que han suprimido a los españoles, no hay ninguno que garantice la vuelta de Rajoy a su estado de letargo anterior. Así que el presidente ha despertado y se ha echado las manos a la cabeza al ver a su España en el deplorable estado que está. Ya ha ordenado que le consigan una reunión urgente con Podemos. Ha pedido a los jueces «mano dura» y «que detengan a quien crean conveniente por temas de corrupción».
A Montoro le ha caído una bronca del millón por cobrar a todos menos a los ricos, y a los bancos les ha dicho «que se vayan poniendo las pilas para devolver la pasta del rescate» (sic)
La reacción a este estado de Rajoy, que los médicos solo explican por una reacción química desconocida en su cerebro o por un milagro navideño, no se ha hecho esperar.
A los Pujol ya se les ha visto correr campo a través por los Pirineos dirección Francia, Bárcenas ha llamado a su mujer para decirle que le mande todo lo que se dejó en casa porque a la calle no sale y Blesa y Rato llevan dos días, desde que el presidente está así, encerrados en un club de señoritas que fuman llorando por su suerte con la cabeza metida entre protuberancias de silicona.
Un desastre, según quienes acompañan al presidente en su locura quijotesca, ya que las últimas noticias dicen que le ha robado el cilicio a Fernández Díaz y se ha encerrado en el baño. Esto no tendría mucha importancia, pero debido a los recortes en Moncloa impuestos por Viri, la esposa de Rajoy, solo hay un baño operativo, y el personal está haciendo cola a ver si sale porque se mea las patas abajo.
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Gema Castellano
@GemaCastellano