Ariza ha profundizado al estilo de un documentalista de la antigua escuela. No se ha quedado en la anécdota. Se ha metido, sin permiso y sin avisar, en la intimidad de casi cualquier familia de la esquilmada costa gaditana, para después airear los trapos sucios de una sociedad endogámica asentada en la precariedad y en los instintos más básicos. Una sociedad donde quien no tiene el instinto de supervivencia bien desarrollado, es eliminado.
“Perdóname, señor” es pura ficción, pero esa historia podría estar viviéndola cualquier familia de Barbate, de Zahara de los Atunes, de Caños de Meca… de cualquier pueblecito de la Costa de la Luz donde el Poniente y el Levante imprimen el carácter, el desempleo y la pobreza generan una peligrosa melancolía y el bien y el mal se confunden por pura necesidad. La fotografía de la España de dos velocidades.
Nadie puede negar el drama del narcotráfico que afecta a esa zona del sur de España donde antaño la pesca de la Almadraba ofrecía vida digna -un drama bien documentado, al narco me refiero, en prensa e incluso en documentales- y, evidentemente, es obvio que ese estilo de vida donde las personas viven al límite es un inmejorable argumento para una serie. El experimento podría salir mal, ¡claro!, pero es que Frank Ariza es de Barbate. Conoce el terreno y ha sabido, con sensibilidad y sin tener que recurrir al esperpento, armar una trama que engancha, escrita por Antonio Onetti y protagonizada por Paz Vega, Jesús Castro y Stany Coppet.
“Perdóname, señor” es una de esas historias nuestras producida por profesionales de la ficción, que marcan la singularidad de un estilo perfectamente exportable. Su relato está rítmicamente construído con el tono necesario para mantener una trama única, que podría ser universal. Se nota que la ficción española ha madurado.
Pero el impacto de la miniserie del momento no termina ahí. A pesar de las reticencias de los habitantes de la zona a que su singular idiosincrasia se ponga en evidencia, sólo ha hecho falta un trailer de algunos segundos para que Barbate, sus playas, sus calles y su entorno se conviertan en “trending topic” de Google Maps. Y es que la acción vende.
Persecuciones por mar en motos de agua, bandas de narcos, paisajes idílicos, amor, odio, intriga, pasión… y todo en una atmósfera de tensión apoteósica, donde la belleza y singularidad de los exteriores son tan protagonistas como los propios actores y sus tramas.
Sin lugar a dudas la miniserie ha sido especialmente generosa con los idílicos paisajes de la zona en sus localizaciones. De hecho, no existe en estos momentos documental visual más explícito que sirva de guía a los viajeros más curiosos; y huelga remarcar que este marketing indirecto no solo pondrá a Barbate en las agendas de los turistas más fetichistas, sino que además, lugares concretos como el Faro de Trafalgar, el casco urbano de Barbate, la antigua lonja de pescado, las playas de la Hierbabuena y de Nuestra Señora del Carmen -donde tienen lugar las intrépidas persecuciones-, las Marismas o el Parque Natural de la Breña, se han convertido ya en la ruta turística de la serie para los más fans.
No es un asunto baladí. El turismo inducido por el cine o por las series de éxito es capaz de proporcionar ingentes ingresos por sí mismo. Haría bien la zona en aprovechar el enorme “tirón” de esta serie que, parece, ha entrado en parrilla con el pie derecho. Y es que las cifras cantan: según los datos ofrecidos por Spain Film Commission, el 30% de los turistas visitan un lugar por haberlo visto en cine o en televisión.
El Turismo Cinematográfico mueve 40 millones de euros anuales, y es que “una película actúa como un folleto virtual que crea vínculos emocionales, al integrar los paisajes en historias y personajes que atraen al espectador”.
Gema Castellano
@GemaCastellano
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