Acabar la escuela, estudiar un grado universitario, especializarse a través de un máster o un posgrado y empezar a trabajar. El camino lineal que tradicionalmente ha trazado la educación superior, y que culmina y quizás termina para siempre con la consecución de un trabajo, está cada vez más en entredicho y no acaba de responder a las necesidades y demandas del ecosistema laboral de hoy en día, que requiere profesionales en constante formación.
En un mundo cada vez más digital, interconectado y especializado, ha crecido cada vez más el interés por los cursos cortos, especialmente en línea y con costes más bajos, que permitan dominar nuevas habilidades. Según el Eurostat, el 27 % de la población española utilizó internet para hacer algún curso en línea durante el año 2022, un dato que refleja una tendencia en alza en los últimos años, especialmente espoleada por la crisis de la covid-19.
Las microcredenciales son certificaciones que validan los resultados del aprendizaje obtenidos en experiencias formativas de corta duración, como por ejemplo un curso o una capacitación breve
Con la voluntad de dar respuesta a esta tendencia, en el entorno de la educación superior global hay un tema candente: las microcredenciales. Son certificaciones que validan los resultados del aprendizaje obtenidos en experiencias formativas de corta duración, como por ejemplo un curso o una capacitación breve. Ofrecen una forma flexible y personalizada de ayudar a las personas a adquirir los conocimientos, las capacidades y las competencias que necesitan para el desarrollo personal y profesional de forma rápida y eficiente.
El Consejo de la UE emitió en junio del 2022 una recomendación a sus estados miembros para que adopten un enfoque europeo de las microcredenciales y, en particular, que apliquen una definición común de la UE, normas europeas y principios básicos para el diseño y la expedición de microcredenciales, incluyendo los marcos de calificación y un uso adecuado del sistema europeo de transferencia de créditos (ECTS).
La Unión Europea estima que «las microcredenciales pueden tener un papel en la consecución de los objetivos principales de la UE que tienen que lograrse a partir del 2030, en particular el objetivo de que el 60 % de la población adulta participe en actividades de formación cada año y que la tasa de ocupación sea de al menos el 78 %».
Un desafío en el marco de las microcredenciales es cómo evaluar las habilidades blandas (soft skills en inglés) adquiridas a través de estos cursos. Es por eso que las universidades, instituciones y organizaciones que otorgan este tipo de credenciales tienen que examinar el tipo de conocimientos y competencias «blandas» que requieren los empresarios, y tenerlas en cuenta a la hora de crear y emitir las microcredenciales.
Fuente: UOC