La economía social y forma parte de lo que conocemos como el Tercer Sector y está conformado por asociaciones, fundaciones, oenegés y todas aquellas organizaciones consideradas ‘sin ánimo de lucro’. Ellas son responsables de sacar adelante proyectos humanitarios, de protección a la infancia, de investigación de enfermedades, de educación, cultura, deporte o de cualquier forma de inclusión social.
Las inversiones de todas estas organizaciones no lucrativas, a fecha de 2020, supusieron 17.000 millones de euros; generaron 27.000 millones de euros (2.4 % PIB); y crearon 550.000 puestos de trabajo (3,4% del total de empleo nacional a jornada completa) y en cuanto a los beneficiarios, la buena noticia es que en los últimos 12 años casi se ha triplicado el número de personas y organizaciones receptoras.
Un dato que hay que relacionar también con el hecho de que en 2022 un 39% de las personas mayores de 18 años colaboraron con alguna organización benéfica.
Un Tercer Sector del que también forman parte las compañías, marcas y empresas convertidas en mecenas y patrocinadores a través de sus departamentos de responsabilidad social encontrando en esta figura legal una forma de devolver a la sociedad una parte de aquello que la sociedad les ha entregado previamente para convertirse en lo que ahora son.
Foto Para hablar de todo ello nos hemos entrevistado con uno de los mayores expertos del país en solidaridad y en el tercer sector. Ramón Pérez Lucena. Doctor en Derecho y experto en organizaciones sin ánimo de lucro con 25 años de experiencia asesorando a este tipo de organizaciones y más de 400 fundaciones creadas en sus despachos de Málaga, Madrid, Huesca, Granada y Zaragoza. Es, además, consejero personal de familias, empresas y personajes públicos con fundaciones a su cargo, en los que a su vez ostenta cargos de responsabilidad como asesor de sus patronatos.
Ramón, quizá deberíamos empezar por tu propia definición del Tercer Sector
Tercer Sector es el apellido que se añade a todas las asociaciones, fundaciones y, en general, organizaciones sin ánimo de lucro que desarrollan su actividad en ámbitos sociales, humanitarios, culturales, medio ambientales y de protección animal pero también, y muy importante, de protección de patrimonios y activos culturales.
¿Quién puede crear una fundación y qué hace falta para ello?
Cualquier persona física o jurídica que tenga un proyecto o un patrimonio para realizar actividades de interés general. Mi consejo en estos casos es que, al igual que se busca el mejor traje para cada ocasión, vistan el traje jurídico más apropiado, que no es otro que el de la fundación. Esta figura posibilita ventajas tales como no tener que pagar el impuesto de sociedades por sus actividades, poder recibir inmuebles sin pagar transmisiones o la exención del IBI entre otras pero, sobre todo, por ser la que ofrece mayor seguridad.
Basándome en mi experiencia y con la fortuna de contar en mi despacho con fundaciones constituidas en el siglo XVIII y XIX las más antiguas, la fundación es la forma jurídica necesaria y más recomendable para realizar actividades consideradas de interés general.
¿Cuáles son las ventajas para las empresas o particulares? ¿Qué les impulsa a crear una fundación?
El origen de una fundación suele ser una necesidad o situación para la que no hay una respuesta suficiente, deseable o a tiempo por parte de la Administración. Vemos como algunas fundaciones son las primeras en atender ante situaciones de emergencia, conflictos… estando presentes también en aquellos sectores que no dan votos, como es el caso de enfermedades raras, mediante la financiación de su investigación, situaciones de pobreza o atención a personas en riesgo de exclusión, por citar algún ejemplo.
Existe un gran número de Fundaciones creadas por empresas o grandes grupos empresariales y, en especial, por empresas familiares. De hecho representan una gran mayoría de las que constituimos. Éstas buscan principalmente desarrollar la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de la entidad y cuidar y mejorar la reputación e imagen de la compañía. Pero sobre todo, en estos casos, la fundación se convierte en la organización a la cabeza de sus empresas y familias aportando seguridad y tranquilidad.
También son numerosas las fundaciones en el ámbito del deporte y la cultura. Siendo por contra el sector más social, el dedicado a la beneficencia, con fundaciones destinadas a paliar la pobreza o a la salud por ejemplo, el menos representado, no llegando al 8% de fundaciones en activo en España. En los últimos años son las fundaciones dedicadas al medio ambiente y a la protección de la naturaleza y animales las que más han aumentado en número, lo que se ha visto reflejado en algunas herencias destinadas a las mismas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que en España hacer algo por los demás supone dinero, pero sobre todo tiempo, debido a la kafkiana burocracia del protectorado y el registro de fundaciones de ámbito estatal con un Ministerio de Justicia, el español, que no tiene parangón en el mundo occidental, pudiendo tardar hasta 2 años en el registro de una fundación.
Las fundaciones son entidades ‘sin ánimo de lucro’ ¿quiere eso decir que no ganan dinero?
“Sin ánimo de lucro” es un concepto definido por Hacienda para hacer referencia a todas las entidades que no reparten beneficios entre sus socios. En el caso de las fundaciones, se refiere a que no se reparten beneficios entre sus patronos. Pero una fundación sin mentalidad empresarial, sin recursos, no puede hacer nada. De hecho, si seguimos el criterio de Hacienda, casi la totalidad de las sociedades limitadas españolas son sin ánimo de lucro, pues no reparten beneficios.
Es imprescindible gestionar las fundaciones con mentalidad empresarial. Lo contrario es abocarse al fracaso y a la extinción.
¿Se realizan muchas donaciones en España?
En España el ciudadano medio es muy generoso y es conocido el dato que nos sitúa a la cabeza en el mundo en lo que se refiere a donación de órganos. Sin embargo, respecto a los donativos en relación con el PIB, en Francia son el doble que en España; en Alemania, el triple; en Italia, seis veces más; en el Reino Unido, 11; en Canadá, 15; y en Estados Unidos, casi 30 veces más. La causa de esta desproporción viene dada porque estamos en la cola de las deducciones fiscales en occidente. La recién aprobada reforma en la ley de mecenazgo supone dar un paso adelante pero seguimos estando muy lejos de países de nuestro entorno que llegan a deducciones fiscales del 100% en sus donaciones.
El 1 de enero entró en vigor la reforma de la Ley de Mecenazgo. ¿Nos puedes resumir sus mejoras?
Ahora las personas físicas pueden deducirse en su renta el 80% de los primeros 250 € donados. A partir de esa cantidad se desgravarán el 40%, o el 50% cuando la donación se mantuvo dos años. Para personas jurídicas las deducciones sobre el impuesto de sociedades será del 40%, llegando al 50% cuando la donación se mantiene dos años.
Se incluye la cesión de uso de bienes muebles e inmuebles como donaciones fiscalmente deducibles, ampliando el alcance de lo que se considera donación.
Se reconocen también como donaciones las aportaciones en especie y la prestación gratuita de servicios profesionales.
Se permite a los donantes obtener retornos simbólicos en forma de bienes o servicios, siempre que no superen el 15% del valor de la donación y con un límite de 25.000 €. Los clásicos regalos o recompensas que recibimos de una ONG por el mero hecho de ser socios o donantes.
Se extienden las exenciones fiscales a actividades de desarrollo e innovación, servicios de inserción sociolaboral para personas en riesgo de exclusión, y enseñanza y formación profesional para estudiantes de altas capacidades, siempre que sean desarrolladas por entidades sin ánimo de lucro.
Se simplifica y automatiza la aplicación de exenciones en tributos locales para bienes pertenecientes a entidades sin ánimo de lucro.
¿Existe una estadística por tamaño de las fundaciones, tal y como sucede con las empresas?
Por supuesto. En el caso de las fundaciones hay tres grandes grupos. Las pequeñas fundaciones que suponen un 40% del sector. Las medianas, en torno al 50%. Y las grandes fundaciones, que representan aproximadamente un 10%.
¿Cómo se distribuyen por sectores?
Digamos que esta podría ser la fotografía más real en cuanto a dónde desarrollen sus fines fundacionales:
39% Cultura, deporte y ocio.
22% Educación e investigación.
10% Medio ambiente.
9% Servicios sociales.
7% Desarrollo y vivienda.
5% Salud.
4% Proyectos internacionales.
3% Asociaciones profesionales.
1% Religiosas.
¿Cuáles son los principales retos de las fundaciones actualmente?
Digitalizarse, como mínimo, al mismo nivel que las empresas. Captar talento que las ayude a llegar a sus donantes, mecenas, colaboradores y patrocinadores potenciales. Comunicar más y mejor su razón de ser para conectar con su comunidad. Y, por último, gestionar con una visión más empresarial. Porque la solidaridad también está muy competida. Al final, sin recursos todo se queda en buenas intenciones.
Como jurista y experto en fundaciones, ¿qué es lo que más complica tu día a día en el despacho?
La burocracia. Sin duda alguna. Junto con la discrecionalidad de las distintas Administraciones. A pesar de que existe una Ley de Mecenazgo, a menudo nos encontramos con una interpretación distinta de la misma en función de la Comunidad Autónoma y del funcionario que debe resolver los trámites. Esto genera una gran indefensión para los fundadores, ya sean personas o empresas. Algo que en muchos casos deriva en meses o años de retraso para trámites que apenas deberían conllevar días o semanas. Pero ahí estamos nosotros. Para asegurarnos de que cada una de esas fundaciones acaba viendo la luz y haciendo realidad aquellos fines previstos por sus fundadores.
¿Qué le falta a este Tercer Sector para tener aún más peso en nuestra economía?
Que las empresas se impliquen aún más. Que elijan su causa. Que creen sus fundaciones y que ayuden de alguna manera. No importa el destino de sus acciones. Hay mucho por hacer. Infancia, investigación, educación, pobreza, cultura, deporte. Si cada marca, si cada compañía abandera una causa, el mundo será un lugar mucho mejor. Se generará más empleo y se creará una verdadera economía circular. Parte de los beneficios de esas compañías se revertirá en las personas y el medio ambiente y todo ello creará un círculo virtuoso. Más riqueza y personas más felices.
¿Cómo es el estado de salud del tercer sector?
Es un sector muy joven donde el 66% de las fundaciones registradas tiene una antigüedad inferior a 15 años. Eso significa que las posibilidades de crecimiento son enormes. Otro dato curioso es que existen 27 Fundaciones por cada 100.000 habitantes. Lo cuál es mucho más de lo que suponen algunos servicios públicos de nuestro país para el mismo número de ciudadanos. Todos sabemos que este tipo de organizaciones ya están asumiendo una parte importante de las obligaciones sociales a las que no llegan las administraciones públicas.
¿Alguna mejora o sugerencia que haya quedado en el tintero tras la nueva Ley de Mecenazgo y le habría gustado que se incluyera?
Menos burocracia y mayor agilidad por parte de la Administración. Esto permitiría activar proyectos de interés general como el de un grupo de familias afectadas por una enfermedad rara sin financiación pública que permitiera comenzar un programa privado de investigación médica. O que una empresa pudiera obtener beneficios por asumir un programa deportivo dedicado a niños y jóvenes en riesgo de exclusión social. Que una asociación animalista pudiera ayudar a decenas de animales maltratados y abandonados sin un peregrinaje administrativo previo. O que un grupo ecologista pudiera organizarse legalmente y recibir apoyos económicos para restaurar un territorio. Diría muchos más pero estos son algunos de mis deseos.
Fotos: Jose Escribano