El 95 por ciento de la producción de toda la región francesa de Champaña carece de añada, y cada casa tiene la libertad de seleccionar los años que consideran excepcionales para elaborar un espumoso con esta categoría. En el caso de Moët Chandon, la marca ha venido a producir un Grand Vintage cada dos o tres años desde el lanzamiento de estas botellas en 1842. Y la última en salir al mercado ha sido la de 2006.
Con un 42 por ciento de la variedad blanca chardonnay y un 38 a partes iguales de las tintas meunier y pinot noir, Grand Vintage 2006 ha sido el resultado de una añada marcada por contrastes climáticos (sol y calor en julio con lluvias y bajas temperaturas en agosto) que obligaron a alargar la vendimia y produjeron uvas dulces con notas ácidas. Elegante y amplio, de notas florales y frutales, combina toques especiados, amargos y dulces en una boca sabrosa y suave.
Un champagne que tiene muchas cualidades para envejecer, como reconocía la enóloga Elise Losfelt, al igual que sus “ancestros” de 1999 y 1985, cuya magnitud pudimos comprobar durante la presentación de este hermano pequeño en la residencia del embajador francés en Madrid. El primero se podría decir de una delicadeza, intensidad y cremosidad espléndida. El segundo, rotundo, ha sabido mantener el peso de los años bien llevados.
Fundada en 1743, Moët Chandon dispone de 1.200 hectáreas del viñedo más grande de la región, que representa una cuarta parte de todas las uvas que utiliza. Esto les permite tener acceso a un 75 por ciento de la cosecha de los viticultores de la zona, entre los que aseguran seleccionar las mejores producciones. En una región marcada por un clima inestable, el champagne se elabora con un continuo ensamblaje de variedades (chardonnay, pinot noir y meunier), de zonas (conocidas como “crus”) y de añadas. De hecho, tal y como explicaba Losfelt, cada año se guardan los mejores vinos para asegurar la consistencia en la calidad a lo largo del tiempo.
De hecho, el Moët Imperial, que también estuvo presente en la mesa de presentación, nace del cruce de más de cien vinos de base, un auténtico artificio del que surge todo un clásico de la firma y que porta las señas de identidad en cuanto a la frescura, intensidad y suavidad de un vino sabroso y generoso en el paladar. Sencilla armonía tras un trabajo minucioso.
Mar Villasante
@marvillasante