Era de suponer que mercaderes y políticos de ambos lados del Atlántico seguirían tirándose los trastos a la cabeza en forma de acusaciones sobre seguridad e higiene alimentaria, y así lo anunciamos hace ahora siete días, y así se ha cumplido.
Dijimos, además, que esta fantochada se mantendría, al menos, hasta que concluyan las negociaciones entre la Unión Europea y los EE.UU en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que se reúne este año.
El engañabobos al que nos someten en estos días es tan burdo como creer que producir alimentos sanos y de calidad es posible en condiciones de industrialismo, y de competitividad de mercado.
El Gobierno de Francia (que cuenta incluso con ecologistas en algún ministerio) propuso esta semana por boca de su presidente Jacques Chirac que el G-7 (los países más industrializados del mundo) aceptaran la creación de un Alto Consejo Científico Mundial para la Seguridad de la Alimentación, con potestad para juzgar y hacer públicos los resultados sobre la salubridad alimentaria de lo producido o comercializado en todo el área del G-7.
Se quedó solo, el bueno de Chirac, a quien le contestaron sus seis socios que tal Consejo era "muy prematuro", Canadá y Estados Unidos incluso la negaron rotundamente.
Sin duda lo prematuro es que desde los casos, aún sub iudice, de víctimas mortales tras el escándalo de las vacas locas británicas, no ha vuelto a morir nadie, que se sepa, por ingestión de alimentos obtenidos en condiciones de producción industrial.
Y es que ningún industrialista es tan tonto de introducir, a sabiendas, tal carga de veneno en su producto como para que se le mueran de golpe todos los consumidores. Como bien explicaron las autoridades sanitarias belgas y de media Europa, "las dioxinas aún siendo muy perniciosas para la salud no son letales en la carne, más que en grandes cantidades y tras un consumo continuado".
La mayoría de los aditivos alimentarios autorizados, sin ser, por norma general, tan venenosos como las dioxinas sólo matan en cantidades y con consumos tan prolongados que superan la media de vida de un ser humano. Claro, que el fabricante industrialista ignora o parece ignorar que colegas suyos también incluyen de forma sistemática tan o cual veneno legal, y que al final la dieta de los consumidores incluye por uno y otro lado dosis mucho más altas que las que proporciona un producto aislado.
Además, el mismo aire de las ciudades, la calidad del agua de baño, los cosméticos y muchos otros factores medioambientales contribuyen a que el "E-no se cuánto" no se consuma en pequeñas cantidades y de vez en cuando, en un producto exótico, sino que la propia sustancia que se enmascara tras ese indicativo legal o más aún, los efectos equivalentes de la misma procedan simultánea y cotidianamente de muchas otras fuentes.
Así pues, no se trata tanto de una dieta ecológica sino de una actitud ecológica en la vida: la del productor, la del legislador y mucho más, la del consumidor.
Paul Lambert, catedrático del Departamento de Toxicología de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) aseguró esta semana a la prensa de su país que el reciclaje de grasas y restos de animales para piensos abarata enormemente el precio de la nutrición animal pero pone en peligro la calidad y salubridad de la carne, huevos o lácteos así obtenida.
El insigne investigador belga (y siendo belga se supone que sabe de ello) asegura que "en la actualidad se reciclan hasta las plumas de las aves muertas para fabricar los piensos con los que se alimenta a otras aves" y hace extensiva esta y otras prácticas igual de repugnantes y, según él, insalubres "a todas las partes de Europa donde se practica la ganadería intensiva".
Por otra parte, parece que se ha descubierto el origen de las dioxinas en la carne belga; y como no podía ser de otra manera, se achaca a la fabricación presuntamente fraudulenta de piensos de una marca, que no sólo distribuye en Bélgica sino en todo la Unión Europea, incluida España.
De demostrarse este hecho, queda por comprobar si efectivamente fue fraudulenta la composición de los piensos o simplemente la ley belga y comunitaria autorizan guarrerías sin estudiar sus consecuencias…. Esto, como todo el mundo sabe, es lo que sucedió en el Reino Unido con el pienso de alimentó y contaminó a las vacas locas, un nutriente aparentemente con todas las de la ley.
Mientras tanto las bebidas-basura con color de agua de fregar, hedor a brebaje de buhonero del Oeste y sabor extremadamente azucarado y gaseoso que encubre el resto, siguen dando disgustos a sus accionistas y al Gobierno más poderoso del mundo, y es que a todos los niños malos les acaban trayendo carbón.
Este parece que ha sido el caso de algunas latas de "caca loca" en Portugal, poco después de que se detectaran en Zamora partidas belgas de la misma bebida.
La psicosis a la hora de comer o de beber está servida pero ya no es tanto saber dónde, sino que lo sensato es preguntarse +desde cuándo?
La pantomima de buenos contra malos, en la que al final el bueno también es malo, y el malo contesta "¥y tú más!", no debe dejarnos con la boca abierta a los ciudadanos conscientes, más bien debemos cerrar todo nuestro aparato digestivo a la comida industrialista y mientras exigimos alimentos de calidad, desvivirnos por obtener aquellos que aún se producen en condiciones de higiene y seguridad alimentaria y ecológica, respetuosos con la calidad, con nuestra tradición cultural y con el medio ambiente.
Acostumbrados, como estamos a pagar precios míseros por frutas y verduras (producidas industrialmente) debemos plantearnos que ese mísero precio puede ser un indicativo de una mísera calidad; y aunque los productos hortofrutícolas orgánicos (como el resto de alimentos producidos en condiciones ecológicas) son actualmente más caros en el mercado, en origen no lo son tanto y en un futuro si su consumo se multiplicara acabaría descendiendo ese precio, inflado por los costes de comercialización y por no pocos oportunistas intermediarios.
No hay soluciones mágicas al caos alimentario en que vivimos desde hace decenios y que estos días se manifiesta por la sempiterna agresividad entre facciones competitivas, pero sí seguimos consumiendo estos subproductos pseudoalimenticios los Magos acabarán trayéndonos "más carbón" dentro de ellos.
