La opresión de las mujeres es multisecular en el sentido de que se prolonga indefinidamente a lo largo del tiempo; es integral, ya que abarca todos los ambitos de la existencia; es pluricultural, plurirreligiosa porque esta omnipresente en todas las culturas y religiones del mundo… y, muchas veces, llega a extremos insospechados.
En nuestra cultura occidental el «estado de sumisión», el «estado de servidumbre y de sujeción» de las mujeres ha sido escrupulosamente definido y constantemente exigido por Graciano, Santo Tomas y demas pensadores laicos y religiosos del medioevo. Dedujeron «la naturaleza inferior» de las mujeres y, por lo tanto, que «el menor debe servir al mayor», «lo inferior, a lo superior»… y todo esto í»como orden natural de la humanidad»! (Graciano).
Pero estos pensadores tomaban los esquemas heredados del pasado, los robustecian, encontraban el mas firme apoyo en la misma sociedad de su tiempo y lo proyectaban con increible fuerza hacia el futuro. Porque como ya observ¢ en el s. XVI el jurista Tiraqueau y adem s aprob ndolo, sobre este «estado de sumisi¢n total» de la mujer han estado y estan de acuerdo tanto la Iglesia como el Estado en todas las ‘pocas y en todas las culturas del mundo…
Este «estado de sumisi¢n» no ata_e exclusivamente a las mujeres, pero es especialmente decisivo para ellas porque las fija en la perpetua «minoria de edad», en radical subordinaci¢n, en absoluta dependencia e incapacidad legal y real, tanto en el derecho civil, como en el c¢digo penal, en el derecho can¢nico y en todos los dem s c¢digos y derechos: familiar, laboral, educacional, etc., en los ambitos civiles y tambien en los eclesiasticos. Pero adem s, este estado de sumisi¢n delata claramente las relaciones verticales, piramidales y jerarquicas, androcentricas y de dominaci¢n, que se extienden a todos los ordenes de la existencia y no solo con relaci¢n a las mujeres, sino tambi’n «sobre» ellas.
La relaci¢n jer rquica escalona los pelda_os que distancian lo humano de «lo otro», de la naturaleza, los animales, etc. Promueve su dominio y posesi¢n y sus repercusiones las palpamos en el desequilibrio ecologico.
Pero adem s el escalaf¢n clasifica a las personas y las separa brutalmente en clases sociales, razas superiores e inferiores, pueblos mas o menos desarrollados, religiones verdaderas y falsas, ciudadanos de primera y de infima categoria… Y, por supuesto, quizas menos concientizado, pero no menos demoledor, en sexos: uno por encima del otro, para beneficio de «uno», «en estado de sujecion», «el menor al servicio del mayor».
Veamos un ejemplo claro para comprender mejor el alcance y la desmesura de como el «estado de sujeci¢n» afecta al ser mismo, a la naturaleza de las mujeres. Para Santo Tomas, la raz¢n mas poderosa por la que las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes es precisamente a causa de este «estado de sumisi¢n», y por la misma raz¢n tampoco lo podr¡a ser un esclavo. Pero en el caso de darse en ambos, la del esclavo seria una ordenaci¢n ilicita, mientras que la de la mujer seria adem s de ilicita tambi’n invalida, puesto que esta sujeci¢n es por naturaleza. Por ello debe estar sometida, siempre y en todas las cosas, al varon y por tanto «no puede significar una dignidad eminente». Pero este es solo un ejemplo del alcance discriminante de tal definici¢n.
Este estado de sumisi¢n es tan decisivo y justifica tan bien la inferioridad de la mujer que incluso fundamenta el que «la imagen de Dios se encuentra en el hombre de forma que no se verifica en la mujer»… Seres «deficiens», «imbecilior sexus» en lenguaje aristot’lico-tomista…, en la pr ctica de todos los tiempos y en todos los lugares, porque ella «es en todos los aspectos, de menor valor que el hombre» (Flavio Josefo). Continuara…