Según Riane Eisler, existen evidencias arqueológicas en nuestra prehistoria, en el periodo Paleolítico y comienzos del Neolítico, de que hubo culturas más pacíficas en que las mujeres eran sacerdotisas con importantes funciones religiosas y que estas culturas estaban orientadas a la solidaridad, a lo nutritivo.
Lo importante para sus integrantes era que la tribu comiera, se abrigara y protegiera. El arte de la prehistoria representaba el poder creativo sexual de las mujeres y era reverenciado como uno de los grandes milagros de la naturaleza. Parece ser que el poder de la dominación no era valorado. Lo que se valoraba eran las interacciones de amor y confianza. Se consideraba el cuerpo de la mujer como un vaso sagrado. Se unía entonces la sexualidad con lo sagrado.
Hoy asistimos a una embestida de la sociedad contra las mujeres. Los medios de información dan cuenta de las decenas de mujeres que han muerto en los últimos meses. En la mayoría de ellas hay evidencias de una sa_a que s¢lo una cultura mis¢gina y basada en el dominio de otros seres puede generar.
¨Qu’ hace que unos delincuentes no s¢lo roben y golpeen sino que cuando encuentran mujeres tengan que saciar su deseo de ejercicio de la sexualidad como dominio? En el pasado reciente sabemos que en medio del conflicto armado, adem s de saquear las aldeas, antes de asesinar a las mujeres se les viol¢. ¨Qu’ mensaje quieren dar estos «hombres armados» al violar a las mujeres?.
Si se delinque porque no se tiene empleo, porque la crisis econ¢mica aprieta, porque se creci¢ en una sociedad consumista, +por qu’ es el cuerpo de las mujeres el que en oltima instancia paga el precio? ¨Por qu’ tienen que robar la sonrisa, los anhelos y la tranquilidad de las mujeres? Un reloj, dinero, una computadora se pueden reponer, pero +c¢mo reponerse a la invasi¢n del propio cuerpo? ¨Cu l es la ganancia del que viola?.
No encuentro las respuestas a estas preguntas. Un sentimiento profundo de soledad y dolor me invade. Me asomo a la ventana y una luna nueva me hace creer que aon hay esperanza.
Olga Isabel Villalta