Las mujeres y hombres tienen roles diferentes en todos los procesos de desarrollo. A pesar de la relativa igualdad por ley, la pertenencia a un grupo étnico, la clase social y el género siguen determinado el acceso a los recursos, las posibilidades de participación y las perspectivas de futuro de las personas.
Un análisis –«Agricultura de riesgo»– de la Sociedad Alemana para la Cooperación Técnica (GTZ, por sus siglas en Alemán), refirió que en muchas sociedades, los hombres y las mujeres tienen roles complementarios tanto en la agricultura como en el hogar.
Según datos de la Organización para la Agricultura y Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), en el agro africano, dos tercios de las horas de trabajo y 46 por ciento del trabajo agrícola remunerado corresponden a las mujeres.
También, en grandes extensiones de Asia, con la excepción de Bangladesh, el cultivo de arroz incumbe a las mujeres. Aquí la población femenina ejecuta entre 50 y 100 por ciento de los trabajos que se presentan. Adem s, en los lugares en que el cultivo del arroz no est mecanizado aon, el porcentaje aumenta considerablemente.
La GTZ rese_¢ que a los hombres se les atribuyen tareas, como la de preparaci¢n del suelo o el empleo de pesticidas, es decir, trabajos ocasionales. Las mujeres, en cambio, son responsables de las labores de alto coeficiente de mano de obra, o de sembrar, replantar, desyerbar, cosechar, procesar y vender los alimentos.
Pero, asever¢, adem s de estas labores, las mujeres efectoan trabajos en el hogar, como buscar agua, recoger le_a, lavar, limpiar, cocinar, etc’tera.
La divisi¢n tradicional, explic¢ la GTZ, del trabajo entre los miembros de la familia, condiciona en muchos casos que la carga laboral de las mujeres aumenta con la introducci¢n del riego. «En el norte de la India, provoc¢ un considerable aumento del trabajo de la poblaci¢n femenina en los campos de algod¢n, debido a que la cosecha les corresponde por tradici¢n».
En este contexto, las mujeres a menudo s¢lo pueden disponer libremente de la mano de obra de sus hijas/os u organizarse en grupos de trabajo en el marco de sus relaciones familiares sobre la base de la reciprocidad. Los hombres tienen el derecho a contratar a jornaleras/os, las mujeres no.
Tambi’n, resalt¢ la GTZ, el cultivo del campo familiar suele tener prioridad, «pero las mujeres s¢lo pueden cultivar sus propios campos una vez labrado el campo de la familia –del hombre–, las consecuencias se manifiestan en una disminuci¢n del rendimiento de sus campos o en la probable p’rdida de un ciclo de cosecha en detrimento de sus ingresos y sus situaci¢n alimentaria».
Segon el informe las mujeres siempre est n en situaci¢n de desventaja.
Rom n Gonz lez