Una conclusión del estudio es la conveniencia de prolongar el tiempo de recreo infantil y adolescente, que en muchos casos ni tan siquiera llega a los 30 minutos, de forma que le permita efectuar un gasto calórico que repercutirá en su salud física. Pero también hay otras razones para impulsar el juego infantil y adolescente en estas zonas de recreo dotadas de estructuras y elementos para juego individual y común.
Sin menospreciar la enseñanza de valores que comporta el juego reglado y colectivamente competitivo dentro del ámbito deportivo, el juego libre que el niño sostiene en un parque o zona de recreo en el que dispone de elementos comunes de juego junto a otros niños, le brinda asimismo la oportunidad de aprendizaje de convivencia e intercambio social, junto a otros valores propios de su ejercicio de capacidades personales tales como la libertad de elección, o la asunción de retos no impuestos por un colectivo.
Si recordamos que el espacio natural de un niño es el del juego, comprenderemos la utilidad de flexibilizar las trabas que menoscaban su posibilidad de crecimiento interior individual. No debe olvidarse que el tiempo de juego constituye el espacio realmente natural del niño.