En verano parece que todos nos sentimos más activos, enérgicos e incluso más alegres, y casi todos lo achacamos al sol. Sin embargo, las radiaciones solares no sólo reportan beneficios a nuestro cuerpo.
Aunque sea cierto que el sol incide sobre nosotros a través de múltiples propiedades beneficiosas para el organismo, como, por ejemplo, propiciando la formación de la vitamina D o aportando beneficios terapéuticos en diversas enfermedades como la osteoporosis, una exposición prolongada e inadecuada a sus radiaciones puede provocarnos lesiones leves en nuestra piel, como quemaduras, irritaciones o alergias, un envejecimiento cutáneo prematuro u otras patologías más graves como, por ejemplo, el temido cáncer de piel.
Muchos expertos advierten de que cada vez son más las personas que sufren las condiciones nocivas del sol debido a la falta de protección ante las exposiciones. Rafael García Gutiérrez, director general de la Asociación para el Autocuidado de la Salud (anefp) advierte de que, a pesar de las creencias populares, "el bronceado es también un signo de daño y repercute en el envejecimiento cutáneo de la dermis".
Ante las agresiones del sol, los mecanismos de defensa que el cuerpo humano despliega van desde la formación de melanina (bronceado) y la secreción de sudor, hasta el aumento de grosor de la piel, que impide de forma más eficaz la penetración de los rayos del sol. Sin embargo, la facilidad con la que pueden presentarse problemas cutáneos, e incluso su gravedad, depende de factores como el tipo de radiaciones solares, el tipo de piel en cada persona y el grado de protección empleado.
Tipos de radiaciones
Dentro de las radiaciones solares, las más perjudiciales para la piel son las ultravioleta, que, a su vez, se pueden dividir en tres subtipos:
– UVA: es la responsable de la pigmentación inmediata de la piel (proceso de bronceado). Penetra menos profundamente en ella y puede provocar eritemas, enrojecimiento, manchas y envejecimiento cutáneo, ya que destruye el colágeno, un componente de la piel que le aporta elasticidad.
– UVB: su radiación posee mayor energía y es muy dañina, pero es parcialmente absorbida por la capa de ozono y las nubes. Además de quemaduras, puede provocar un aumento del grosor cutáneo y melanoma (cáncer de piel).
– UVC: sus radiaciones son las más agresivas, pero afortunadamente no llegan a traspasar la capa de ozono porque la atmósfera las retiene.
Protectores solares
Cada año se producen cerca de 10 millones de consultas relacionadas con la piel en las farmacias. No obstante, la mayoría de éstas suelen producirse una vez ha surgido ya algún problema cutáneo. "Lo que hay que hacer es informarse previamente, antes de tomar el sol, de los consejos básicos a seguir, entre ellos qué protector solar es el más adecuado para cada tipo de piel", afirma el director general de anefp.
Los protectores solares son productos cosméticos que evitan las quemaduras causadas por la exposición al sol. Basados en el empleo de filtros físicos que desvían las radiaciones solares para evitar que penetren en la epidermis, o químicos, que las absorben para transformarlas en energía que no resulte nociva para la piel, los protectores solares se clasifican según su factor de protección.
Por eso, desde anefp se recomienda utilizar siempre un protector solar acorde a nuestro fototipo de piel. Existen seis tipos diferentes en función del grado de agresión que es capaz de soportar nuestra dermis.
Además, según señala Rafael García Gutiérrez, "un buen protector solar debe reunir una serie de cualidades, como absorber correctamente las radiaciones ultravioletas, ser resistente a los agentes externos como el sudor o el agua y no causar irritación en la piel".
Asimismo, la Asociación para el Autocuidado de la Salud nos aconseja otra serie de recomendaciones básicas para que este verano podamos disfrutar de la exposición al sol, de forma que nuestra piel sufra lo menos posible los efectos negativos de sus radiaciones.
• No tomar el sol entre las 12 de la mañana y las 4 de la tarde.
• Evitar ropa demasiado corta o que deje amplias zonas de la piel al descubierto.
• Aplicar el protector solar adecuado media hora antes de iniciar la exposición al sol, renovarla cada 2 horas o después de cada baño, y hacerlo en cantidad suficiente, cubriendo toda la superficie corporal expuesta.
• Utilizar protectores labiales para evitar quemaduras, deshidratación y sequedad. Los labios son una zona muy sensible y carecen de protección natural contra las radiaciones UV.
• Utilizar gafas de sol para proteger los ojos ante las radiaciones solares.
• No exponer al sol a niños menores de 3 años, puesto que su piel es más sensible que la de un adulto y no tienen capacidad de respuesta frente al sol.
• Evitar el uso de productos cosméticos, perfumes y lociones que contegan alcohol, ya que favorecen la irritación de la piel.
• Hidratar bien el cuerpo y la piel con baños y con cremas hidratantes después de tomar el sol.
• Beber mucha agua o bebidas isotónicas para reponder a las pérdidas de agua y sales minerales indispensables para el organismo y la belleza de la piel.
Como recuerda el director general de la Asociación para el Autocuidado de la Salud, "la piel constituye el órgano más extenso del cuerpo, protege nuestro organismo y actúa como barrera contra los agentes externos y, por ello, debemos brindarle todos los cuidados necesarios para mantenerla sana".