En una tarde-noche gélida, los Reyes de España, acompañados por los Príncipes de Asturias, han presidido una ceremonia llena de simbolismos en la que Rodríguez Zapatero sustituye a Bildt en la misión de avanzar en el fortalecimiento de Europa y en la consecución de su unidad económica. Ardua tarea en una época recesiva donde las soluciones financieras adoptadas por los estados europeos “estrella” son, a todas luces, deficientes y las esperanzas sobre consensos eficaces a favor del clima se han visto truncadas por una cumbre de Copenhague desastrosa. Con estos antecedentes, no es de extrañar el escepticismo a la hora de juzgar si entre todos serán capaces de llevar a buen puerto al Tratado de Lisboa, herramienta fundamental para afrontar los retos del s.XXI.
Y mientras las naciones europeas, una tras otra, se relevan en la misión de tirar del carro de una Unión Europea, un tanto destartalada, que deberá reorganizarse para “contar” en un mundo donde los actores fundamentales para las próximas décadas están por definir; los ciudadanos se preguntan en qué hemos avanzado desde aquel 1 de diciembre de 2009 cuando el Tratado de Lisboa entró en vigor.
De momento, el cilindro que contiene el Tratado, protegido en una caja de madera, llega a manos españolas en la peor de las circunstancias; es decir, en época de vacas flacas, cuando los gobiernos de los países están más pendientes de resguardar sus sillones correspondientes de la impopularidad que de la expansión del continente. No lo va a tener fácil España; pero aún así, el programa presentado parece realista. Rodríguez Zapatero pretende priorizar el desarrollo de las nuevas políticas del Tratado de Lisboa, afianzando el liderazgo europeo en la respuesta global al cambio climático y al desafío energético, a la vez que se consigue un mercado energético integrado e interconectado.
Al mismo tiempo intentará retos como utilizar los nuevos instrumentos del Tratado de Lisboa para que Europa pueda hablar con voz propia en el mundo; consolidar una Unión más segura para sus ciudadanos, afrontando conjuntamente el reto de la inmigración y construyendo un espacio compartido de cooperación judicial y policial; seguir trabajando por un mercado interior más integrado, revitalizando la estrategia de Lisboa y examinar y debatir las conclusiones del informe del Grupo de Reflexión que sobre el futuro de Europa presentará el ex-Presidente Felipe González.
Un programa ambicioso que deberá desarrollarse en los próximos seis meses y ante el que "España dará lo mejor de sí misma para no defraudar a la UE", destacó el presidente Zapatero. El premier sueco, Carl Bildt, aseguró, por su parte, que “Suecia hizo lo que pudo” durante sus seis meses, antes de apuntar como tareas pendientes fundamentales la gestión de la crisis y el cambio climático. También se refirió a Turquía y Croacia como países candidatos y a una Europa que “debe cumplir sus compromisos”.
Suecia ha soltado la “patata caliente” y España la ha recibido con flamenco, a cargo de María Pagés y su coreografía “Sol solea”; con danza clásica, “Carmen” de Bizet, interpretada por la bailarina Tamara Rojo y “tapas” para 1.500 invitados confeccionadas por la Real Academia española de Gastronomía. A medio día, el presidente Zapatero había mantenido un almuerzo de trabajo en el Palacio de La Moncloa con el presidente permanente de la UE, Herman van Rompuy, y el jefe de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, tras la cual, los tres han comparecido ante los medios de comunicación para explicar los objetivos de la Comisión. La jornada inaugural finalizó con la interpretación del himno de la Unión Europea interpretado por el Coro Nacional de España.
Gema Castellano
Fotos de la gala inaugural de la presidencia española de la UE
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