Durante más de una década, los cigarrillos electrónicos han sido presentados —y ampliamente comercializados— como una alternativa menos nociva frente al tabaquismo convencional. Sin embargo, al cierre de 2025, las publicaciones científicas de mayor calidad metodológica están desmontando esta narrativa. La evidencia acumulada revela riesgos propios, severos y sistemáticos asociados al uso de estos dispositivos, especialmente en poblaciones jóvenes sin antecedentes de tabaquismo.
El análisis proteómico de las vías aéreas en vapeadores crónicos ha identificado la alteración de 113 proteínas diferentes, participantes en cascadas críticas de estrés oxidativo e inflamación. La persistencia de estas alteraciones moleculares sugiere un potencial carcinogénico a largo plazo.
Entre los estudios más contundentes figura el PATH Study (Population Assessment of Tobacco and Health), una cohorte epidemiológica que ha seguido a más de 3,5 millones de participantes. Sus resultados indican que el uso de cigarrillos electrónicos se asocia de forma consistente con el desarrollo de enfermedades respiratorias ya dentro de los dos primeros años de consumo. Esta asociación ha sido observada de manera independiente a otras variables confusoras, lo que refuerza su solidez causal.
Más allá del daño pulmonar, el hallazgo más preocupante del año proviene del estudio de los efectos cardiovasculares. Investigaciones clínicas apoyadas en tomografía por emisión de positrones (PET) han documentado que el vapeo produce inflamación pulmonar de magnitud comparable —e incluso superior— a la inducida por el tabaco convencional. Este proceso inflamatorio se refleja clínicamente en un aumento del 19 % en el riesgo de insuficiencia cardíaca con fracción de eyección preservada, una condición que tradicionalmente se relacionaba con la edad avanzada o la hipertensión crónica.
Nuestro divulgador, el Dr.Francisco Jose Roig Vazquez, recomienda a todos los consumidores de cigarrillos electrónicos que se sometan periódicamente a una espirometría con prueba broncodilatadora y una analítica sanguínea con evaluación específica de marcadores inflamatorios sistémicos, incluyendo proteína C reactiva e interleucina-6
El riesgo se eleva aún más en usuarios duales, es decir, aquellos que combinan el uso de cigarrillos electrónicos con el tabaco tradicional. En este grupo, el incremento del riesgo de insuficiencia cardíaca alcanza el 59 %, una cifra que ha encendido las alarmas en múltiples sociedades científicas a nivel internacional.
Desde el punto de vista molecular, los hallazgos no son menos alarmantes. Análisis proteómicos de las vías aéreas en vapeadores crónicos han identificado alteraciones significativas en 113 proteínas implicadas en procesos clave de estrés oxidativo e inflamación. La persistencia de estas alteraciones en el tiempo sugiere un potencial carcinogénico aún no completamente cuantificado, pero considerado clínicamente relevante.
Otro hallazgo que ha marcado el debate en 2025 es la detección de metales pesados en el vapor emitido por dispositivos electrónicos desechables. Este fenómeno amplifica la preocupación por la toxicidad acumulativa y por los efectos a largo plazo, especialmente en contextos de exposición frecuente y prolongada.
Es especialmente crítico el hecho de que la mayoría de estos efectos adversos se han documentado en adultos jóvenes sin antecedentes previos de tabaquismo. Es decir, en personas que probablemente no habrían fumado de no existir el cigarrillo electrónico. En este grupo, el daño cardiopulmonar ocurre de manera independiente al consumo de tabaco tradicional, lo que refuta el argumento de que el vapeo es una “alternativa menos dañina”.
El riesgo se eleva aún más en usuarios duales, es decir, aquellos que combinan el uso de cigarrillos electrónicos con el tabaco tradicional. En este grupo, el incremento del riesgo de insuficiencia cardíaca alcanza el 59 %, una cifra que ha encendido las alarmas en múltiples sociedades científicas a nivel internacional.
En palabras de uno de los especialistas que ha colaborado en esta revisión de evidencia: “Como neumólogo, recomiendo a todos los consumidores de cigarrillos electrónicos que se sometan periódicamente a una espirometría con prueba broncodilatadora, así como a una analítica sanguínea que incluya marcadores inflamatorios sistémicos como proteína C reactiva e interleucina-6”.
“Nuestra responsabilidad médica es comunicar con claridad estos hallazgos y fundamentar nuestras recomendaciones clínicas exclusivamente en datos verificables”, añade el especialista.
Estos hallazgos refuerzan la necesidad de una revisión crítica de las políticas públicas, las estrategias de prevención y los marcos regulatorios aplicables al cigarrillo electrónico. El balance científico actualizado de 2025 no solo invalida la etiqueta de “producto de reducción de daño”, sino que exige una acción sanitaria decidida y basada en evidencias para proteger especialmente a los sectores más vulnerables de la población.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 2025-12-21). OpenAI)
