En la última década, el tabaco de liar ha experimentado un auge notable entre los fumadores, alentado principalmente por su precio más asequible y la extendida creencia de que se trata de una alternativa “más natural” al tabaco manufacturado. Sin embargo, desde un punto de vista toxicológico y epidemiológico, esta percepción no se sostiene. La evidencia científica indica con claridad que el principal factor de riesgo para la salud no reside ni en los aditivos ni en el tipo de cigarrillo utilizado, sino en la combustión del tabaco y los tóxicos que de ella se derivan.
El tabaco de liar, al igual que el manufacturado, produce durante su combustión una amplia gama de sustancias nocivas, incluyendo carcinógenos como las nitrosaminas específicas del tabaco y los hidrocarburos aromáticos policíclicos, así como compuestos oxidantes y gases tóxicos como el monóxido de carbono. “La toxicidad real no depende de los aditivos, sino del humo inhalado y de los patrones de consumo”, subrayan los expertos en salud pública. En este sentido, aunque se suele argumentar que el tabaco de liar contiene menos aditivos, lo cierto es que también se le añaden humectantes y aromatizantes, lo que reduce considerablemente las supuestas diferencias con el tabaco industrial.
Además, el tabaco de liar permite al fumador elegir papel, filtro y densidad del cigarrillo, lo que en teoría podría alterar la ventilación y el flujo del humo. Sin embargo, en la práctica, los fumadores suelen compensar estos factores mediante caladas más profundas, una mayor frecuencia de inhalación o la preparación de cigarrillos más densos. Estos ajustes inconscientes tienden a igualar —o incluso aumentar— la dosis de sustancias tóxicas inhaladas.
Estudios físico-químicos realizados con máquinas de fumar, así como investigaciones basadas en biomarcadores en humanos, muestran de forma consistente que los niveles de exposición sistémica entre fumadores de tabaco de liar y de cigarrillos manufacturados son equivalentes. En varios ensayos, los cigarrillos de liar han registrado emisiones superiores de nicotina, alquitrán y monóxido de carbono respecto a las marcas estándar. Igualmente, los niveles urinarios de metabolitos de carcinógenos en fumadores de tabaco de liar no son menores, lo que desmonta la creencia de que esta modalidad implica una exposición reducida.
En el caso del cáncer de pulmón, datos provenientes de cohortes europeas sugieren que los usuarios de tabaco de liar pueden tener un riesgo igual o superior al de quienes fuman cigarrillos industriales.
Estas evidencias se traducen en efectos sobre la salud equiparables. El riesgo de desarrollar cáncer asociado al consumo de tabaco de liar es al menos igual al del tabaco manufacturado, con estudios observacionales que incluso apuntan a un mayor riesgo en áreas específicas del tracto aerodigestivo superior. En el caso del cáncer de pulmón, datos provenientes de cohortes europeas sugieren que los usuarios de tabaco de liar pueden tener un riesgo igual o superior al de quienes fuman cigarrillos industriales.
Frente a estos hallazgos, resulta fundamental desmentir algunos de los mitos más frecuentes. Argumentos como “lleva menos químicos” o “si echo menos tabaco, me perjudica menos” no se sostienen a la luz de los datos. La realidad es que el cuerpo humano tiende a regular la inhalación para obtener la dosis de nicotina deseada, anulando cualquier reducción teórica de riesgo derivada de una menor cantidad de tabaco.
En conclusión, sustituir los cigarrillos manufacturados por tabaco de liar no representa una estrategia efectiva para disminuir los daños asociados al tabaquismo. Ambas formas de consumo implican exposiciones y riesgos de salud semejantes, y perpetúan la dependencia a la nicotina y la exposición a sustancias cancerígenas.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión GPT-4o, 21 octubre). OpenAI)