El concepto de hipnopedia —o aprendizaje durante el sueño— ha ganado notoriedad recientemente gracias a su difusión en redes sociales, donde se presenta como una técnica para moldear la conducta de niños y niñas mediante afirmaciones positivas pronunciadas mientras duermen. Sin embargo, la evidencia científica disponible desmiente su supuesta eficacia, situándola más cerca de la pseudociencia que de una herramienta terapéutica válida.
En este artículo, analizamos críticamente los fundamentos de la hipnopedia, las afirmaciones que circulan sobre sus beneficios y lo que dice la ciencia al respecto.
La hipnopedia se basa en la idea de que hablar a una persona dormida —especialmente en la fase de sueño REM o MOR— con mensajes positivos puede influir en su comportamiento o reforzar ideas en su subconsciente. Esta premisa se difunde con afirmaciones como: “Cuando el niño está durmiendo, las palabras van directo al inconsciente, el cual escucha 1.000 veces más que el consciente”. Sin embargo, esta idea carece por completo de respaldo empírico. Lejos de ser una técnica avalada por estudios científicos, forma parte de un imaginario popular fomentado por la cultura pop desde mediados del siglo XX.
La mayoría de investigaciones serias sobre el aprendizaje durante el sueño coinciden en que no es posible adquirir conocimientos complejos mientras dormimos, y mucho menos modificar rasgos de personalidad o patrones de conducta a través de estímulos verbales. Algunos estudios controlados han observado que ciertos estímulos auditivos simples, como sonidos o palabras aisladas, pueden influir levemente en la consolidación de la memoria si se presentan durante determinadas fases del sueño. No obstante, esto dista mucho de ser una forma de aprendizaje consciente o de programación conductual.
Uno de los trabajos más citados en este ámbito, publicado en Cell Reports (Arzi et al., 2012), mostró que sonidos asociados a determinados olores podían alterar mínimamente conductas automáticas, como fumar menos. Aun así, los efectos observados solo se produjeron bajo condiciones experimentales muy específicas y no son fácilmente replicables en contextos domésticos.
El problema no reside únicamente en la ineficacia de la técnica, sino también en los riesgos asociados a su promoción como herramienta terapéutica. Si bien hablar con afecto a un niño dormido no implica ningún perjuicio directo, sí puede generar expectativas irreales en padres y madres que buscan mejorar el bienestar emocional de sus hijos. Esta confianza mal depositada podría desviar la atención de recursos realmente eficaces como la educación emocional consciente, la psicología infantil o la comunicación afectiva durante la vigilia.
Además, la afirmación de que “el inconsciente escucha mil veces más que el consciente” se enmarca en el discurso de la programación neurolingüística (PNL), una pseudoterapia que ha sido ampliamente cuestionada por la comunidad científica y que carece de avales metodológicos sólidos. La utilización de cifras llamativas sin fuentes verificables, la promesa de resultados sin esfuerzo consciente o el uso de conceptos como “energía espiritual” sin respaldo clínico son claros indicios de prácticas pseudocientíficas.
Transmitir afecto, seguridad y mensajes positivos a la infancia es una necesidad legítima y deseable. No obstante, estos procesos deben darse cuando los niños están despiertos, receptivos y en condiciones de construir significado a través de la interacción, la experiencia y el ejemplo.
En definitiva, la hipnopedia no es una técnica avalada por la ciencia. Aunque no es nocivo hablarle a un niño dormido con cariño, no debe entenderse como una herramienta válida para modificar su conducta ni como complemento de la educación emocional. A la hora de abordar el desarrollo infantil, es preferible recurrir a profesionales acreditados en psicología, pedagogía o neurociencia, y desconfiar de mensajes virales que prometen soluciones rápidas y sin esfuerzo.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 2025-09-13). OpenAI)