El cáncer de pulmón continúa siendo la principal causa de muerte por cáncer en todo el mundo. Esta posición —ser “el primero en mortalidad”— implica que, año tras año, este tumor provoca más muertes que cualquier otro tipo de cáncer. En 2023, se estimaron 2,30 millones de nuevos casos y 2,04 millones de muertes atribuibles a esta enfermedad, cifras que revelan una preocupante cercanía entre el diagnóstico y la muerte.
A pesar de los progresos en los ámbitos de la prevención —con tasas decrecientes de tabaquismo, mejoras en la calidad del aire y mayor acceso a servicios de salud—, los pronósticos no son alentadores. Las proyecciones indican que, hacia el año 2050, el número total de muertes por cáncer de pulmón podría incrementarse hasta en un 62%. Esta aparente contradicción entre el descenso de las tasas individuales y el aumento global de los fallecimientos tiene una explicación que se sustenta en tres factores demográficos de gran peso.
El primero es el crecimiento poblacional: con una población mundial en aumento, incluso si el riesgo individual se mantiene constante, el número absoluto de casos crecerá. El segundo, el envejecimiento poblacional, incide de forma más directa en este tipo de cáncer, altamente asociado a la edad. Así, sociedades más envejecidas concentran más diagnósticos y, consecuentemente, más muertes. La tercera fuerza, que actúa en sentido contrario, es la reducción del riesgo individual, resultado de estrategias exitosas de salud pública. Sin embargo, esta disminución no compensa el empuje de las otras dos variables en términos de cifras absolutas.
La carga de mortalidad tampoco se distribuye de forma uniforme entre sexos ni edades. Históricamente, los hombres han fumado más y antes que las mujeres, lo que explica las mayores tasas de incidencia y mortalidad entre ellos. Aunque en algunos países esta brecha comienza a reducirse, principalmente por el abandono del tabaco en varones y la incorporación de cohortes femeninas con un pasado de consumo elevado, la mortalidad global sigue siendo más alta en hombres.
El grupo de edad entre 40 y 64 años concentra un número importante de diagnósticos, una etapa en la que aflora el daño acumulado por el tabaco tras una latencia prolongada. Además, al haber menos competencia con otras causas de muerte en comparación con edades más avanzadas, el impacto del cáncer de pulmón se hace más evidente. Por su parte, en los mayores de 65 y especialmente a partir de los 75 años, la eficacia de los tratamientos se ve condicionada por la inmunosenescencia¹, la fragilidad y otras enfermedades coexistentes, lo que incrementa la mortalidad absoluta en estas edades.
Este escenario no solo representa un desafío sanitario, sino también un reto socioeconómico de gran envergadura. “La franja de 40 a 64 años acarrea una carga considerable por los años de vida perdidos durante la etapa más productiva de la vida”, se señala en el análisis. A pesar de los avances en diagnóstico temprano y en terapias más eficaces, el volumen creciente de personas en edad avanzada y el aumento de la población general hacen que el número absoluto de muertes por cáncer de pulmón continúe en ascenso.
El análisis de este fenómeno lleva a una conclusión clara: reducir el riesgo individual ya no es suficiente. Si se quiere transformar el descenso de las tasas ajustadas por edad en un descenso real en la cantidad de muertes, será necesario reforzar la prevención, mejorar el acceso al diagnóstico precoz y garantizar la equidad en los tratamientos a nivel global.
¹ La inmunosenescencia es el proceso de envejecimiento del sistema inmunológico, y en el contexto del artículo sobre la mortalidad por cáncer de pulmón, juega un papel crucial en explicar por qué las personas mayores tienen tasas más altas de mortalidad tras el diagnóstico. Implica:
· Disminución de la respuesta inmunitaria: A medida que envejecemos, el sistema inmunológico pierde eficacia para detectar y combatir células cancerosas.
· Menor eficacia de los tratamientos: En personas mayores, los tratamientos como la quimioterapia o la inmunoterapia pueden ser menos efectivos o más difíciles de tolerar debido a esta debilidad inmunológica.
· Mayor vulnerabilidad a comorbilidades: La inmunosenescencia se acompaña de fragilidad y otras enfermedades coexistentes (como diabetes o enfermedades cardiovasculares), lo que complica aún más el tratamiento del cáncer.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 2025-09-26). OpenAI)