Estamos en la mitad del decenio internacional de las poblaciones indígenas del mundo, en cuyo inicio los Estados con pueblos indígenas dijeron, aquí mismo, que iban a continuar con su esfuerzo de mejorar la situación de dichos pueblos.
Pero con respecto a los pueblos indígenas de Sudamérica se puede decir que sus territorios continúan subsistiendo en la misma precaridad institucional y legal anterior y para muchos de ellos hasta ha empeorado.
Los Estados sudamericanos siguen permitiendo a las compañías madereras, ganaderas y mineras el talado y la quema de las selvas y bosques situados en territorios indígenas, hasta transformarlos en páramos sin vida; amenazando así la existencia misma de muchas poblaciones indígenas, mostrando al descubierto el no respeto de la propiedad territorial de los pueblos indígenas por dichos Estados.
Siguen permitiendo la contaminación de los ríos y lagos existentes en los lugares de extracción y procesado de las riquezas mineras y petroleras de los territorios ind¡genas, convirtiendo dichas fuentes de vida, en verdaderas cloacas productoras de enfermedades y de muerte; empujando a sus pobladores hacia otros lugares de sobrevivencia para escapar de la muerte segura en dichas riveras.
Siguen entregando o dando en concesi¢n los territorios ind¡genas ricos en recursos minerales y petroleros sin haberles consultado, permitiendo a las compa_ias beneficiadas llegar a los subsuelos arrazando las tierras de la superficie, pudiendo ser estas cultivables o incluso los mismos poblados ind¡genas, Imponi’ndoles el dilema de elegir el ‘xodo o la hambruna; y en el caso de no aceptar dicha invasi¢n, de sufrir la represi¢n policial por ser acusados de no acatar las leyes del Estado.
Siguen respondiendo con el env’io de fuerzas policiales o represivas contra los ind’igenas cuando estos reclaman sus territorios leg¡timos, pero apropiados por los terratenientes locales o concedidos a compa_¡as extranjeras por los pasados gobiernos de turno. Cuya legitimidad territorial ind¡gena, en el mayor de los casos, fue reconocida por la Corona colonial espa_ola y fue ratificada por la repoblica en cuesti¢n en el momento de su nacimiento. Mostrando con ello que dichos Estados no reconocen sus propios documentos legales e incluso sus propias leyes cuando se trata de mantener el despojo territorial de los pueblos ind¡genas.
Siguen retaceando las tierras de las comunidades ind¡genas, para hacer, dicen, propietarios libres; creando en realidad minifundistas individualistas y ego¡stas, y sobre todo para continuar con su tarea de crear mano de obra barata para las haciendas. Y mediante un trazado contradictorio de los linderos demarcadores de los terrenos retaceados, crean artificialmente reales conflictos entre los miembros de dichas comunidades, Apropi ndose el Estado de las tierras restantes, llam ndolas vacantes, para luego concederlas a gente extra_a a la comunidad originaria; atacando as¡ el coraz¢n mismo del territorio y del sistema de tenencia de la tierra de los pueblos ind¡genas.
Siguen explotando las fuentes de agua potable de los territorios ind¡genas para aprovisionar las urbes o las plantaciones exteriores al pueblo indigena, sin hacer estudios previos de factibilidad no perjudicial para el ecosistema de la regi¢n. Tal es el caso del desv¡o de los r¡os de la cuenca del lago Titicaca y del bombeo de las napas subterr neas de la cordillera y del altiplano hacia la costa. Hechos que producir n la desertificaci¢n total de dichas zonas ya ridas por naturaleza; y en un porvenir no lejano causar n ecatombes naturales en toda Sudam’rica.
En el caso de conflicto armado entre las diferentes tendencias pol¡ticas de las poblaciones nacionales de los Estados sudamericanos, ellos siguen utilizando ese hecho para perseguir y expulsar a las poblaciones ind¡genas de sus tierras, poni’ndoles entre los dos fuegos de los contendientes, causando como resultado el vaciado de dichos territorios por la muerte o el ‘xodo de su poblaci¢n ind¡gena para luego hacerlos ocupar por los terratenientes locales o por las compa_¡as multinacionales.
Las iglesias siguen construyendo templos y edificios en las comunidades ind¡genas, trayendo el peligro de que con el tiempo los lugares de sus asentamientos se conviertan en terrenos extraterritoriales pertenecientes a la direcci¢n mundial de esas instituciones.
Como se ve nada ha cambiado, incluso los discursos oficiales de las representaciones gubernamentales siguen nombrando, aqu¡ mismo, variedad de nomeros de decretos con m s sus incisos, para tratar de demostrar que sus Estados se ocupan verdaderamente de las poblaciones ind¡genas, en un continente donde la tradici¢n colonial fue: «se acata pero no se cumple», hoy en d¡a es: «se decreta pero no se lo pone en pr ctica». Esa es la causa de la diferencia entre el mundo imaginario de bienestar ind¡gena presentado por los Estados sudamericanos y el real, el despojo sostenido sufrido por los pueblos ind¡genas.
LOS INDÍGENAS: GRANDES PERDEDORES EN LATINOAMÉRICA
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