La Conferencia coincide con la puesta en marcha del Protocolo de Kioto (el cambio climático es una
de las mayores amenazas para el futuro de la biodiversidad), y el Plan Hidrológico Nacional (los embalses y el trasvase del
Ebro previstos en el PHN afectarían negativamente a nuestra diversidad biológica) y el proceso imparable de construcción de
nuevas infraestructuras de transporte, como autovías, autopistas y líneas de alta velocidad.
Otra de las amenazas más
insidiosas es el desarrollo de los cultivos transgénicos, y que puede tener graves consecuencias a lo largo del siglo XXI, si
la presión ciudadana no frena su desarrollo.
Cada año desaparecen miles de especies y con ellas nuevas posibilidades de culturas agrícolas, productos industriales o
medicinas para curar las enfermedades. Con la pérdida de diversidad, aumenta la uniformidad, la dependencia de unas pocas
variedades de plantas para alimentarnos, y sobre todo crece la vulnerabilidad ante las plagas y las enfermedades. La
biodiversidad se pierde debido al deterioro y fragmentación de los hábitats, a la introducción de especies, la explotación
excesiva de plantas, animales y peces, la contaminación, el cambio climático, la agricultura (reducción de las variedades
empleadas, plaguicidas) y repoblaciones forestales con monocultivos de rápido crecimiento.
A las consecuencias indeseables del desarrollo económico, del crecimiento demográfico, de la desigual distribución de la renta
y del consumo insostenible de recursos, hay que añadir las causadas por las nuevas biotecnologías y el desarrollo de la
ingeniería genética, el reducido espectro de productos agrícolas, forestales y pesqueros comercializados, y las políticas
económicas que no atribuyen su debido valor a los recursos. La mayor parte del germoplasma de las especies y variedades
agrícolas y ganaderas puede llegar a desaparecer.
Las especies inventariadas alcanzan la cifra de 1.750.000, pero algunos autores señalan que probablemente superen los 111
millones de especies, aunque la cifra media hoy se estima en 13.620.000 especies, según la biblia de la biodiversidad, el
Global Biodiversity Assessment, informe de 1.140 páginas publicado en inglés por el PNUMA en 1995. Pero lo único seguro es que
nadie sabe cuántas especies existen. Entre las especies ya descritas hay 270.000 plantas, 4.300 mamíferos, 9.700 aves, 6.300
reptiles, 4.200 anfibios, 19.000 peces, 72.000 hongos (se cree que el número de especies debe superar 1,5 millones), 1.085.000
artrópodos (950.000 insectos descritos, aunque el número de especies debe ser superior a 8 millones), 5.000 virus y otras
4.000 bacterias (una ínfima parte de los más de 400.000 virus y 1 millón de bacterias que se cree que existen).
Los bosques tropicales, que sólo cubren el 7 por ciento de las tierras emergidas, albergan entre el 50% y el 90% del total de
las especies. El promedio de extinción era de una especie de mamíferos cada 400 años y de una especie de aves cada 200 años,
pero las extinciones documentadas en los últimos 400 años indican que han desaparecido 58 especies de mamíferos y 115 de aves.
Estas cifras representan solo las extinciones conocidas. Las poblaciones afectadas pueden resistir durante algunas
generaciones, pero están condenadas a la desaparición cuando su número total cae por debajo de un punto que no puede soportar
la dureza de una sequía, una enfermedad, una depredación y otras clases de fenómenos. Una especie debe tener una población de
al menos varios miles de individuos para sobrevivir a largo plazo. Alrededor del 12 por ciento de las especies de mamíferos y
el 11 por ciento de aves fueron clasificadas como especies en peligro en 1990.
El 90 por ciento de nuestra alimentación procede de 15 especies de plantas y 8 especies de animales. El arroz, según la FAO,
aporta el 26% de las calorías, el trigo el 23% y el maíz el 7%. Las nuevas especies sustituyen a las nativas, uniformizando la
agricultura y destruyendo la diversidad genética. Sólo en Indonesia se han extinguido 1.500 variedades de arroz en los últimos
15 años. A medida que crece la uniformidad, aumenta la vulnerabilidad. La pérdida de la cosecha de la patata en Irlanda en
1846, la del maíz en Estados Unidos en 1970 o la del trigo en Rusia en 1972, son ejemplos de los peligros de la erosión
genética y muestran la necesidad de preservar variedades nativas de las plantas, incluso para crear nuevas variedades
mejoradas y resistentes a las plagas.
El trigo hoy cultivado en Canadá tiene genes procedentes de 14 países y los genes de los pepinos de EE UU proceden de
Birmania, India y Corea, genes adquiridos sin ninguna contrapartida económica, a diferencia de las semillas mejoradas que
exporta EE UU, por no hablar de las semillas transgénicas. Las multinacionales de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón
pretenden obtener gratis, sobre todo en los países del Tercer Mundo, los recursos genéticos, para luego venderles a precios de
usura las semillas, animales o medicamentos obtenidos, en base a la «propiedad intelectual», pudiéndose hablar con toda
propiedad de la existencia de una auténtica biopiratería. La ingeniería genética supondrá la pérdida de miles de variedades de
plantas, al cultivarse sólo una pocas con una alta productividad, por no hablar de otros muchos peligros, como la
contaminación genética, la aparición de nuevas alergias y la resistencia a los antibióticos, agravando los efectos de la
revolución verde de las décadas pasadas.
Proteger la biodiversidad
Existen dos planteamientos para conservar la biodiversidad: proteger las especies y las poblaciones individuales o proteger
los hábitats en los que viven. Lo esencial es la conservación de ecosistemas enteros, asegurando su funcionalidad. Los
esfuerzos dirigidos hacia las especies y las poblaciones, aunque son importantes, exigen una gran cantidad de tiempo y
esfuerzo; las medidas incluyen la protección legal de las especies individuales, planes de gestión y una conservación ex situ,
es decir, proteger las poblaciones de animales y plantas en zoos y bancos de semillas. La conservación ex situ sirve tanto de
seguro contra la pérdida de la diversidad genética y de especies en la naturaleza como de semillero para reintroducir o
reforzar las poblaciones silvestres. Además, los bancos de semillas son una fuente de diversidad genética para la
investigación agrícola.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica se firmó en junio de 1992 en la Conferencia de Río y entró en vigor el 29 de
diciembre de 1993; aunque EE UU no lo ha ratificado. Su objetivo es cubrir el vacío existente a nivel internacional en el
campo de la biodiversidad. El Convenio prevé programas de cooperación y de financiación para proteger la biodiversidad, y en
su artículo 6 contempla la necesidad de que «cada Parte Contratante… elaborará estrategias, planes o programas nacionales
para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica».
La Conferencia de las Partes del Convenio se ha reunido en cinco ocasiones, la primera en Nassau, en las Bahamas, del 28 de
noviembre al 9 de diciembre de 1994, y la segunda en Yakarta, Indonesia, entre el 6 y el 17 de noviembre de 1995, donde se
decidió que Montreal, en Canadá, fuese la sede permanente del Convenio, e igualmente se aprobó desarrollar un protocolo de
bioseguridad, que finalmente fue aprobado el 29 de enero de 2000. La sexta Conferencia de las Partes tendrá lugar en La Haya
entre el 7 y el 19 de abril de 2002, centrándose en la diversidad biológica de los bosques, las especies invasoras, el acceso
y el reparto de los beneficios de los recursos genéticos y las estrategias nacionales. Dentro del Convenio igualmente debe
desarrollarse un problemático protocolo sobre bosques, que fue uno de los temas que quedaron fuera de la Cumbre de Río de
1992, y otro sobre los derechos de los agricultores en el mantenimiento de los recursos genéticos.
Causas de la pérdida de biodiversidad
España cuenta con una gran diversidad de fauna y flora, pero su estado de conservación es lamentable, y son numerosas las
especies en peligro o amenazadas, como pone de manifiesto el proyecto Hispanat del antiguo ICONA: el 12% de las plantas
vasculares y el 26% de las especies de vertebrados están incluidas en las categorías extinguida, en peligro, vulnerable o rara
de la UICN. Un total de 209 especies de flora y 43 especies de vertebrados se encuentran en peligro de extinción.
En España se han extinguido varias razas de vacuno, y son muchas las especies ganaderas y plantas cultivadas en peligro de
extinción. Al igual que en toda Europa, la naturaleza y los ecosistemas originales han sufrido las consecuencias del
desarrollo: deforestación, pérdida de biodiversidad, alteración de los ciclos hidrológicos, desertización, erosión, suelos
contaminados, contaminación atmosférica, litoral esquilmado por la especulación urbanística y la pesca excesiva, cursos de
agua contaminados, generación anual de cerca de 270 millones de toneladas de residuos (de ellos más de 3 millones de toneladas
son residuos tóxicos y peligrosos), difusión de sustancias tóxicas y bioacumulativas como los organoclorados o las sustancias
radiactivas, acuíferos contaminados por nitratos y procesos de eutrofización.
Desde 1950 han desaparecido el 60 por ciento de los humedales. Se han construido decenas de miles de kilómetros de carreteras
por las que circulaban millones de vehículos.
Entre 1970 y 2000 la demanda de transporte de viajeros y de mercancías se ha
triplicado. El parque de vehículos superó los 22 millones, y nadie sabe cuando se alcanzará el nivel de saturación. Un total
de 1.100 embalses con capacidad para almacenar 53 km3 de agua han inundado 3.000 kilómetros cuadrados, y un total de 3,6
millones de hectáreas de regadío consumen ineficientemente el 80% de los usos consuntivos del agua (24.000 Hm3 sobre un total
de 30.494). Más de 500.000 pozos bombean cerca de 5.500 Hm3 al año.
Se consumen anualmente 1,8 millones de toneladas de fertilizantes químicos y 500 millones de euros de productos fitosanitarios
(no hay datos sobre cantidades físicas). La quema de rastrojos es una práctica generalizada, a pesar de que causa numerosos
incendios forestales, perjudica la conservación de los suelos, aumenta la erosión y perjudica la infiltración del agua de
lluvia. En el periodo 1961-2001 se han quemado en España más de 3 millones de hectáreas de superficie arbolada. El 18% del
territorio sufre una erosión superior a las 50 toneladas anuales de suelo por hectárea, y sólo el 3% de la superficie del país
está ocupada por bosques espesos. Entre 1940 y 2000 se han repoblado 3 millones de hectáreas con pinos y 500.000 hectáreas con
eucaliptos, y prácticamente nada con frondosas autóctonas.
Estrategia Española para Conservación y el Uso Sostenible de la diversidad Biológica
Hoy sigue pendiente la aprobación de la estrategia de Biodiversidad, prueba de la escasa atención del Ministro de Medio
Ambiente por la denominada Estrategia Española para la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica, que
todavía se encuentra pendiente de aprobación por el Consejo de Ministros. La Estrategia Española para la Conservación y el uso
Sostenible de la Diversidad Biológica lleva varios años pendiente de su aprobación oficial por el Consejo de Ministros, a
pesar de su presentación pública en la anterior legislatura.
España, con cuatro regiones biogeográficas (mediterránea, atlántica, alpina y macaronésica), cuenta con el 40% de las especies
de la UE y el 54% de los hábitats identificados como de interés comunitario (121 hábitats sobre un total de 226 tipos, según
la Directiva Hábitats 43/92 CEE). España cuenta con cerca de 80.000 taxones: 635 vertebrados, más de 50.000 invertebrados,
8.000 plantas vasculares, 15.000 hongos, 2.000 líquenes y 1.500 briofitas. Hay cerca de 1.500 endemismos vegetales, es decir,
especies que sólo existen en nuestro territorio. En toda Europa sólo se conocen 142.000 taxones, por lo que puede afirmarse
que más del 50% de las especies europeas están representadas en España, cifra que se eleva al 74% en el caso de las aves (368
especies) y al 79% de los mamíferos (118 especies). Igualmente nuestro país cuenta con 68 especies de peces, sobre un total de
150 en la Europa de los doce de la antigua UE, 56 especies de reptiles y 25 especies de anfibios.
En España es necesario que la Administración apruebe y desarrolle la Estrategia Española para la Conservación y el Uso
Sostenible de la Diversidad Biológica, tal y como obliga el Convenio firmado y las ONG deberían igualmente tener una
participación y control más estricto. Desde que en junio de 1992 el gobierno firmó el Convenio sobre la Diversidad Biológica
han transcurrido diez años, y en ese periodo las sucesivas administraciones lo único que han hecho es presentar una estrategia
que aún no ha sido aprobada.
La Estrategia no debe ser una mera recopilación de los planes y actuaciones existentes, ni tampoco debe quedarse en un
diagnóstico más o menos acertado de la situación de la diversidad biológica en España. Según el Convenio firmado, cada Parte
Contratante «integrará la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica en los planes, programas y
políticas sectoriales o intersectoriales». La conservación de los hábitats es imprescindible para la preservación de la
diversidad biológica. Se debe ampliar la red de parques y espacios protegidos al 15% del territorio, buscando un sistema de
áreas representativo de nuestra diversidad biológica, sin olvidar los valores paisajísticos, aunque lo fundamental es la
conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica en todo el territorio, y no sólo en los espacios protegidos. Sólo
el 5% del territorio español corresponde a espacios naturales protegidos, área que no obstante deja sin protección a una
tercera parte de los espacios identificados como de alto interés en el Proyecto Biotopos/Corine. La mitad de la superficie
protegida está en Andalucía, mientras que en el extremo opuesto se encuentran las Comunidades Autónomas que apenas han
protegido áreas, como La Rioja, Galicia o Castilla-León.
Igualmente es necesario recuperar las vías pecuarias y los ríos, auténticos corredores ecológicos verticales (las vías
pecuarias) y horizontales (los ríos) en la Península. La conservación de la biodiversidad debe determinar todas las políticas
sectoriales (económica, agrícola, forestal, pesca, agua, transporte, energía, turismo, urbanismo, comercio, industria, entre
otras), dando prioridad absoluta a la conservación in situ sobre los bancos genéticos (ex situ), aunque éstos también son
necesarios. Especial importancia merece la conservación de la diversidad genética de la agricultura y de la ganadería, tanto
in situ como ex situ (bancos de germoplasma).
Destrucción de hábitats
La destrucción del hábitat es la mayor amenaza actual para la biodiversidad. Un estudio de Conservation International mostró
que el 23,9% de los sistemas biogeográficos de la Tierra han sido completamente transformados por el hombre (el 36,3% si se
excluyen las superficies heladas, de roca y los desiertos), el 24,2% parcialmente y sólo quedan bien conservados el 51,9%,
cifra que se reduce a sólo el 27% si se exceptúan las superficies estériles. Sólo quedan sin transformar el 51,9% de las
tierras emergidas, aproximadamente 90 millones de km2. Las áreas parcialmente transformadas por las actividades humanas son 41
millones de km2 (24,2% de las tierras emergidas), y las áreas totalmente transformadas por el hombre superan los 40 millones
de km2, un 23,9% del total de las tierras emergidas. Sin embargo, estas cifras son engañosas, al incluir extensas áreas de
desiertos, rocas o hielos, que no son habitables o tienen escasa importancia desde el punto de vista de la diversidad
biológica.
Si se excluyen las áreas desérticas, rocosas y heladas, las zonas no transformadas por el hombre y por lo tanto con los
ecosistemas y la diversidad biológica bien conservadas, son sólo el 27%, mientras que las parcialmente transformadas son el
36,7% y las totalmente transformadas ascienden al 36,3%. Las zonas sin transformar son la taiga y la tundra en las latitudes
nórdicas, los desiertos en África, Australia y el centro de Asia, y la Amazonia. Las zonas más transformadas, sin apenas
restos de la vegetación original y con grandes pérdidas de diversidad biológica, son Europa, el Este de EE UU, China y el
Sureste asiático.
América del Sur, con el 62,5%, y Oceanía, con el 62,3%, son las dos regiones mejor conservadas y menos transformadas, mientras
que Europa es el continente que menos hábitats ha conservado, con sólo el 15,6%. Las zonas de Oceanía bien conservadas
corresponden a los desiertos de Australia, mientras que las regiones de América del Sur casi intactas corresponden a la
Amazonia, con bosques tropicales con una extraordinaria diversidad biológica. África es la zona con más áreas parcialmente
transformadas, reflejo de una presión demográfica todavía baja, y de una agricultura extensiva. Europa, con el 64,9%, es la
región más humanizada, más del doble que el siguiente continente, Asia, con el 29,5%.