Barbara K. Lunde, una ingeniera de telecomunicaciones de Washington, empezó a fabricar estas prendas hace 15 años, utilizando telas diseñadas para bloquear antenas portátiles y otro equipo. "Originalmente lo inventé para protegerme yo", explica, porque trabajaba cerca de una antena FM y tenía latidos de corazón irregulares. Ahora vende entre cien y doscientas prendas al año.
Un informe redactado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en 1996 concluyó que no hay relación entre los campos electromagnéticos y el cáncer, pero otros estudios han sugerido posibles efectos en la producción de hormonas. Lunde reconoce que la evidencia que sugiere que estos campos producen daño es casuística, pero "si uno piensa que necesita protección, allí está".