Si el creador del gusano hubiera introducido una simple línea más de código con algunas instrucciones dañinas, algo que no requiere ningún esfuerzo técnico especial, podríamos estar en estos momentos en una catástrofe sin precedentes que probablemente traspasaría la barrera de lo estrictamente informático, por la cantidad y sensibilidad de los procesos y datos a los que habría podido afectar. Pensemos por un momento que simplemente hubiera borrado todas las unidades a las que tenía acceso en cada uno de los ordenadores infectados.
En ningún caso pretendo minimizar el daño causado por el autor del gusano, de proporciones incalculables y que no tiene justificación alguna. En estos momentos ya hay varias investigaciones en paralelo para localizar el origen y llevar al autor ante la justicia. Si bien, es necesario llevar a cabo un ejercicio de autocrítica más allá de culpar exclusivamente al creador del mismo y ser conscientes del riesgo real que entraña no instalar puntualmente los parches, no en vano está en juego la seguridad de todos los datos y procesos dependientes de nuestros sistemas. ¿Podemos permitirnos arriesgarlos de nuevo?
La historia se vuelve a repetir, una y otra vez.
Code Red y Nimda en el 2001, o SQL/Slammer en el 2003, han sido claros exponentes de gusanos de propagación masiva que aprovechaban vulnerabilidades en los productos de Microsoft para propagarse de forma automática. Mucho más peligrosos que los típicos gusanos que se propagan por el correo electrónico, que requieren que el usuario los abra y ejecute para poder activarse.
Sin ir más lejos, en agosto de 2003 asistimos a la epidemia global causada por el gusano Blaster, que aprovechaba una vulnerabilidad en un servicio estándar de Windows, prácticamente un calco a lo que está ocurriendo con Sasser.
El patrón se repite. Gusanos de red que aprovechan vulnerabilidades, cuyos parches para corregirlas y prevenir la infección estaban disponibles con antelación. En todos los casos, desde Hispasec advertimos por este mismo medio del riesgo potencial que entrañaba no instalar dichos partes, incluso pronosticando la aparición de gusanos.
Llegados a este se puede discutir el grado de responsabilidad de Microsoft en el origen de las vulnerabilidades, su política de distribución de parches, esperar a que incorpore y active por defecto un firewall personal, barajar la posibilidad de migrar a otro sistema operativo con menos índices de virus y gusanos, o la necesidad de que los antivirus cambien su modelo reactivo que a todas luces es más que insuficiente contra este tipo de gusanos, capaces de infectar miles de sistemas en cuestión de minutos.
Otra opción, que no excluye todo lo anterior y a muchos más factores, es empezar por hacer autocrítica constructiva, y que los afectados asuman su buena parte de responsabilidad de cara a prevenir futuros incidentes.
Actualizar los sistemas, tan simple como efectivo
Dejando al margen comparaciones sobre el número de vulnerabilidades críticas que periódicamente afectan a Microsoft, los usuarios de Windows deben ser conscientes de que se trata de un producto que debe ser actualizado regular y puntualmente, como todos los sistemas operativos, en mayor o menor medida.
Es necesario realizar una campaña de concienciación/educación sobre la necesidad de mantener actualizados los sistemas, de las herramientas y servicios automáticos que existen para facilitar esta tarea, y de los riesgos que entraña no seguir esta práctica.
Ya no sólo para evitar infecciones de gusanos como Sasser, o de efectos peores. Sino que los usuarios deben ser conscientes de que, cada vez que no instalan un parche crítico, están dejando una puerta abierta para que un intruso pueda controlar totalmente su sistema, sustraer su información más sensible, borrar sus discos duros, o espiar todo lo que hacen con su ordenador. Y esto ocurre con mucha más frecuencia de la que se cree, con el agravante de que suele pasar desapercibido, al contrario de lo que ocurre con los gusanos.
En el ámbito corporativo todo lo anterior es aplicable. En Hispasec observamos, durante las auditorías de seguridad a sistemas corporativos, como suele existir una atención especial en la protección perimetral y de los servidores con servicios en Internet, dejando en un segundo plano, a veces olvidado, al resto de servidores internos, y especialmente a los PCs que actúan como estaciones de trabajo.
Es un grave error, de hecho toda la información sensible pasa por las estaciones de trabajo, que en la mayoría de las ocasiones podría estar bajo el control de un atacante gracias a las vulnerabilidades que poseen.
Otro talón de Aquiles típico en las políticas de seguridad son el control de los dispositivos móviles de uso personal, como portátiles, o usuarios de acceso remoto. En la mayoría de los casos se tratan de sistemas que se encuentran más expuestos a los riesgos de seguridad, ya que no siempre están bajo el paraguas de las protecciones corporativas. Sin embargo estos sistemas pueden llegar a tener una estrecha relación con la red interna, siendo en muchos casos el origen de las infecciones.
Bernardo Quintero
bernardo@hispasec.com
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