La orquestan el Observatorio Astronómico Nacional de Japón (NAOJ), el Observatorio Europeo Austral (ESO) y el Observatorio Radio Astronómico Nacional (NRAO-AUI), de EE.UU. El aire no desaparece, pero se siente su sequedad, la vista es limpia y el sol pica la piel. En la base OSF (Operations Site Facilities) aguardan cuatro antenas japonesas con sus receptores de radiofrecuencia en las entrañas. Norikazu Mizuno está a cargo de los gigantes. En el interior de la antena, un estrecho espacio permite estar de pie, pero limita los movimientos entre motores, cables y sistemas de refrigeración. El ruido es ensordecedor.
Europeos, estadounidenses y japonenses construyen por separado, con distintas soluciones. Deben lograr platos con parábolas perfectas que no desvíen la observación más allá del grosor de un cabello humano. Deben resistir la radiación, los cambios extremos de temperatura, el viento, el polvo y la nieve. Mitsubishi creó una fina película que permite a la parábola trabajar con precisión y ajena a las inclemencias ambientales. Mizuno se ríe; dice que "ni ellos saben el secreto del material". Desde la base, el ancho camino zigzaguea. Pasado el kilómetro 41 aparece el majestuoso y ondulante llano. El aire no llena los pulmones y el sol abrasa. El viento ruge suave y frío.

Alejandro Sáez, ingeniero, cuenta que la primera vez que subió, la falta de oxígeno lo atacó. "Tuve un temblor y me sentía tan mal que ni siquiera me moví para arrancar". Hoy fuma, como si nada. Nos muestra el edificio donde estará el módulo central de control de las instalaciones. El cerebro. En ordenadas estanterías descansan decenas de placas, parecidas a las de los ordenadores de casa, pero muchísimo más poderosas. Realizan 16 mil teramultiplicaciones por segundo. Cuando las antenas observen el firmamento, recibirán la señal con pequeñísimos desfases. Los datos llegarán por fibra óptica a los ordenadores que a su vez enviarán esas señales de forma ordenada a otra sección. Un segundo batallón de sistemas informáticos identificará de qué parte del espectro provienen. En una tercera etapa, se guardarán.
Sáez dice que las pruebas han sido exitosas. Pese a la altura, que complica las cosas. Por ejemplo, los discos duros no funcionan a tan baja presión y deben sellarse. Las mismas placas de los sistemas sufren por la fuerte radiación a pesar de que el complejo está blindado con planchas de metal en el techo. Pasemos a las ‘megamáquinas’; el francés Pascal Martínez se baja de "Otto", uno de los dos vehículos a medida para transportar antenas. La mole, al igual que su gemelo "Lore", pesa 130 toneladas, mide 10 metros de ancho y rueda sobre 28 neumáticos mineros. Cargado tarda cuatro horas hasta el llano. Las mismas horas que duró el ensayo de los nuevos y enormes ventiladores que enfrían los motores. No habían calculado que la falta de presión hacía que las aspas rotatorias no impulsaran suficiente aire. Quedan años de construcción y operación; ALMA recibirá las ondas en 2013.
Web: http://www.almaobservatory.org