El cáncer de pulmón de células no pequeñas (CPCNP) supone alrededor del 80% de todos los diagnósticos de cáncer de pulmón. Dentro de este grupo se incluyen principalmente tres tipos: adenocarcinoma, carcinoma escamoso y carcinoma de células grandes, junto con otros subtipos menos frecuentes. En España se diagnostican cada año unos 34.500 casos, de los cuales 23.400 corresponden a hombres y unos 11.000 a mujeres. Aunque sigue siendo más común en varones, la incidencia en mujeres continúa en aumento, un reflejo de los cambios en los hábitos de tabaquismo de las últimas décadas. La radioterapia, en este escenario, se ha convertido en una herramienta clave para curar, prolongar la supervivencia o mejorar la calidad de vida.
Cuando se detecta un cáncer de pulmón, definir en qué estadio se encuentra es fundamental. En fases iniciales, cuando el tumor es pequeño, la cirugía suele ser la primera opción. Pero si el paciente no puede operarse, ya sea por problemas de salud, por la localización del tumor o por decisión personal, la radioterapia se convierte en el tratamiento principal. En este contexto destaca la radioterapia estereotáctica corporal (SBRT, por sus siglas en inglés Stereotactic Body Radiotherapy), una técnica muy precisa que administra dosis altas de radiación en pocas sesiones. Cuando la intención es “eliminar” el tumor de forma definitiva se habla de radioterapia ablativa estereotáctica (SABR, por Stereotactic Ablative Radiotherapy). Dicho de otro modo, toda SABR se hace con técnica SBRT, pero no toda SBRT busca necesariamente esa ablación completa. Sus ventajas son notables: excelente control local en tumores pequeños inoperables, menor afectación del tejido pulmonar sano y menos visitas al hospital.
En fases localmente avanzadas, donde el tumor ya ha crecido dentro del tórax y afecta a ganglios linfáticos mediastínicos pero aún no ha generado metástasis, la estrategia suele combinar radioterapia y quimioterapia. Este tratamiento puede ser concurrente, es decir, administrado al mismo tiempo, lo que incrementa su eficacia a costa de una mayor toxicidad —especialmente esofagitis—, o secuencial, uno después del otro, más tolerable pero generalmente menos potente. La decisión depende de la situación clínica, las comorbilidades del paciente y la seguridad de la planificación radioterápica.
Si la enfermedad reaparece en el tórax tras un tratamiento inicial con intención curativa, las opciones incluyen reirradiación con técnicas avanzadas, braquiterapia (aplicación de radiación desde el interior o muy cerca del tumor), uso de SABR en lesiones bien definidas o incluso la reintroducción de quimioterapia en determinados casos. En la fase metastásica, la radioterapia desempeña un papel esencialmente paliativo: controlar el dolor óseo, detener sangrados pulmonares (hemoptisis), aliviar compresiones nerviosas o tratar lesiones cerebrales con radiocirugía o SABR de alta precisión.
La planificación del tratamiento es minuciosa. Se realiza un escáner específico de planificación que se fusiona con otras pruebas de imagen para definir con exactitud la zona a irradiar y los órganos que deben protegerse, como el pulmón sano, el esófago, el corazón o la médula espinal. Los planes se diseñan en tres dimensiones e incluso teniendo en cuenta el movimiento respiratorio. Durante el tratamiento, se utilizan controles diarios de imagen para asegurar que la radiación llega exactamente al lugar previsto. El equilibrio es siempre el mismo: dar la dosis necesaria al tumor y la mínima posible a los órganos sanos.
Sin embargo, la radioterapia también enfrenta limitaciones. Algunos tumores tienen zonas con hipoxia (poco oxígeno) o vasos sanguíneos anómalos que los hacen menos sensibles. Además, dentro de un mismo tumor puede haber diferentes poblaciones celulares con respuestas diversas a la radiación. A pesar de la precisión de las técnicas modernas, los tejidos sanos cercanos siempre reciben algo de radiación, lo que impone límites en la intensidad del tratamiento. De ahí que el éxito dependa también de factores muy prácticos como el estado nutricional del paciente, el control del dolor, la adherencia al tratamiento y la supervisión estrecha de un equipo multidisciplinar.
En los últimos años ha cobrado fuerza la combinación de radioterapia e inmunoterapia. La radiación puede “mostrar” al sistema inmune fragmentos del tumor y facilitar que las defensas lo reconozcan y lo ataquen. La SABR, por su intensidad y focalidad, parece especialmente eficaz para provocar este efecto de “aviso” inmunitario. También se investiga cómo el metabolismo del tumor influye en su respuesta y cómo determinados fármacos podrían hacerlo más vulnerable a la radiación. No obstante, aún se necesitan ensayos clínicos que definan con claridad las dosis, el número de sesiones y el momento óptimo para combinar estas terapias, ya que un uso inadecuado podría incluso perjudicar la respuesta inmunitaria.
De cara al futuro, se avanza hacia una oncología de precisión basada en biomarcadores que indiquen qué combinación de tratamientos funcionará mejor en cada paciente. La protonterapia —que permite liberar la energía de la radiación en el tumor minimizando la dosis en órganos sanos— se plantea como una opción prometedora, especialmente en pacientes jóvenes o con problemas cardíacos, aunque todavía no está disponible de forma generalizada. Por otro lado, la nanotecnología explora nanopartículas capaces de concentrar radiación en el tumor o transportar medicamentos radiosensibilizantes directamente a la zona afectada, con el doble objetivo de mejorar la eficacia y reducir los efectos secundarios.
En palabras del Dr.Francisco Jose Roig Vazquez “la radioterapia es una herramienta versátil y decisiva en el cáncer de pulmón de células no pequeñas. Puede curar tumores precoces inoperables gracias a técnicas estereotácticas, consolidar el control en enfermedad localmente avanzada en combinación con quimioterapia e inmunoterapia, y aliviar síntomas cuando la enfermedad está más extendida. Todo ello requiere planificación cuidadosa, decisiones compartidas y un acompañamiento cercano”.
Glosario usado en el artículo para entender la radioterapia en cáncer de pulmón:
Radioterapia estereotáctica corporal (SBRT, Stereotactic Body Radiotherapy): Técnica de radiación muy precisa que administra dosis altas en pocas sesiones sobre el tumor, protegiendo al máximo el tejido sano.
Radioterapia ablativa estereotáctica (SABR, Stereotactic Ablative Radiotherapy): Modalidad de SBRT cuyo objetivo es destruir completamente el tumor aplicando dosis muy intensas.
Radiocirugía: Procedimiento que utiliza radiación de alta precisión para tratar lesiones muy pequeñas, especialmente en el cerebro, sin necesidad de cirugía convencional.
Braquiterapia: Técnica en la que la fuente de radiación se coloca dentro o muy cerca del tumor, lo que permite administrar la dosis directamente en la zona afectada.
Protonterapia: Tipo de radioterapia que utiliza protones en lugar de rayos X. Los protones liberan la mayor parte de su energía justo en el tumor, reduciendo la radiación que reciben los órganos cercanos.
Oncología de precisión: Estrategia que adapta el tratamiento a las características específicas de cada paciente y de su tumor, guiada por biomarcadores.
Biomarcadores: Indicadores biológicos (como proteínas o alteraciones genéticas) que ayudan a predecir qué terapia funcionará mejor en un paciente concreto.
Nanotecnología aplicada al cáncer: Uso de nanopartículas —estructuras extremadamente pequeñas— para dirigir la radiación o transportar fármacos de forma muy localizada dentro del tumor.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 26 agosto). OpenAI)