El anuncio realizado por la administración Trump sobre una supuesta relación entre el uso de paracetamol durante el embarazo y un mayor riesgo de autismo en los hijos ha provocado un rechazo generalizado en la comunidad científica. Según adelantó The Washington Post, la Casa Blanca también ha promovido el leucovorin —un fármaco utilizado tradicionalmente para tratar ciertos tipos de cáncer y anemia— como posible tratamiento del autismo, a pesar de la ausencia de evidencia suficiente que respalde tal afirmación.
Durante un acto público reciente, el expresidente Donald Trump aseguró: “Creo que hemos encontrado una respuesta al autismo”, calificando el anuncio como “una de las cosas más importantes que haremos”. Sin embargo, sus declaraciones se enmarcan en una revisión de estudios estadounidenses que, aunque sugerían una posible asociación entre el uso de paracetamol (acetaminofén) durante la gestación y ciertos trastornos del neurodesarrollo, no han demostrado en ningún caso una relación causal.
“No hay pruebas sólidas de que cause daño al feto, y es uno de los analgésicos más estudiados en embarazo. Generar miedo en torno a su uso solo aumenta la ansiedad de mujeres ya vulnerables”, advierte Linden Stocker, consultor en medicina fetomaterna en la Universidad de Southampton.
La mayoría de expertos coincide en señalar que estas afirmaciones carecen de base científica y pueden tener consecuencias negativas en la salud pública. Según declaraciones recogidas por el Science Media Centre del Reino Unido, los estudios más rigurosos no han encontrado vínculos causales entre el consumo de paracetamol durante el embarazo y el autismo.
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha reafirmado recientemente que el paracetamol continúa siendo seguro durante la gestación, siempre que se administre bajo supervisión médica y en las dosis recomendadas. En su comunicado oficial, la EMA señala: “El paracetamol puede utilizarse para reducir el dolor o la fiebre durante el embarazo si es clínicamente necesario. Actualmente no hay nuevas pruebas que requieran cambios en las recomendaciones de uso vigentes en la UE”.
La farmacóloga Claire Anderson, presidenta de la Royal Pharmaceutical Society, destacó que “el paracetamol ha sido utilizado con seguridad por millones de personas durante décadas, incluidas las embarazadas. Es la primera opción para el tratamiento del dolor y la fiebre en pacientes diversos”.
Desde una perspectiva farmacológica, los estudios observacionales que sugerían una leve asociación entre el uso de paracetamol y el autismo han sido objeto de revisión crítica. Ian Douglas, de la London School of Hygiene and Tropical Medicine, explica que “es muy difícil medir con precisión la exposición al paracetamol durante el embarazo. Además, quienes lo toman suelen hacerlo por causas como infecciones o fiebre, que en sí mismas podrían aumentar el riesgo”. Un estudio sueco reciente, basado en comparaciones entre hermanos y publicado en 2024, no encontró evidencia de un mayor riesgo, lo que refuerza la hipótesis de que los hallazgos previos podrían estar sesgados metodológicamente.
Edward Mullins, profesor asociado en el Imperial College de Londres, refuerza esta postura: “La mejor evidencia disponible indica que el uso de paracetamol en el embarazo no está vinculado al autismo. El comunicado de la administración Trump parece una teoría no fundamentada, que puede privar a las mujeres de un tratamiento esencial para la fiebre y el dolor”.
En términos psicológicos y sociales, la afirmación también ha sido cuestionada por especialistas como Monique Botha, psicóloga de la Universidad de Durham, quien declara: “No hay evidencia robusta de una relación causal y estoy excepcionalmente segura de que no existe. El alarmismo solo impedirá que las mujeres accedan a la atención que necesitan y reavivará el patrón de culpabilizar a las madres por el autismo”.
Desde el ámbito genético, las investigaciones refuerzan aún más la falta de fundamento en esta supuesta relación. Angelica Ronald, profesora de Psicología y Genética en la Universidad de Surrey, subraya que “los estudios con gemelos muestran que si el paracetamol causara autismo, ambos gemelos fraternos lo tendrían. Pero no es así. Además, la investigación molecular ha identificado cientos de genes que influyen en la probabilidad de desarrollar autismo, lo que es incompatible con la idea de que el paracetamol sea un factor causal principal”.
En cuanto al leucovorin (ácido folínico), se han documentado beneficios en ensayos clínicos controlados y a pequeña escala con niños diagnosticados de autismo que presentan dificultades de lenguaje, particularmente en casos con ciertos anticuerpos. Sin embargo, no existen pruebas de que este fármaco prevenga o cure el autismo. La comunidad científica insiste en la necesidad de realizar estudios más amplios antes de considerar su aplicación como tratamiento generalizado.
Aunque las cifras en Estados Unidos muestran un aumento en los diagnósticos de autismo —con una prevalencia de 1 caso por cada 31 niños—, la mayoría de expertos atribuye este incremento a una mayor concienciación, mejoras en la detección precoz y evolución en los criterios diagnósticos, no a una supuesta epidemia vinculada a un agente ambiental nuevo.
Referencias bibliográficas:
Ahlqvist, V. H., et al. (2024). Acetaminophen Use During Pregnancy and Children’s Risk of Autism, ADHD, and Intellectual Disability, JAMA.
Prada, D., et al. (2025). Evaluation of the evidence on acetaminophen use and neurodevelopmental disorders using the Navigation Guide methodology, Environmental Health.
Frye, R. E., et al. (2018). Folinic acid improves verbal communication in children with autism and language impairment: a randomized double-blind placebo-controlled trial, Molecular Psychiatry.
Panda, P. K., et al. (2025). Efficacy of oral folinic acid supplementation in children with autism spectrum disorder: a randomized double-blind, placebo-controlled trial, European Journal of Pediatrics.
Fuente: Agencia SINC
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 2809 septiembre). OpenAI)