El embarazo es, en la mayoría de los casos, un proceso fisiológico transitorio; sin embargo, puede convertirse en un revelador clínico de gran valor cuando se presentan complicaciones como la preeclampsia¹ o la diabetes gestacional. En medicina, este periodo es considerado una verdadera “ventana” a la salud futura de la mujer, capaz de ofrecer señales tempranas sobre el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, metabólicas e incluso respiratorias.
En efecto, estudios longitudinales de gran envergadura que han seguido a decenas de miles de mujeres durante más de veinte años, confirman que quienes han experimentado trastornos hipertensivos del embarazo —como la hipertensión gestacional o la preeclampsia— presentan en la edad adulta un riesgo significativamente mayor de padecer enfermedades respiratorias como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), en comparación con quienes tuvieron embarazos sin estas complicaciones.
Este incremento de riesgo no es trivial. Se ha documentado que las mujeres que han sufrido preeclampsia tienen entre tres y cuatro veces más probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular a lo largo de su vida. Por otro lado, las mujeres con antecedentes de diabetes gestacional tienen hasta diez veces más riesgo de evolucionar hacia una diabetes tipo 2. Ambos escenarios suponen un impacto indirecto pero importante sobre el sistema respiratorio.
Parte de esta relación se explica por la evolución hacia una hipertensión crónica en muchas de estas mujeres, una condición que, si no se controla adecuadamente, compromete la función del árbol bronquial y los vasos pulmonares, acelerando el deterioro de la función respiratoria. En palabras clínicas: un embarazo complicado no sella el destino de la mujer, pero sí perfila un terreno en el que es necesario actuar con vigilancia y anticipación.
La preeclampsia y la diabetes gestacional comparten mecanismos fisiopatológicos como la disfunción endotelial, la inflamación sistémica, el estrés oxidativo y la activación del sistema renina-angiotensina. Todos estos procesos tienen expresión en los pulmones. En los casos graves de preeclampsia, el desequilibrio de factores angiogénicos puede lesionar el endotelio y desencadenar edema pulmonar en torno al parto. A largo plazo, esta “huella vascular” podría favorecer la aparición de síntomas respiratorios persistentes y acelerar el declive de la función pulmonar en mujeres predispuestas.
Desde la perspectiva metabólica, la resistencia a la insulina y la progresión hacia la diabetes tipo 2 posterior a una diabetes gestacional son factores que también inciden en el control de la presión arterial y en la inflamación de bajo grado, elementos que se integran en el complejo panorama de la salud respiratoria.
Por todo ello, durante el embarazo y en los meses posteriores, conviene no desestimar síntomas respiratorios como la disnea progresiva, las sibilancias, la opresión torácica, los ronquidos intensos con somnolencia diurna o los episodios de ahogo nocturno. Aunque son manifestaciones comunes y, muchas veces, benignas, su evaluación adquiere especial importancia si coexistieron con hipertensión gestacional o diabetes del embarazo.
El embarazo no solo es una etapa crucial en la vida de la mujer desde el punto de vista reproductivo, sino también una oportunidad diagnóstica y preventiva para anticipar posibles complicaciones cardiopulmonares. Una vigilancia médica proactiva en estas situaciones puede marcar la diferencia en la salud a largo plazo.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 2025-10-13). OpenAI)
¹ La preeclampsia es una complicación del embarazo que se caracteriza por la aparición de hipertensión arterial (presión arterial elevada) y, frecuentemente, afectación de órganos o disfunción uteroplacentaria después de la semana 20 de gestación en mujeres que previamente tenían una presión arterial normal.
Los signos y síntomas más comunes incluyen:
Presión arterial elevada persistente.
Presencia de proteínas en la orina (proteinuria).
Hinchazón (edema), especialmente en cara y manos.
Dolor de cabeza intenso.
Alteraciones visuales.
Dolor en la parte superior del abdomen.
Disminución de la función renal o hepática.
Disminución del flujo sanguíneo a la placenta, lo que puede afectar al crecimiento del feto.
En casos graves, la preeclampsia puede evolucionar hacia complicaciones más serias, como el síndrome HELLP o la eclampsia (convulsiones), que pueden poner en riesgo la vida de la madre y el bebé si no se trata a tiempo.
