Lo cierto es que la agresividad y violencia verbales que este ciudadano candidato a ser elevado a los altares -si no hubiera sido porque él mismo ha puesto en evidencia su verdadera personalidad- proyecta contra todo y contra todos, contrasta con la supuesta “dignidad” de un ídolo social falsamente endiosado que el tiempo y la realidad se han encargado de desmitificar.
No cabe duda de que su ansia personal de protagonismo y su enfermiza vanidad -además de los intereses políticos del PP en tener un personaje mediático y admirado por la sociedad que arremeta duro, gratuitamente y sin piedad contra el gobierno en las televisiones y la necesidad de una sociedad con valores tergiversados de héroes, aunque sean con pies de barro y se ensalcen a costa de humillar hasta la saciedad a sus opositores- han creado un monstruo mediático de escaso sentido común que se apoya en el sarcasmo, el insulto gratuito, la soberbia y el descrédito de todo aquel que se le pone por delante para defender, a tortas verbales, su descalabrada verdad.
Nada nuevo. Neira es un “Belén Esteban a la ilustrada”; un vanidoso al que se le permiten todo tipo de privilegios mientras suba los niveles de audiencia y haga el trabajo sucio para otros, lo suficientemente estúpido como para creerse influyente. Neira, al igual que ‘la de San Blas’, ha aprovechado una fatalidad personal para conseguir dinero e influencias, pero eso tiene un alto coste. Porque el lema sagrado de los “intereses creados” es explotar su producto hasta sacarle el máximo beneficio, y si les dejan ganar 1 es porque ellos se llevan un beneficio de 10. Al final, todos los trastos viejos quedan olvidados en un cajón o, peor, en el contenedor de la basura.
Jesús Neira se hizo famoso, según mi punto de vista -una opinión que ya expresé en su día asumiendo las críticas de muchos- por explotar el haber intermediado en una discusión subida de tono; una “pelea” entre parejas de esas que tienen costumbre de discutir en público, a empujones y levantando la voz sin ningún tipo de pudor o sentido del ridículo.
A esta forma de actuar tan desagradable y temperamental, por cierto, muy propia de los países Mediterráneos como España o Italia y que, además, vemos continuamente en los enfrentamientos que tienen lugar entre los colaboradores de ciertos programas televisivos sin que se produzca denuncia alguna, no la llamaría yo -siempre según mi opinión- “malos tratos”; sino eso: pelea entre parejas en la que se empujan los dos, indistintamente, demasiadas veces amplificados por el efecto de las drogas, el alcohol o la simple falta de educación. Los “malos tratos”, un problema muy serio y en alza, suelen propinarse con premeditación, nocturnidad y alevosía. No confundamos.
Todavía recuerdo cuando intentábamos ver con claridad la tremenda paliza que, según narraban concienzudamente los comentaristas televisivos, Antonio Puerta estaba propinando a Violeta Santander -a quien Neira, por cierto, ha llamado incluso “cucaracha”- sin que nadie en la recepción de ese hotel de Majadahonda hiciera nada. Yo jamás pude visualizar esas ‘sangrientas’ imágenes que los sensacionalistas comentaristas pretendían que viera en aquel borroso vídeo. Lo que sí pude ver con claridad es el tremendo puñetazo que Neira recibió de Antonio Puerta después de que el “profesor” se metiera en la disputa de pareja.
Recuerdo que en aquel momento pensé en la pasividad de los empleados del hotel y en que, estoy segura, hubieran intervenido si Puerta, realmente, estuviera maltratando, en el sentido exacto del término, a Violeta Santander. Lo que sí es cierto y el tiempo ha demostrado, es el grado ofensivo y provocador que pueden alcanzar las palabras de Neira, que muy bien -y esto, quiero que se entienda, no es una justificación- pudieron provocar la tremenda reacción de una persona enferma y psicológicamente desequilibrada como es Antonio Puerta.
Nunca justificaré el comportamiento público soez, ordinario, agresivo y comprometedor de Antonio Puerta y Violeta Santander, pero, insisto -pese a las críticas a las que seguro deberé enfrentarme- en que, en mi opinión, en esa desagradable discusión pública de dos personas desequilibradas por ignoramos qué motivos, se maltrataban los dos; presos de sus propias miserias.
El día a día está plagado, afortunadamente, de héroes anónimos que salvan las vidas de otras personas y que quedan en eso, en el anonimato, porque para ejercer la solidaridad, la caridad humana o la defensa de los derechos humanos no hay que ser un superman o una superwoman. Hay que ser, simplemente, humano. Neira consiguió notoriedad porque la buscó y posteriormente ha hecho de la polémica, de los insultos, de la prepotencia, de la violencia verbal, de la hipocresía y de la soberbia un negocio apoyado por intereses políticos a los que, ahora, su deplorable e injustificable comportamiento han puesto en evidencia.
Neira fue detenido cuando conducía borracho, con una tasa de alcoholemia de 0,87 miligramos por litro y dando bandazos por la M40. Ha faltado a la verdad asegurando que no había bebido nada más que una copa de vino y un licor de café y nos ha mostrado su verdadera calaña al dejarnos bien claro que no se arrepiente.
Arrogante, mentiroso, justiciero y retador ha demostrado -mostrando por fin su verdadera cara-, que no es un ejemplo para nadie y desde aquí me pregunto si otros -los que entonces se esforzaron por hacernos ver lo que no era y han creado por interés un personaje de semejante bajeza- serán capaces de reconocer su responsabilidad en esta comedia.
Sería de agradecer que este caso sirviera como jurisprudencia a la hora de valorar los méritos que una persona debe alcanzar para tener acceso a galardones tan importantes como los que se le han concedido a Neira. “Si no puedo darme un revolcón con una señora no quiero vivir”. Una afirmación más propia de un machista que de un líder contra la violencia de género. ¿No creen?.
Gema Castellano