Parece ser que el panorama de las relaciones internacionales, determinado por la égida mundial y la capacidad política de aglutinar voluntades de los Estados Unidos, ha sido propicio para que los Quince se hayan decidido, por fin, a dar un paso claro en su tan anunciada a bombo y platillo intención de presentarse ante el mundo como un actor único. De hecho, la elección de Míster PESC era una asignatura pendiente desde que, en Maastricht, se institucionalizase un pilar intergubernamental para las relaciones internacionales y la defensa y la seguridad comunes de los socios comunitarios adheridos y, más aún, desde que el Tratado de Amsterdam diera vida a esta singular figura.
En principio, podría decirse que el compromiso que encierra la figura del Míster PESC para la arquitectura de la Unión europea es por si solo alentador ya que, por incipiente que sea, cualquier forma de consenso intergubernamental entre los estados miembros siempre es preferible a la autonomía o a otro tipo de soluciones basadas en posiciones de fuerza que, al fin y al cabo, acaban desacreditando o debilitando en su conjunto el propio proyecto europeo desde un punto de vista pol¡tico, econ¢mico, militar y cultural.
Ciertamente hay que congratularse por el hecho de que quince estados soberanos se hayan planteado funcionar en el exterior como uno y lo manifiesten a trav’s de una portavoduc¡a visible. Pero la voluntad de los mandatarios de la Uni¢n europea de presentarse internacionalmente como un solo sujeto en que los Estados son piezas de un todo comon y solidario tiene que ser entendida, mientras los hechos no muestren lo contrario, m s como una declaraci¢n de intenciones que como una opci¢n pol¡tica con perspectivas reales de operatividad inmediata. Al menos en el mbito diplom tico.
En el terreno de las relaciones internacionales, m s que dudar de la funcionalidad real de la instituci¢n del M¡ster PESC hay ser con ella tan pacientes como condescendientes. Mister PESC est llamado a ocupar un lugar importante en el organigrama de la Uni¢n europea pero como, en su momento, sucedi¢ con la presidencia de la Comisi¢n su importancia ir de menos a m s. Establecer una l¡nea de pol¡tica exterior coherente entre potencias con intereses no siempre afines como Francia, Alemania o Gran Breta_a no va a resultar sencillo. Puede que lleve a_os o puede que, incluso, nunca se produzca una convergencia expl¡cita de tales intereses. Y en principio, las experiencias de pol¡tica exterior m s recientes de los Quince no invitan, precisamente, al optimismo. M s preocupados por la construcci¢n de un mercado interior que de aupar a la Uni¢n europea al rango de verdadera potencia, las soluciones individuales y la falta de entendimiento, cuando no el desencuentro, han sido las pautas de la pol¡tica internacional de los Estados miembros en las oltimas d’cadas en aspectos tan importantes para el continente como el conflicto de la Ex-Yugoslavia, la integraci¢n de los Estados de la Europa central y oriental y la defensa comon. Aunque se observan evidentes s¡ntomas de sinergia diplom tica, nada hace pensar que al menor contratiempo internacional los Estados se ensimismen en soluciones exclusivamente de soberan¡a. En ese contexto M¡ster PESC vendr¡a a ocupar un espacio meramente simb¢lico.
Parad¢jicamente es en un terreno tan delicado como el de la defensa comon donde parece que se est produciendo el mayor acercamiento en la l¡nea de lo que se quiere que sea una aut’ntica pol¡tica exterior y de seguridad comon. El acuerdo alcanzado, igualmente, en Colonia para dotar a la Uni¢n «de los medios y las capacidades necesarias para asumir las responsabilidades de una pol¡tica comon en materia de seguridad y defensa» a partir del segundo semestre de a_os 2000, y que tendr¡a en una fuerza de intervenci¢n r pida su primera realizaci¢n concreta, podr¡a ser la antesala de un futuro ej’rcito europeo. Opci¢n ‘sta que, sin embargo, hoy por hoy no parece viable por dos sencillas razones. Primera, por la tradicional neutralidad de Austria, Suecia, Finlandia e Irlanda, a no ser que se aplique la f¢rmula de «ej’rcito a la carta». Y segunda, y m s importante, por que Estados Unidos no puede admitir la existencia de una organizaci¢n defensiva europea que rivalice con la OTAN, es decir, que ponga en entredicho su absoluta supremac¡a militar en el viejo continente y en el mundo. Es dif¡cil imaginar una organizaci¢n europea de defensa y un «euroej’rcito» org nica y t cticamente aut¢nomos en el un espacio internacional monohegem¢nico. Como en el caso de la Uni¢n Europea Occidental (que al parecer va acabar por fusionarse con la Uni¢n europea) las estructuras militares propiamente europeas, sean las que sean, acabar n siendo un ap’ndice funcional de la OTAN.
Por ello y por que ser M¡ster PESC quien est’ al frente de la futura organizaci¢n defensiva europea no es casual que se haya elegido para ese cargo a Solana. Luego existen razones de tipo puramente simb¢lico o est’ticas en la elecci¢n del actual Secretario General de la OTAN, como son su talante europe¡sta y su alineaci¢n a posiciones pol¡ticas de centro-izquierda (de paso se le prepara el terreno para su – otra m s – futura candidatura a la presidencia del gobierno espa_ol) que en este momento son dominantes en los grandes de la Uni¢n (curiosamente, Aznar s¢lo ha dado su apoyo a la candidatura en el oltimo momento y cuando ‘sta ten¡a ya un respaldo un nime del resto de sus socios europeos). Claro que esa designaci¢n no deja de arrojar cierta inc¢gnita sobre la fluidez de las futuras relaciones pol¡ticas entre la Uni¢n europea y pa¡ses como Rusia, China y, por supuesto, Yugoslavia.