Un año y medio más tarde volvió otra vez, ésta para comunicarle que se había hecho cargo de la dirección política local de su partido, y le dijo : «Como puedes ver, ya he regresado». Creo que Borrell ha hecho bien dimitiendo, creo que ha sido especialmente oportuno. Ya sé que a la mayoría de los políticos, que de tan pegadas a la poltrona que tienen las posaderas para echarles se precisa, y se precisará, una palanqueta, esta clase de actitudes les parecen simples sacrilegios, porque el verbo dimitir no forma parte de su léxico y sólo saben conjugarlo para exigirlo a sus adversarios, pero a mí me ha gustado.
Que nadie se asuste. No tengo intención de exponer aquí mi análisis del particular. Eso, los últimos días, lo ha hecho todo el mundo, desde todas las perspectivas y matices, y os aseguro que el mío no tiene interés alguno. Quien me conoce sabe que el político socialista Borrell no es santo de mi devoción; no por socialista (yo no soy antisocialista), sino por su exacerbado centralismo espa_olista. Pero eso no es ningon obst culo para recordar con nostalgia la bocanada de aire fresco que represent¢ su irrupci¢n en el primer plano de la pol¡tica espa_ola, con aquella especie de salto de caballo, cuando se enfrent¢ al aparato de su partido y, a pesar de que le pusieron la zancadilla en todas las formas habidas y por haber (incluido algon que otro «pucherazo», como se ha sabido m s tarde de algon lugar de Andaluc¡a), obtuvo el apoyo de una mayor¡a clara de militantes del mismo.
Como a tantos otros, me decepcion¢ el resultado del debate que sostuvo en el parlamento con Aznar, un par de semanas despu’s de su elecci¢n. Por m s que el atroz comportamiento de la caterva «pepera» fuera digna de ellos mismos, no supo acertar ni el tema ni el tono. Borrell ten¡a, y sigue teniendo, toda la raz¢n. El «chafand¡n» de La Moncloa y los suyos estaban haciendo, y siguen lo mismo, juegos malabares y fuegos de artificio con las cuentas de la Seguridad Social ; pero era un tema s¢lo para expertos analistas contables, no para ser entendido por la mayor¡a del pa¡s. Me vais a permitir que exprese algo que, si bien se mira y debidamente analizado, es ciertamente una tonter¡a ; pero que estoy seguro que m s de uno va a comprender qu’ es lo que quiero decir. Yo, por los motivos que citaba antes, no pensaba votarle, y de verdad que eso me tra¡a de cr neo, porque tampoco creo en todo eso de «ser fuerte en Madrid», etc. ; pero ahora «aun menos» (a que s¡, que m s de uno me ha comprendido).
Por cierto ; hace unos d¡as el hortera hombrecillo del bigote y la sonrisa tenebrosa, haciendo gala de aquel ingenio que s¢lo los suyos le saben ver, declar¢ solemnemente que piensa terminar el a_o sin d’ficit en la Seguridad Social. Un pajarito me ha dicho que para conseguirlo ha dado instrucciones a las delegaciones provinciales del ente, para que denieguen por sistema una serie de pensiones de invalidez (rozando la prevaricaci¢n en m s de un caso), para «dar largas» al tema, y obligando a quienes tienen derecho a las mismas, por estar incapacitados de forma permanente para trabajar a causa de enfermedad y haber estado cotizando m s de media vida para tenerlas si algon d¡a era preciso, a recurrir a las magistraturas de trabajo (que empiezan a estar saturadas de reclamaciones de este tipo), para conseguirlas.
Claro que eso es coherente con el criterio que ha expuesto en Dubl¡n sobre el «estado del bienestar» (lo que el llama «pol¡ticas socialistas»): «Creemos que los altos impuestos destruyen las empresas, las regulaciones destruyen empleo, el intervencionismo mina la libertad, trae fraude y corrupci¢n». De centro de toda la vida, +no es cierto ?.
Por Jordi Portell