La España oficial se ha deshecho en elogios de él en su faceta de gloria de la literatura, en ambientes partidarios se ha destacado su inquebrantable lealtad al partido en el que militó casi toda su vida, y Alberti era todo eso, pero era también mucho más.
Quién no tuvo pegado en alguna pared de su casa, como un gesto casi estéril de protesta, aquel cartel alargado no demasiado grande, de tonos ocres, donde aparecía el poeta arengando a los milicianos en el patio del cuartel del Quinto Regimiento de Milicias antifascistas, en Francos Rodríguez, o quién no escuchó sus versos cantados en aquel disco deleznable, demagógico, grabado en Alemania Oriental con canciones militantes, verdaderos panfletos que nos ayudaron a unos cuantos a sobrellevar, con el placer de la transgresión, las amargas horas de la dictadura, no sabrá de qué estoy hablando. Por eso hoy he querido glosar al poeta de la resistencia antifranquista, a modo de humilde homenaje de alguien que muy alejado desde hace muchos a_os de sus planteamientos partidarios, no puede dejar de recordar cuando ‘l nos hac¡a vibrar de emoci¢n, recordando aqu¡ algunos de los poemas a los que he hecho referencia, como por ejemplo ‘ste que escribi¢ sobre las brigadas internacionales
Ven¡s desde muy lejos, m s esta lejan¡a
es para vuestra sangre que canta sin fronteras,
la necesaria muerte os nombra cada d¡a,
no importa en qu’ ciudades, campos o carreteras
De este pa¡s, del otro, del grande o del peque_o,
del que apenas si al mapa da un color desva¡do,
con las mismas ra¡ces que tiene un mismo sue_o,
sencillamente an¢nimos y hablando hab’is venido
No conoc’is siquiera ni el color de los muros
que vuestro infranqueable compromiso amuralla,
la tierra que os entierra la defend’is seguros
a tiros con la muerte vestida de batalla
Quedad, que as¡ lo quieren los rboles, los llanos,
las ¡nfimas part¡culas de la luz que reanima,
un solo sentimiento que el mar sacude, ¥hermanos!
Madrid con vuestro nombre se agranda y se ilumina.
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¥A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar !
A coraz¢n suenan, suenan, resuenan
las tierras de Espa_a en las herraduras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
caballo de espuma.
¥A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar !
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie ;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¥A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar !
Bien se ve que aqu¡ se trata
de esa Espa_a
de la reja, la tortura, la mordaza.
De esa Espa_a
que por no querer callarse,
no morirse, se levanta.
Cada vez m s se levanta.
Que no est sola en el mundo,
aunque tenga la garganta
seca de gritar, pues sabe
que otras voces, que otras manos
la acompa_an.
Aqu¡ se trata de Espa_a,
de esa Espa_a
que ya est ah¡, que ya sube,
que ya viene, que ya salta,
un toro libre en el pecho,
que ya salta.
Aqu¡, hoy,
no se trata de otra cosa,
nadie lo olvide,
de Espa_a.