Esta falta de respeto por los ciudadanos, al no comparecer personalmente a darnos la noticia, él que tan aficionado es a salir por «su» TV3 cuando cree «que toca», es decir siempre que le viene en gana, ha venido a remachar el clavo de porqué algunos, yo entre ellos, consideramos su etapa tan caducada como un yogur de hace por lo menos diez años.
+ste es un estilo que ha ido saturando las instituciones controladas por su gente. Entre otras muchas cosas que ofenden el sentido de la democracia que algunos quisiéramos para nuestro país, se distingue por (sólo para poner un pequeño ejemplo que sea significativo de lo que quiero decir), si alguna vez alguien les convence que ahora les conviene actuar de forma más transparente, su confusión de este último término con el de «legal». Convocar a los regidores a un pleno municipal de forma fehaciente cuarenta y ocho horas justas antes de celebrarlo, es legal, pero depende de la densidad del orden del día de los temas a tratar que la convocatoria sea adem s transparente. Si para postre no se ha hecho por lo menos lo mismo con los dem s a quienes tambi’n hay que convocar (que los plenos municipales sean poblicos no es ninguna concesi¢n graciable del poder sino un derecho ciudadano), colocando a tiempo anuncios suficientes de este tipo de convocatoria en todas las carteleras del municipio, aunque la ley no lo prescriba de modo taxativo, quiz s no se haya vulnerado la legalidad pero aquello de la transparencia ha quedado hecho unos zorros. Es lo mismo que ocurre ahora con la falta de solemnidad institucional y de explicaciones a los ciudadanos sobre por qu’ las ha convocado sin agotar del todo el per¡odo, por muchas vueltas que se haya dado al tema desde hace m s o menos un a_o. Por estas cosas, y por muchas otras que aunque resulten del caso seria demasiado prolijo detallar aqu¡, pienso que ya es hora de cerrar esta etapa de la historia reciente de Catalunya, si no por otra cosa, al menos por higiene.
Permitidme usar un ejemplo que considero adecuado, esperando no ofender la sensibilidad de nadie. En nuestro tipo de sociedad es normal el uso de ropa interior bajo los vestidos externos. Las m s usadas de estas prendas son las bragas y los calzoncillos, que usamos incluso en verano, de los que es bastante comon tener un caj¢n del armario o tocador lleno o medio lleno. Si no somos en exceso conservadores y sentimos una cierta afici¢n a la pluralidad, las tenemos de formas, colores y tama_os (maxi-midi-mini) diversas, por no hablar de los distintos tipos de tejido con que hayan sido confeccionadas. Una vez que hemos llegado hasta aqu¡, creo que coincidiremos que, quien m s quien menos, todos y todas tenemos aquellas que nos gustan m s y las vestimos con m s frecuencia. Son aquellas prendas con las que nos sentimos m s atractivos en segon que situaciones, nos gusta m s el toque de su tejido contra la piel o simplemente nos parecen m s c¢modas.
Pero todos y todas, una vez transcurrido aquel tiempo que nuestro particular y subjetivo sentido de la higiene considera el adecuado para llevarlas sin cambi rnoslas, un d¡a, una semana o un mes, lo hacemos por otras que con bastante probabilidad no ser n exactamente como las que m s nos gustan, nuestras predilectas. Y lo hacemos, no tanto por el gusto est’tico (s¢lo a los muy conservadores les apetece vestir siempre igual, por dentro y por fuera) sino por higiene, para no terminar echando un cierto tufillo maloliente como seguro que ocurrir¡a tarde o temprano si nos pillara la obsesi¢n de llevar siempre las mismas, sin cambi rnoslas nunca, por bonitas que fueran.
Y encima a m s de uno, yo mismo sin ir m s lejos, ni siquiera nos han parecido nunca ni las m s atractivas ni las m s c¢modas, ni tampoco sentimos ninguna predilecci¢n especial por estas «bragas y calzoncillos», que ya est n incluso acartonadas del tiempo que hace que no nos las cambiamos.
Jordi Portell