El «Caso Pinochet» puede ser visto como una obra dramática interactiva, monumental, con ambientación internacional, para la que se ha dispuesto de tres escenarios simultáneos: Chile, España e Inglaterra. Los actores del reparto han ido mejorando sus capacidades histriónicas durante el rodaje mismo y ya conocen bien sus roles. Cada uno de ellos hace su aparición en escena, cumple su papel y hace mutis por el foro alternadamente. Desde el comienzo del rodaje, el personaje principal se ha mostrado en escena sólo para dar fe que existe, que está de cuerpo presente y su voz se ha escuchado una vez para desconocer la jurisprudencia de sus jueces. Incluso en esa ocasión sus palabras fueron corregidas para mantener su trascendencia dentro de un contexto predefinido. En todas las demás ocasiones el Mundo ha debido aceptar documentos, declaraciones y opiniones de actores de reparto que dicen actuar en nombre del personaje central, con o sin su aprobación. En más de una ocasión estos representantes han enmendado las declaraciones con otras que, aparentemente, provienen del personaje central qui’n manifestar¡a, por intermediarios oficiosos, su disconformidad. Nos hemos acostumbrado a que hablen sus hijos, su esposa, los abogados, los pol¡ticos representantes de la UDI, de Renovaci¢n Nacional, del Ej’rcito en servicio activo y en retiro. Todos en su nombre. Dos «cartas» ha sido difundidas pretendiendo ser su «testamento pol¡tico» y su complemento. Poco despu’s fue quedando en claro, de modo indesmentible, que su redacci¢n hab¡a sido resultado de intensos an lisis pol¡ticos que pretend¡an provocar predeterminados efectos en sectores de la ciudadan¡a, de las FFAA chilenas y del Mundo en general y que el personaje central hab¡a aportado s¢lo su firma.
Indudablemente, el personaje principal tiene una opini¢n propia sobre el rol que le corresponde. Pero la experiencia de su s’quito hizo aconsejable ir remplazando los t¡picos exabruptos y frases espont neas por declaraciones m s elaboradas y contenidos de trascendencia calculada. Entonces fue confinado, enclaustrado, estereotipado y condenado a servir como nexo o ente referencial para una compleja producci¢n interactiva. La interacci¢n se da entre los libretos elaborados y presentados por gobiernos, copulas de poder y pol¡ticas y los espectadores. Tal y como debe ocurrir en una obra interactiva, algunos espectadores o grupos de ‘stos se han esforzado por exigir un protagonismo m s decisivo que ha sido rechazado por los guionistas a fin de evitar improvisaciones indeseables que pudieran alterar el desenlace pretendido. El protagonismo que demandan algunos grupos de espectadores es comprensible y justificable por los hechos hist¢ricos donde se origina el argumento de la obra. Pero el final concebido por los guionistas no coincide con el desarrollo hist¢rico natural de los hechos ni con una rigurosa aplicaci¢n de consideraciones jur¡dicas y tampoco con las expectativas de algunos espectadores involucrados.
Por tratarse de una obra interactiva con la realidad, basada en la realidad contingente, utiliza herramientas y personajes reales y debe sujetarse a normas vigentes de convivencia internacional. Tiene defensores y detractores activos muy concretos. Desde el comienzo mismo de la puesta en escena, se vio la necesidad de ir forzando el desarrollo, modificando cada nueva l¡nea para acomodarla a las circunstancias y de un modo que apareciera como una evoluci¢n natural. A pesar de los esfuerzos, hubo que repetir escenas introduciendo correcciones a fin de ajustar los resultados inmediatos. Fue preciso considerar a los actores independientes que debieron ser aceptados en el libreto respetando su independencia. La ambientaci¢n en escenarios naturales reales ha encajonado a las variantes del desenlace y ahora son predecibles. Asistimos a las escenas finales. Los actores han realizado un doble juego durante todo el desarrollo. Declaran intenciones que no encajan con las acciones ni con el desenlace concebido. Parece llegada la hora de guiar a los espectadores para que las interacciones recobren su validez porque la obra ha entrado en una fase donde esas interacciones han perdido casi toda su raz¢n de ser. S¢lo un error garrafal de los actores podr¡a obligar a modificaciones sustanciales del Gran Final ya escrito que, en un caso extremo, implicar¡an perder el control de las escenas preconcebidas para transformar la obra en improvisaci¢n pura.
Algunos personajes secundarios relevantes han realizado un ritual protocolar mediante visitas al personaje central que encajan con lo que bien pudieran ser actos de despedida. Otros han abandonado el escenario central y se han desplazado hasta el rea de los espectadores para deslindar sus responsabilidades sobre la Escena Final. Se ha iniciado un di logo entre los gobiernos protagonistas que califico y describo como el pre mbulo de pulimiento, de atar cabos sueltos, de compendio o recordaci¢n poblica de lo obrado, de preparaci¢n para un final ineludible que debe aparecer como natural.
Inesperado pero salom¢nico. Una especie de «Justicia Divina» que viene a sacar a los «t¡teres humanos» del atolladero. Despu’s s¢lo vendr aceptar el hecho «fortuito» consumado «por el azar» para actuar en consecuencia, empalmando con «la realidad».
En el doble juego de los actores de reparto ya no participan activamente el personaje central ni sus detractores. Estos est n siendo sometidos a «los designios del destino», m s all de «la voluntad» que aparentan poblicamente sus defensores. Estos oltimos aparecen, entonces, asumiendo el rol activo y representando su doble papel, cuidando todos los detalles. Estos han analizado y evaluado exhaustivamente las variantes posibles para el final. Ninguna de las variantes naturales satisface a las partes. Peor aon. Cualquiera de esas variantes es visualizada como agravante de la realidad que se pretende manejar y amenaza con hacerla inmanejable o, al menos, con consecuencias lamentables, de dif¡cil reparaci¢n, entorpeciendo el futuro planificado. S¢lo cabe pronosticar, as¡, la muerte «natural» del personaje central insertada en el gui¢n con una fecha l¡mite. Los d¡as del personaje central han iniciado su conteo final. S¢lo sus detractores podr¡an detenerlo.
Valentin Marchant
Desde Santiago de Chile.