En la sociedad industrial moderna las mujeres no son sometidas a través del dominio masculino violento, ni a una victimización similar a la de las mujeres que viven en Africa o de los países árabes.
El sistema de subordinación sexual en Occidente ha adquirido un carácter diferente, y su comprensión adecuada requiere desplazar el análisis meramente externo, a la dominación y sujeción implícita en la forma misma en que la estructuración social de la subjetividad femenina ha venido siendo determinada por el ensamble sistemático de prácticas generalizadas.
Y la disciplina corporal femenina es un ejemplo de ello. Las practicas que construyen el cuerpo femenino tienen como objetivo algo muy diferente de lo que aparentemente pretende. La construcción social del cuerpo femenino tiene como su instrumento básico, disciplina, y disciplina basada en la desigualdad. La ausencia de organismos o autoridades disciplinarias formalmente identificables o de sanciones legales, solo encubre el grado en que el imperativo «femenino» sirve al inter’s dominante.
Esta, por ejemplo, es una mentira que todos aceptamos: el primer par de zapatos de taco alto es parte del proceso de crecimiento y no el equivalente moderno del » vendaje de pies».
La falta de sanciones publicas no significa, que la mujer que no se someta a la apropiada disciplina corporal, no tendr que sufrir consecuencias. Muy por el contrario. En el mundo dominado por hombres y para hombres, tendr que encarar severas sanciones, una de las cuales, es la perdida del patronaje masculino, lo que implica la perdida de una intimidad heterosexual que cada ser humano tanto necesita.
La llamada consciencia femenina no es algo gen’ticamente programado, sino algo «internalizado» e incorporado dentro de la estructura del yo. En t’rminos generales, entendemos por tal, a modos de percepci¢n que nos permiten distinguirnos de otros individuos y cosas que no forman parte de mi. Y una particular visi¢n masculina determina y construye una determinada forma de consciencia y cuerpo femenino, que hoy en d¡a, unidas a las fuerzas del mercado, son prevalentes.
Una rica cantidad de an lisis de investigaciones te¢ricas y emp¡ricas han venido delineando y definiendo estas tecnolog¡as corporales que tienden a producir una espec¡fica forma de «femineidad»: reg¡menes alimenticios y f¡sicos, expertos en como caminar, hablar, cuidar del cabello, la piel y como usar el maquillaje. Para nombrar solo algunos. Todos ellos est n unidos en un componente central que regula normas femeninas de identidad, a saber, atracci¢n sexual.
La adquisici¢n y practica de cada una de estas disciplinas implica la adquisici¢n de habilidades. Sandra Barky, ha sugerido que, especialmente en los pa¡ses industriales, la gran mayor¡a de mujeres ignoran la cr¡tica a la industria de la moda y los standards de belleza, porque su abandono implica un desaf¡o a su sentido de identidad.
Lo interesante en la idea de identidad, sea femenina o masculina, como algo creado e introyectado desde afuera, es que una vez que tomamos consciencia de ella, podemos cambiarla, d ndonos la posibilidad de ser algo diferente a lo que ‘ramos al comienzo.
Nieves Fuenzalida
Canad , Ottawa, Noviembre 4, 1999.
LA PRODUCCIÓN FEMENINA
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