En el reclamo de la Derecha económica y/o política, existe un elemento atendible y rescatable. Es la Paz Social indispensable para que el país sea productivo, eficiente y logre metas económicas. Estas metas suponen mayor bienestar social generalizado. Si el país crece es porque todos crecemos.
Se asume, entonces, que si todos nos dedicamos «a nuestras tareas productivas», dejando de lado las cuestiones políticas, sacaremos adelante al país en beneficio de todos. De aquí que los sectores más radicalizados de la Derecha sientan aversión por los «políticos» ya que los ven como elementos perturbadores de la Paz Social debido a que, con sus discursos convincentes, pueden arrastrar a sectores de la ciudadanía a distraerse de su labor fundamental, perturbando
el entorno ciudadano que sólo desea trabajar en paz. En la medida que la perturbación crece se resiente la productividad, las metas no pueden cumplirse y cobran más credibilidad los argumentos perturbadores. Se produciría, así, un círculo vicioso que perjudicar¡a a la mayor¡a y no s¢lo a los agitadores directos.
Con este criterio, se puede concluir que basta un solo agitador social, ubicado estrat’gicamente, para provocar un significativo impacto en la paz social. Este oltimo concepto hace exclamar, a los m s afiebrados, que deber¡a eliminarse f¡sicamente a todos los agitadores. Este es el fundamento de los
Dictadores y de sus defensores, elemento esencial que es independiente de un color pol¡tico o doctrina. En el caso chileno, los agitadores son motejados de «comunistas», «socialistas», «izquierdistas» y «extremistas».
Pero los «agitadores» s¢lo pueden lograr eco si se apoyan en una buena raz¢n. Independiente del nivel cultural, la ciudadan¡a es capaz de discriminar entre «agitaciones artificiales» y justificadas. Si ‘stas son artificiales, el agitador y su grupo deber¡an ser f cilmente detectados, aislados y controlados.
La desestabilizaci¢n de un r’gimen gubernamental, sea dictatorial o democr tico, v¡a agitaci¢n social, puede lograrse con basamentos artificiales y/o plenamente justificados. En la actualidad y hacia el futuro parece dif¡cil intentar la desestabilizaci¢n de un Sistema de Gobierno por la implementaci¢n de agitaciones artificiales al mismo tiempo que resultar m s f cil desenmascarar a un Sistema corrupto y merecedor de derrocamiento. Esto oltimo en virtud de la fluidez de las Comunicaciones Globales y de los Convenios Internacionales que buscan proteger al individuo frente a las arbitrariedades e injusticias sin importar la nacionalidad del protegido o del inculpado o las razones que pretenda exhibir el Estado Infractor.
En el actual escenario mundial, las agitaciones sociales tan temidas por los reg¡menes de fuerza, s¢lo pueden prevalecer si obedecen a causas plenamente justificadas. En Chile, la Derecha Econ¢mica y el Gobierno actual no pueden pretender Paz Social Plena mientras permanezcan vigentes las razones que la perturban. El jaque a la Estabilidad Econ¢mica y a la Gobernabilidad no est dado por «agitadores profesionales» y ni siquiera por la grosera diferencia entre ricos y pobres. Es por causas pendientes. Las derivadas del per¡odo dictatorial y la intencionalmente desatendida causa del Pueblo Mapuche desvirtuada mediante desnaturalizaci¢n preconcebida o consciente.
Los defensores de Pinochet deber¡an entender que el pa¡s estaba esperando, silenciosamente, una oportunidad para «pasarles la cuenta» por sus abusos. Y esto no es «revanchismo» ni nimo de «venganza» ni af n de «destruir» todo lo que hayan hecho de bueno. No se busca matar a tantos como ellos mataron ni demoler sus obras y ni siquiera pedir que rindan cuentas de dineros mal habidos. Es tanto el anhelo de justicia frustrado tantas veces ya que, la sola decisi¢n inglesa de quitar la inmunidad a Pinochet, aunque s¢lo desde una fecha fija, ha sido entendida por una mayor¡a del pa¡s como un «acto de justicia». Los defensores de Pinochet alegan que, con esto, se ha «reabierto» una herida que ya estaba cicatrizando. Craso error. A ningun m’dico o practicante cuerdo se le ocurrir¡a vendar definitivamente una herida infectada y evolucionando larvadamente. Es preciso «curar» esa herida. Para esto no sirve y es perverso intentar canjear cad veres por cad veres. Tantos de tu lado y tantos del m¡o. Hay una diferencia fun
damental entre la violencia institucionalizada y la desesperada violencia defensiva de quienes buscan liberarse de un opresor. Tampoco resiste an lisis sostener que lo realizado por la Dictadura haya sido «el onico camino para evitar una guerra civil» o para «expulsar el marxismo» de nuestro pa¡s. En el oltimo t’rmino, las ideolog¡as no se extinguen por la v¡a de matar a sus sostenedores. Lo pueden comprobar ahora.
Las ideolog¡as mueren de muerte natural. La tesis de la «guerra civil» ha mostrado sus or¡genes de modo indesmentible con la liberaci¢n de comprometedores documentos norteamericanos. Fue una «agitaci¢n artificialmente implementada». De no haber habido intervenci¢n extranjera y militar interna, el gobierno de Allende hubiera ca¡do por sus propios errores. La labor policial y/o armada debi¢ haber sido controlar la «agitaci¢n artificial».
En t’rminos simples: la instauraci¢n de la Dictadura chilena requiri¢ intervenci¢n artificiosa. Por eso fue resistida y combatida. En Cuba obedeci¢ a causas justificadas y por eso pudo perdurar. En Democracia, los descontentos se canalizan mediante votos. Pero se activan por algun tipo de injusticia no solucionada. Los gobiernos pierden el control de las situaciones a las cuales no pueden responder adecuadamente amparados por la raz¢n. Entonces interviene la fuerza. La Paz Social requiere Justicia Social. Los agitadores pol¡ticos pierden su sentido mediante justicia pareja para todos y equidad en las reglas econ¢micas sobre asignaci¢n de recursos y oportunidades.
N¢tese que los defensores de Pinochet caen en flagrantes contradicciones por sus propios fundamentos. Ellos justifican la violencia empleada con dos argumentos paralelos. Los abundantes casos de violencia criminal que incluyen asesinatos horrorosos, ejecuciones por fusilamiento sin previo juicio,
tortura f¡sica por flagelaci¢n manual, el’ctrica y mec nica, vejaciones sexuales extremas y aberrantes, desaparici¢n de personas previamente detenidas y otros variados casos, son justificados argumentando que «era preciso exterminar el c ncer marxista» e inventando una «probable guerra civil» que pudo arrojar resultados peores. Curiosamente, el m ximo uso de esos m’todos ocurri¢ en los primeros a_os de la Dictadura, cuando no hubo resistencia organizada de la poblaci¢n. Peque_os grupos aislados intentaron, posteriormente, actos puntuales de enfrentamiento, como es el caso del atentado a Pinochet y su comitiva. Todos ellos constituyeron fracasos suicidas. Pero permitieron justificar la «caza internacional de extremistas» implementada por los organismos secretos represivos del Estado.
El sometimiento del pa¡s entero a una obediencia total, la no deliberaci¢n pol¡tica, el desmantelamiento completo de las organizaciones sociales, profesionales, sindicales y pol¡ticas, la atomizaci¢n del cuerpo social y la desmenuzaci¢n de la opini¢n poblica en entes individuales y aislados entre s¡, el control total de los Medios de Comunicaci¢n, ni siquiera son explicados. No se habla de eso. Simplemente, se afirma que debemos fijarnos en los «logros econ¢micos obtenidos». El fin justifica los medios!
Ellos alegan que fue necesaria la violencia para imponer lo que ellos creen bueno para el pa¡s. Y agregan que debemos estar agradecidos. Que, gracias a Pinochet y a sus m’todos, podemos «disfrutar» del Chile que hoy tenemos. Un Chile donde las ideas de Milton Friedman fueron impuestas a sangre y fuego. Con absoluto descaro, el mismo Friedman duda que sus conceptos econ¢micos puedan sostenerse en la medida que aumenta la democracia. Por eso es que, en el Chile actual, se habla de «democracia protegida». Una democracia que requiere «el alero protector de las Fuerzas Armadas», una sociedad con la deliberaci¢n restringida a copulas de poder pre-establecido, desinformada por Medios de Comunicaci¢n empleados para distorsionar la realidad y promover la
superficialidad de los hechos. De este modo, la relaci¢n «causa aparente/efectos» conduce a transformar cada necesidad inmediata o problema visible en negocios lucrativos sin concebir o proponer jam s soluciones de raiz.
La poblaci¢n chilena se acostumbr¢ a considerar censurable e inconveniente la solidaridad por cuestiones pol¡ticas o reivindicaciones leg¡timas de los grupos. Siente una profunda desconfianza por los pol¡ticos. La prescindencia pol¡tica es casi un signo de inteligencia. La afiliaci¢n pol¡tica es una cuesti¢n de ventajas estrat’gicas. Los pol¡ticos y «l¡deres de opini¢n poblica» desacreditan todo intento solidario motejando de «infiltrados» a quienes se arriesgan en apoyar iniciativas. El caso m s ilustrativo se observa en las protestas mapuches. All¡ es f cil identificar a «infiltrados». A pesar de eso, cada mapuche participante debe demostrar su ascendencia documentadamente para «tranquilizar» a la opini¢n poblica.
Aparece evidente que el anhelo b sico del pa¡s es recuperar y mantener el pleno derecho a escoger su forma de Gobierno y a modificar, cuantas veces sea necesario y pertinente, nuestras reglas de convivencia para ajustarlas en una bosqueda leg¡tima de una paz no impuesta por la fuerza sino basada en justicia, oportunidades y prosperidad equitativas. Pero, al mismo tiempo, ese b sico anhelo se ve dolorosamente frustrado al momento de optar, en elecciones libres, desde un paquete de candidatos pre-fabricados, predecibles como simples aseguradores de una continuidad indeseable.
VALENTIN MARCHANT
Desde Santiago de Chile