Uno de los fenómenos menos analizado y para el que no existen estudios específicos actuales que sirvan de referencia es el marcado descenso de las influencias políticas y militares visibles de USA sobre América Latina tomada en conjunto. Dos excepciones notables para esta afirmación son México y la zona del Caribe. Para el caso de Cuba, se observa una creciente presión de grupos económicos y empresarios individualizables estadounidenses por suavizar, hasta donde sea posible, las asperezas que frenan sus intentos por incrementar sus intercambios comerciales con la isla. La presión apunta a una virtual inoperancia del bloqueo económico impuesto, unilateralmente desde el gobierno de USA, por razones originadas en condiciones notablemente diferentes de la correlación de influencias militares y políticas actuales.
En la década de los 70, los intentos de exportación del modelo cubano, expresados en apoyo ideológico, propagandístico, logístico, de entrenamiento militar y provisión de armamento a grupos guerrilleros, mientras estaba vigente la URSS, llev¢ a USA a un endurecimiento m ximo ante Cuba y a intervenir, abiertamente y de modo decisivo, en diversos pa¡ses latinos. Estas intervenciones fueron inmisericordes, descaradas y en gran escala. Significaron derrocamientos de gobiernos, instalaci¢n de dictaduras militares y de gobiernos t¡teres de USA. Eran los tiempos en que Am’rica Latina entera era considerada el «patio trasero» de USA. Una base militar estadounidense en Panam serv¡a de Escuela para formaci¢n, perfeccionamiento, inculcar la doctrina anti marxista y entrenamiento anti subversivo a militares latinoamericanos. De all¡ salieron los m s implacables, feroces y criminales uniformados a integrar Servicios de Inteligencia, mandos medios y superiores en las Fuerzas Armadas de los diversos pa¡ses latinoamericanos. Hace muy poco tiempo esa base ha sido desmantelada.
En los 80, desintegrada la URSS, sin muro de Berl¡n, con Cuba completamente aislada, resignada a priorizar su sobrevivencia econ¢mica, abandonando sus intentos de «inflamar a toda Latinoam’rica» y sus fracasadas aventuras revolucionarias en Africa, m s el advenimiento de la Globalizaci¢n y la consolidaci¢n acelerada de la Comunidad Europea, USA comenz¢ a relajar su f’rreo control sobre su «patio trasero». Mejor aon. Dio inicio a un proceso de enmascaramiento del control pol¡tico-militar procurando apoyar el advenimiento de gobiernos civiles o de fachada civil, condenando, en su discurso, los excesos militares y las violaciones a los Derechos Humanos. Es un proceso que aon no termina y que pretende armonizar criterios estimulando el di logo entre facciones beligerantes, pacificar los nimos decretando la obsolescencia de conceptos tales como la «lucha de clases» y el antagonismo entre capitalistas y trabajadores. Debuta y se establece el concepto de la Democracia Protegida como marco para la implementaci¢n de la Econom¡a de Mercado, bajo lineamientos de la doctrina Friedmann, identific ndose a esta mixtura como Neoliberalismo.
La historia latinoamericana, entre los 70 y 90, registra el auge y ca¡da de numerosos movimientos guerrilleros, revolucionarios, extremistas, algunos nacionalistas y otros con ra¡ces marxistas. A pesar de los esfuerzos realizados por los diversos movimientos insurgentes para establecer alianzas internacionales, apoyarse mutuamente y coordinar sus estrategias, el resultado general ha sido un completo fracaso. Ni siquiera el poderoso movimiento sandinista nicaraguense, exitoso al grado de conquistar el gobierno de su pa¡s, logr¢ sobrevivir o acercarse un poco al resultado observado en Cuba. El fracaso revolucionario, en el caso nicaraguense, a diferencia de los otros, tuvo su origen en su propia descomposici¢n e incapacidad para establecerse y perdurar como soluci¢n que diera gobernabilidad y respuesta acertada a las carencias. As¡ pues, los movimientos revolucionarios latinoamericanos han sido desmantelados, desarticulados y desarmados casi completamente. El onico vestigio vigoroso vigente de la efervescencia revolucionaria pasada y caracterizado por la lucha armada es la guerrilla colombiana. Chiapas, si bien no puede calificarse de fracaso, por su propia din mica y estrategias, va diluy’ndose en la burocracia tradicional mexicana.
Desde un punto de vista puramente personal y subjetivo, es muy posible que el fracaso de la Unidad Popular en Chile, (entendiendo el derrocamiento del gobierno civil como parte del fracaso), haya decidido, en gran medida, la suerte de casi todos los dem s intentos en el continente. Tengo el convencimiento ¡ntimo que as¡ lo entendi¢, temprana y oportunamente, USA. No pod¡an permitir el «efecto domin¢» que una consolidaci¢n de la chilena UP hubiera provocado. Un eje «La Habana-Santiago» hubiera independizado el futuro latinoamericano de la suerte corrida por la URSS y modificado su Historia irreversiblemente. Entonces, si bien, USA tuvo innegable y flagrante participaci¢n, durante los 70, en el combate y desarticulaci¢n de los movimientos revolucionarios latinoamericanos, una vez fracasada la experiencia chilena, consolidada su dictadura militar, el trabajo sucio fue delegado m s integralmente en fuerzas armadas y paramilitares locales de cada pa¡s, porque la «obra gruesa» ya estaba hecha.
La experiencia latinoamericana de dos d’cadas vertiginosas, violentas y plagadas de v¡ctimas ofrece una tercera, la oltima del milenio, que no ha permitido recapitular, reflexionar y encontrar soluciones de fondo. Apenas se ha tenido tiempo para describir hechos, constatarlos y tratar de acomodarse a los cambios constantes. Estas no son meras frases subjetivas. Afirmo que existe un estado de perplejidad ciudadana generalizada. No existe aon una doctrina de remplazo ni un discurso coherente, confiable o promisorio. Asistimos a una etapa de cuestionamiento completo, sin l¡deres de peso ni caudillos trascendentes. Hasta d¢nde, Ch vez, en Venezuela, va a constitu¡rse en la excepci¢n, no lo sabemos. La cautela, incerteza y desconfianza, frente a cada nuevo paso que ‘l da, son la actitud t¡pica en el resto de Am’rica. De hecho, Ch vez, es la respuesta viva del total cuestionamiento a un sistema completamente corrupto. Y no existe indicio alguno de que haya sido impuesto o promovido por USA. La legitimidad indiscutible de la que goza se afianza justamente en eso.
El cuadro latinoamericano muestra una voluntad generalizada por prescindir de la violencia o, al menos, intentarlo, agotando todas las instancias imaginables. Al mismo tiempo se da un agravamiento de las condiciones y calidad de vida que tiende a homogenizar carencias y demandas. Las dictaduras han mostrado ser abominables, indeseables y han terminado por desacreditar a las de todos los signos pol¡ticos. Los movimientos revolucionarios, independiente de su grado de idealismo y pureza, tambi’n se han hecho indeseables, inviables, por las mismas razones que se impugna al militarismo. El oltimo cuestionamiento, en el fin del milenio, es a la Democracia Protegida. Esta forma de gobernar ha sido presentada y promovida ante el mundo como exitosa en su etapa debutante, adviniendo en remplazo de gobiernos desastrosos o de dictaduras militares. En muy poco tiempo est n mostrando su completo fracaso. Argentina, Chile, Pero y Uruguay son variantes de un mismo modelo de democracia protegida, ensalzada y cargada de promesas, que se agrieta y sume a estos pa¡ses en un cuadro similar de desesperanza y pobreza. Estos pa¡ses son muestras de la flexibilidad interpretativa y de implementaci¢n que puede asumir esta forma de gobierno. En un extremo de dureza, el caso peruano es la versi¢n que se confunde, por sus similitudes, con una dictadura civil respaldada activamente por los militares. En otro v’rtice del comportamiento flexible est el caso chileno, donde su gobierno es una herramienta maquillada de los tradicionales estratos de poder con presencia de chantaje militar exagerado intencionalmente por el Poder Civil para facilitarse la gobernabilidad y justificar su servilismo, como una prolongaci¢n metamorfoseada de la Dictadura Militar.
Las dictaduras militares y las democracias protegidas tienen en comon el af n premeditado y constante de desarticular la organizaci¢n social, atomizar a la sociedad, exacerbar el individualismo, boicotear el sindicalismo, desprestigiar a la Pol¡tica y a los pol¡ticos, estigmatizar cualquiera corriente de opini¢n opositora o reivindicadora tild ndola de «pol¡tica». Cualquier acto de protesta es conminado a demostrar que «no contiene argumentos ni causales pol¡ticas» para recibir el visto bueno de la Autoridad. En frases simples, los mensajes son: «puedes protestar, siempre que no hagas pol¡tica»; «puedes organizarte, siempre que no trates de armar un sindicato»; «puedes formar un gremio pero no intentes formar una confederaci¢n de gremios». Se ha perfeccionado y transformado en concepto institucional o norma b sica de convivencia el viejo adagio de «divide para gobernar» que ahora viene a ser «atomiza para gobernar». Las reuniones o acuerdos que en dictadura fueron calificadas de «conspiraci¢n», en Democracia Protegida constituyen intentos de «hacer pol¡tica».
En Agosto de 1999 irrumpe una discontinuidad del relajado y casi olvidado comportamiento intervencionista estadounidense frente a la situaci¢n colombiana. La prensa ha informado de una petici¢n colombiana expresa de intervenci¢n yanqui en sus asuntos internos provocando desconcierto. No existe nitidez suficiente para afirmar de d¢nde provino tal iniciativa. Ni siquiera la reticente reacci¢n estadounidense sirve para aseverar que no tuviera origen en una decisi¢n suya. En Colombia se da una compleja situaci¢n de guerrilla sostenida, narcotr fico, acci¢n militar y paramilitar. Las FARC (Fuerzas Armadas Revoluciaonarias Colombianas) controlan el 40 % del territorio y algunos analistas preven que, al paso que van, en 5 a_os m s podr¡an controlar todo el pa¡s. Por otra parte, la profunda y grav¡sima crisis econ¢mica que enfrenta su gobierno, hace temer el surgimiento de focos insurgentes en puntos del pa¡s bajo actual control normal del gobierno central, abri’ndole nuevos frentes de desgaste y debilitamiento. El gobierno norteamericano ha enviado una misi¢n exploratoria justific ndola con el r¢tulo de iniciativa para combatir el narcotr fico a nivel internacional. Los analistas se preguntan por qu’, ahora y no antes, USA hace acto de presencia en Colombia. Al mismo tiempo advierten que el caso colombiano no ser¡a nada f cil para USA por su semejanza con Vietnam, en condiciones de terreno. Tambi’n es l¡cito preguntarse si este sobito inter’s norteamericano no tendr¡a relaci¢n con la evoluci¢n del proceso venezolano que ellos no controlan hasta el momento. El debilitamiento de la presencia estadounidense en la evoluci¢n latinoamericana pareciera estar llegando a un punto de inflexi¢n. De ser as¡, cabe poner atenci¢n sobre qu’ importa m s a USA, si frenar a la guerrilla colombiana, combatir el narcotr fico o prepararse a abortar el proceso venezolano si ‘ste toma un rumbo incompatible con su concepto de equilibrio pol¡tico para la zona.
La intromisi¢n militar y pol¡tica norteamericana en los asuntos latinoamericanos estuvo ligada, en el pasado, a sus inversiones en la zona. Posteriormente lo fue debido al af n de evitar el advenimiento de gobiernos con tendencias nacionalistas y detener el avance de corrientes pol¡ticas pro izquierdistas que identificaban al imperialismo norteamericano como la causa fundamental de la pobreza y atraso end’micos del continente. El desarrollo de poderosos clanes econ¢micos locales enlazados con transnacionales norteamericanas permit¡a a las derechas pol¡ticas locales ensalzar la influencia yanqui como beneficiosa, leg¡tima y protectora frente a las corrientes pol¡ticas que denunciaban su expoliaci¢n e intromisi¢n pol¡tico-militar. Entonces, a estas corrientes opositoras se las desacreditaba con el mote de «ideas for neas». El advenimiento del concepto «Aldea Global», tras el fin de la amenaza rusa, sepult¢, definitivamente, el burdo mito de las ideas for neas utilizado como la muletilla ineludible en todos los debates pol¡ticos de un pasado no muy lejano.
El imperialismo norteamericano ha debido adecuarse aceleradamente a la nuevas estructuras de las relaciones econ¢micas mundiales. Frente a la realidad de la Uni¢n Europea, USA establece tratados de Libre Comercio con Canad y M’xico. El tratado con M’xico unido a una generosa ayuda econ¢mica llegan en un momento apropiado para desalentar las pretensiones revolucionarias nacidas al calor de Chiapas. La evaluaci¢n de los resultados econ¢micos de los mencionados tratados muestra un marcado y creciente desbalance a favor de Canad y M’xico. Probablemente, la experiencia recogida con ellos est dificultando o creando reticencias para repetirlas con otros pa¡ses del continente, al menos, en las mismas condiciones. Se observa una fuerte y constante fuga de capitales y de empresas norteamericanas al exterior. La mano de obra, las materias primas, las franquicias tributarias y las leyes sociales ofrecen condiciones incomparablemente mejores fuera del territorio norteamericano a los inversionistas. La iniciativa de capitalistas y empresarios norteamericanos lleva la delantera al accionar de su gobierno y en un esquema que multiplica y fuerza a las relaciones multilaterales flu¡das. La apuesta aparente parece sugerir que qui’n m s concede y m s r pidamente m s podr¡a ganar en el futuro. Es lo que ha ocurrido en el caso chileno, donde empresas espa_olas ganaron sobre oponentes norteamericanas el control de importantes enclaves estrat’gicos. La expansi¢n espa_ola se da sobre pa¡ses latinoamericanos que USA procur¢ «pacificar» alterando sus historias. La ocupaci¢n por copamiento econ¢mico de rubros estrat’gicos est remplazando a la ocupaci¢n y control militar en aquellos lugares donde los movimientos revolucionarios e insurgentes se han apagado. La supervivencia de las democracias protegidas es fundamental para que esta nueva forma de subyugamiento tenga lugar y se afiance.
Qu’ papel est representando USA actualmente en Latinoam’rica? Ha perdido legitimidad y peso en su funci¢n tradicional de gestor pol¡tico-militar capaz de sacar y poner Jefes de Estado. Se ha vuelto muy cauteloso y reticente. Parece haberse agotado su tiempo de imperialista sobre su «patio trasero» ante la aplastante realidad de la Uni¢n Europea y los Mercados Orientales con su gil capacidad invasiva y postura cada vez m s flexible ante Am’rica Latina. En vista de eso, tiene la necesidad imperiosa y urgente de estructurar acuerdos comerciales viables en el continente para hacerlo funcionar como un bloque de sustento explotable como su mercado proveedor y consumidor. Est lejos de lograrlo puesto que ya cuenta con competidores extracontinentales muy eficientes. Una postura pol¡tico-militar agresora o alentadora de golpes de estado ser¡a anacr¢nica y contraproducente. Una aventura militar golpista en Chile, por ejemplo, dif¡cilmente contar¡a con apoyo estadounidense. Al contrario. Lo mas probable es que optara por desalentarla. En el caso peruano, mientras su gobierno se asemeje m s a una democracia protegida que a una dictadura descarada, es probable que cuente con la simpat¡a y apoyo moderado norteamericano, postura que puede revertirse en la medida de un endurecimiento ostensible de la conducta local.
Valentin Marchant
Desde Santiago de Chile