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Opinión del Lector

CARTAS DEL SUBCOMANDANTE INSURGENTE MARCOS

escrito por Jose Escribano 28 de marzo de 2000
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215

Comunicado del EZLN

21 de marzo del 2000

A: Germán Dehesa.
México, DF

Don Germán:

Ganas de escribirle tengo desde tiempo ha. Lo leo desde hace mucho (siempre, claro, que Reforma llegue a la Selva Lacandona), con atención y divertida seriedad (que la hay, +qué no?). Ahora, leyendo su columna del jueves 16 de marzo, veo que, generoso, tiende usted un oído atento para nuestras palabras. Trataré de no extenderme mucho. Sale y vale.

Pregunta usted, primero, «¿Qué ha hecho el Ejército Zapatista de Liberación Nacional por preservar la Selva Lacandona?»

Respondo: dictar leyes y vigilar su cumplimiento. Como usted no sabrá (porque el gobierno ha presentado a los municipios indígenas autónomos como secesionistas) las autoridades autónomas de las comunidades indígenas zapatistas de la Selva Lacandona, han dictado una ley que prohíbe «la roza, tumba y quema de monte alto» (los compañeros usan la palabra «monte alto» para referirse a las zonas boscosas, as¡ las diferencian de milpas ¾terrenos sembrados¾, y de «acahuales» terrenos con vegetaci¢n baja, invariablemente espinas, cardos, bejucos y otras plantas par sitas). Las comunidades no se han contentado con establecer y difundir esta ley, adem s se han encargado de vigilar su cumplimiento y sancionar su no observancia. Trabajo comunitario extra y multas son las penas para este delito. Y, ojo, se cumple. As¡ han logrado no s¢lo detener la destrucci¢n de las zonas boscosas de la Selva Lacandona, tambi’n han logrado modificar en parte los patrones de siembra en las comunidades. Para enfrentar los incendios que proliferan en esta ‘poca del a_o, los pueblos tienen un sistema de comunicaci¢n y se_ales para socorrerse mutuamente si el fuego se extiende. +Resultado? En las zonas zapatistas hay decenas de miles de «bomberos» expertos. Esto y m s hacen estos ind¡genas, se_or Dehesa, para proteger la tierra que, para ellos, no es s¢lo un medio de supervivencia, tambi’n es el lugar de la memoria, de la cultura, de la historia. Eso hacen estos ind¡genas que son rebeldes contra un gobierno que se niega a cumplir su palabra y que, a las demandas de justicia, ha respondido enviando decenas de miles de soldados que, cr’ame se_or Dehesa, no vienen a Chiapas a sembrar los arbolitos que usted vio en San Miguel de los Jag_eyes, sino a sembrar el terror que usted s¢lo ver  en las caras de hombres, mujeres, ni_os y ancianos que tienen la desgracia de tener, sobre sus terrenos, un cuartel de soldados, varias cantinas, al menos un burdel, y ningon respeto a la autoridad civil.

Le cuento esto, se_or Dehesa, no porque quiera «convertirlo» en zapatista o reclutarlo. Lo hago porque creo que usted es tan inteligente como lo reflejan sus letras (y hasta m s, hay brillos que ni las palabras revelan). Es claro que no fue «inocente» que lo invitaran a San Miguel de los Jag_eyes (y no Acteal, o Amador Hern ndez, a Amparo Aguantinta, a TaniPerla, a Roberto Barrios o a otros lugares de «reforestaci¢n» castrense), y que usted lo entiende.

Como, estoy seguro, es usted de amplias vistas e inquieto como para conocer las distintas im genes de una misma realidad, yo lo invito a que venga a Chiapas de inc¢gnito, que se vaya a Comit n y ah¡ tome un taxi a’reo a la comunidad de Amador Hern ndez. Desde el aire, casi al llegar, podr  usted apreciar la tala brutal de  rboles que los soldados ah¡ posicionados han hecho para sus helipuertos, la cantidad de bosque deforestado para limpiar los «campos de fuego» para sus ametralladoras. Si baja y logra penetrar a la fortificaci¢n militar, podr  ver los tambos de defoliantes que est n en sus bodegas, los lanzallamas que, junto a morteros y ametralladoras ligeras, forman parte de su arsenal.

Vaya a Amador Hern ndez, no lo recibir  ningon secretario de Estado o algon «alto jefe» de la guerrilla zapatista, ni lo atender  ningon encargado de relaciones poblicas. Lo recibir n hombres y mujeres ind¡genas tzeltales, le mostrar n sus campos de cultivo destruidos, sus fuentes de agua contaminadas, la basura no-org nica que los militares arrojan, las trampas caza-bobos con estacas afiladas en el fondo, las paredes de ramas y  rboles cortados, detr s de las que se esconden los militares para no ver los letreros que los hombres y mujeres ind¡genas les presentan todos los d¡as exigiendo que se retiren. Venga se_or Dehesa, no tiene nada qu’ perder y tal vez s¡ mucho que entender. Podr¡a (es una sugerencia) traer consigo a Madame Loaeza (que tambi’n quer¡a dar su vuelta), estoy seguro de que ella idear  un buen disfraz para que ambos pasen desapercibidos y puedan constatar as¡ la «otra» realidad de los soldados federales en la Selva Lacandona.

Porque esos soldados que el se_or Aguilar Zinser ve (y aplaude) «cuidando» los bosques de la Selva Lacandona, son los c¢mplices de los talamontes (los grandes camiones con madera clandestina tienen paso franco en los retenes militares de las ca_adas); son los mismos que violaron mujeres ind¡genas en la comunidad de Morelia; los mismos que ejecutaron sumariamente a ind¡genas en Ocosingo; los mismos que entrenan paramilitares (cuyo mayor haza_a «forestal» es la masacre de ni_os, mujeres, hombres y ancianos en Acteal); que convierten las escuelas y las iglesias en cuarteles (visite usted el norte de Chiapas); que prostituyen a las mujeres ind¡genas (hable con las mujeres pri¡stas de San Quint¡n); que en el «flamante» hospital del viejo Guadalupe Tepeyac roban reci’n nacidos para venderlos (completos o en partes) en el mercado negro de Estados Unidos; que siembran, trafican y consumen drogas (que le muestren los alrededores de los cuarteles de Guadalupe Tepeyac, San Quint¡n, TaniPerla, Ibarra, La Soledad, por mencionar algunos); que protegen a los narcotraficantes en sus rutas hacia la Uni¢n Americana (desde 1995, a_o de la «recuperaci¢n de la soberan¡a nacional», los c rteles sudamericanos «recuperaron» el trampol¡n que hab¡an perdido con el alzamiento del EZLN); que han introducido el alcohol en las comunidades (puede usted apreciar los convoyes militares escoltando ¥camiones con bebidas alcoh¢licas!); los mismos que persiguen, amenazan, golpean, encarcelan, violan y matan a ind¡genas mexicanos (en cualquier comunidad que tenga la desgracia de tener un cuartel cerca) que, hasta donde entiendo, valen lo mismo (al menos) que cualquier arbolito.

Venga, se_or Dehesa, venga y vea y hable y pida que le ense_en por dentro el cuartel que tiene el ej’rcito en la comunidad de San Quint¡n (en la puerta de la biosfera de Montes Azules), ah¡ podr  ver usted los eficientes y modernos calabozos destinados a torturar ind¡genas, los toneles para «desaparecer» personas sin dejar rastros a los observadores de derechos humanos. Venga, vea y escuche.

Venga y ver  que hay dos proyectos de ma_ana: el del gobierno y el de los ind¡genas. El nuestro busca «crear las condiciones para que nuestra buena gente del campo recupere con su esfuerzo: su historia, su pensamiento, su dignidad, su respetabilidad y su iniciativa». (Dehesa, G. Reforma, Viernes 17 de marzo 2000), y eso que no estamos en campa_a electoral.

No me crea a m¡, se_or Dehesa, cr’ale a lo que vean sus ojos y escuchen sus o¡dos. Si no fuera posible su viaje, no haga caso de esto que le escribo. Vea, en cambio, los cientos de reportes de organizaciones no gubernamentales, de cient¡ficos e investigadores, de la Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos. Todos ellos recomiendan la salida del ej’rcito de Chiapas. Y no es porque quieran ver los bosques destruidos. Es porque no vieron a los soldados sembrando arbolitos, sino violando los derechos humanos.

Bueno se_or Dehesa, espero haberme limitado a las cuartillas que, imagino, ocupan su columna. Por lo dem s, no se crea eso del correo electr¢nico, el onico medio efectivo de comunicaci¢n con la Comandancia General del EZLN sigue siendo el que proporcionan un par de botas, algo rotas, es cierto, pero aon servibles. Ignoro si publicar  usted la presente o el tono de su respuesta. Cualquiera que sea, sepa que cuenta usted con, cuando menos, dos lectores (incluyo a La Mar) en las monta_as del Sureste mexicano que, no obstante no compartir muchas de sus opiniones y valores, sonr¡en de buena gana con su ingenio, su mordacidad y su alegr¡a. Vale. Salud y el  rbol que vale es el del ma_ana.

Desde las monta_as del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos.

M’xico, Marzo de 2000.

P.D. RESPONDONA. Me olvidaba, usted tambi’n preguntaba: «¨Cu ntos  rboles ha sembrado Marcos?» Le respondo: Sin contar el peque_o naranjo que verdea a puertas de la Comandancia General del EZLN, se puede decir que s¢lo he sembrado otro  rbol. Este  rbol es muy peculiar. No s¢lo porque para plantarlo ha sido menester el concurso de miles de hombres y mujeres por varias generaciones; no s¢lo porque su abono tiene muchos dolores y, justo es decirlo, no pocas sonrisas. No, se_or Dehesa, el  rbol que ac  sembramos es peculiar porque es un  rbol para todos, para quienes no han nacido todav¡a, para quienes no conocemos, para quienes estar n cuando nosotros nos hayamos perdido tras la esquina de cualquier calendario. Cuando nuestro  rbol crezca, bajo su sombra se sentar n grandes y chicos, blancos y morenos y rojos y azules, ind¡genas y mestizos, hombres y mujeres, altos y bajos, sin que importen esas diferencias, y, sobre todo, sin que ninguno de ellos se sienta menos o peor o avergonzado por ser como es. Bajo ese  rbol habr  respeto al otro, dignidad (que no significa soberbia), justicia y libertad. Si me apura a que defina brevemente ese  rbol le dir’ que es el  rbol de la esperanza. Si cualquier ma_ana en el mapa de Chiapas, en lugar de una inmensa zona verde quebrada por las azules l¡neas de r¡os y arroyos, se ven se_ales de pozos petroleros, minas de uranio, casinos de juego, zonas residenciales exclusivas y bases militares, entonces querra decir que esos soldados, que usted dice que cuidan la Selva Lacandona, habr n ganado. No querr  decir que nosotros hemos perdido, s¢lo que nos estamos tardando m s de lo que pensamos en ganar…

LA P.D. PROPONE OTRA VENTANA

(Off the Record: La Realidad)

Marzo del 2000

A: Don Pablo Gonz lez Casanova.

UNAM, M’xico

«Las ventanas son como las galletas:

son sabrosas y alimentan».

Don Durito de La Lacandona.

Don Pablo:

Seguro que le extra_ar  el ep¡grafe que encabeza esta misiva, y m s todav¡a el autor. No es sencillo de explicar, pero tratar’ de hacerlo. Todo empez¢ cuando…

Arriba el cielo se despereza de horizonte a horizonte. Tanto se estira que se le rasga la piel y se le evidencia la luz por entre los jirones. Viento hay muy poco, aon as¡ una brisa fugaz me trae los ecos de unas voces. Me bajo de la Ceiba y camino hacia una lucecita cobijada por  rboles. Parece una peque_a reuni¢n o algo as¡. Me acerco y «a distinguir me paro las voces de los ecos y escucho solamente, entre las voces, una». El Sombrero Loco y la Liebre de Marzo reparten el t’ mientras discuten con La Mar una encuesta que dice que 90 por ciento de los seres humanos preferir¡an celebrar su no-cumplea_os y renunciar a los festejos de aniversario. Estas cosas s¢lo pasan en las monta_as del sureste mexicano. Yo soy del 10 por ciento que prefiere celebrar los cumplea_os, as¡ que me qued’ sin t’ y sin discusi¢n.

Como quiera que sea, ya ronda el 21 por todos los calendarios y, a falta de t’, habr  caf’ y galletas de animalitos. Y hablando de animalitos, el gabinete ampliado de Zedillo (es decir, el propio y el llamado ¾presuntuosamente¾ «equipo de campa_a» de Labastida) abruma con sus declaraciones al cada vez m s raqu¡tico respetable. Y no es que el respetable haya perdido respetabilidad, lo que ocurre es que disminuye aceleradamente el nomero de mexicanos y mexicanas que atienden a lo que el supremo les dice.

Durito, que cuando de galletas se trata arremete como pol¡tico que busca su nombre en las listas de candidatos, aparece por uno de los bordes de la mesa. Yo estaba escribiendo una respuesta para Don Pablo Gonz lez Casanova (m s bien una posdata), cuando Durito, arrojando a un lado el parche, la pata de palo y el garfio, exclama-pregunta-exige- demanda:

¾+Alguien dijo galletas?

¾No lo dije, lo escrib¡. Y no te emociones porque son de animalitos y, segon entiendo, no son de tus favoritas.

¾¨Por qu’ siempre revuelves la pol¡tica con cosas tan nobles como las galletas? Adem s, yo s’ donde hay guardadas unas «Pancrema».

Dej’ de escribir de inmediato.

¾+»Pancrema»? ¨D¢nde?

¾Nada, nada. Si no hay t’, no hay galletas.

¾Pero Durito… Bueno, negociemos: yo te ayudo a arreglar la lata de sardi…er, perd¢n, la galera, y to me dices d¢nde est n las «Pancrema».

Durito lo piensa un momento. Despu’s pregunta:

¾+Incluye eso el que laves la cubierta y achiques el agua en las tormentas?

¾Incluye ¾digo viendo que el cielo no tiene ahora lugar para nubes, as¡ que no tengo por qu’ preocuparme de tormenta alguna.

¾S¡gueme ¾dice Durito y, bajando de la mesa, emprende la marcha monta_a adentro.

Tom’ la l mpara, aunque la luna la hac¡a innecesaria. No caminamos mucho. Durito par¢ frente a un Huapac’ y se_al¢ a una de las ramas. ¾Ah¡ ¾dijo. Mir’ hacia donde se_alaba y vi un peque_o costal colgado. Deb¡a ser un viejo «buz¢n», dejado hacia tiempo por alguna de nuestras unidades. Durito se sent¢ al pie del  rbol, sac¢ su pipa y se puso a fumar. Yo interpret’ su silencio y sub¡ al  rbol, desat’ el costal y baj’ con ‘l. Al abrirlo vi, en efecto, que hab¡a un viejo paquete de galletas «Pancrema», un par de pilas «AA», una l mpara ya oxidada, un libro viejo y ajado de Lewis Carrol (Al otro lado del Espejo), un cancionero zapatista… ¥y un libro de teor¡a pol¡tica cuyo autor es el Subcomandante Insurgente Marcos!

No recuerdo haber escrito ningon libro de teor¡a pol¡tica. Es m s, no recuerdo haber escrito ningon libro, punto. Claro que la idea de un largo escrito exponiendo lo que los zapatistas pensamos de la pol¡tica me ha estado rondando la cabeza, pero nada se ha concretado. Me puse a hojear el libro mientras Durito daba debida cuenta de las galletas. Cuando volte’, ya no quedaban ni moronas de las «Pancrema».

¾+Te acabaste todas? ¾le reprocho.

¾Deber¡as agradec’rmelo. Estaban m s rancias que el «nuevo» PRI. Durito me mira y agrega: ¾Veo que algo te preocupa. Puedes confi rmelo, mi querida nariz desconcertada.

¾Es que he encontrado este libro en el buz¢n. ¨C¢mo es posible que encuentre, en un viejo buz¢n de monta_a, un libro que no se ha escrito aon?

¾Tu problema tiene soluci¢n en el otro libro.

¾¨Cu l? +El de Lewis Carrol?

¾¥Por supuesto!, revisa el cap¡tulo V.

As¡ lo hice. No estoy muy seguro, pero creo que la respuesta estar¡a en el siguiente di logo entre Alicia y la Reina Blanca:

«¾Ese es el resultado de vivir hacia atr s ¾dijo la Reina bondadosamente¾. Al principio siempre lo hace sentirse a uno un poco aturdido.

¾¥Vivir hacia atr s! ¾repiti¢ Alicia, grandemente sorprendida¾. ¥Nunca o¡ tal cosa!

¾Pero hay una gran ventaja en ello: que nuestra memoria trabaja en ambos sentidos.

¾Estoy segura de que la m¡a s¢lo trabaja en un sentido ¾observ¢ Alicia¾. No puedo recordar cosas antes de que acontezcan.

¾Es una triste memoria ‘sa que s¢lo puede trabajar hacia atr s, respondi¢ la Reina.

¾¨Qu’ clase de cosas recuerda usted mejor? ¾se atrevi¢ a preguntar Alicia.

¥Oh! Las cosas que sucedieron dentro de dos semanas respondi¢ la Reina negligentemente¾».

Lewis Carrol, Al otro lado del Espejo. Cap. V.

¾¨De manera que tengo en las manos un libro que no ha sido escrito todav¡a? ¾dije.

¾As¡ es. Estamos en una de esas zonas llamadas «ventanas». Yo lo miro extra_ado. ¾S¡ ¾dice Durito¾ «Ventanas». O sea que en estos lugares uno puede mirar hacia otro lado, sea a lo que ha pasado, sea lo que va a pasar. Aqu¡, por ejemplo, puedes ver lo que ha sido el sexenio de Zedillo, y ver tambi’n el caos al que se dirige. Ahora lo onico estable es la inestabilidad. Estar n en problemas de todo tipo.

¾Pues parece que ah¡ la llevan. Ya ves que la bolsa de valores est  por las nubes y, no muy entiendo, los ¡ndices econ¢micos aseguran que no habr  «error de diciembre».

¾Ser  porque se dar  en otro mes. Durito parece percatarse de mi perplejidad porque casi inmediatamente agrega: ¾Debes entender ¾Durito me mira dubitativo y corrige, ¾bueno, debes tratar de entender que… mira, mejor lee esto que estoy escribiendo. Durito me pasa unas hojas escritas donde se lee:

APUNTES QUE TRATAN DE EXPLICAR LO QUE DE POR SI VA A PASAR CUANDO VAYA A PASAR DE POR SI.

Los ¡ndices macroecon¢micos: el marco maquillaje

En a_o electoral abundan, adem s de candidatos, mentiras. Una de las mayores es la que canta las bondades de un auge econ¢mico que no se ve por ningon lado. Ciegos para lo que padece el comon de la gente, los funcionarios gubernamentales exhiben cifras que dicen m s en lo que callan. Los altos ¡ndices macroecon¢micos no son sino un macro maquillaje para ocultar la realidad: el crecimiento de la pobreza y del nomero de pobres en nuestro pa¡s. Enfrentando a la evidencia de que nadie le cree, el gobierno pone en boca de los grandes centros financieros los logros y los aplausos en la r pida y tumultuosa venta de M’xico. Mientras en las reuniones empresariales y gubernamentales (el club m s pudiente de los criminales nacionales) se felicitan mutuamente por los aumentos en las ganancias, en las calles y los campos de M’xico la supervivencia se convierte en lucha cotidiana y los aumentos de los precios de los productos b sicos y los servicios se reflejan en las mesas (menos alimentos y en menor cantidad), en las calles (crecen los desempleados y subempleados), en los peque_os comercios (agon¡a y cierre), y en el campo (aumenta la emigraci¢n a las ciudades y a la Uni¢n Americana).

Y aon as¡, el macro maquillaje presenta serias deficiencias. En el XIII Congreso del Colegio Nacional de Economistas, el secretario zedillista de Comercio (Herminio Blanco) enfrent¢ la cr¡tica a su campa_a publicitaria. Enrique Dussel, investigador de la UNAM, le dijo «Las 3 mil 100 maquilas y 300 grandes empresas nacionales y extranjeras son el 0.12 por ciento de las empresas del pa¡s, y s¢lo crean el 5.6 por ciento de los empleos» (El Universal, 9 de febrero 2000, secci¢n Finanzas, reportaje de Lilia Gonz lez y Alberto Bello). Al se_alar que las grandes corporaciones no han creado una cadena productiva con las peque_as y medianas industrias (que son la principal fuente de empleo en M’xico), el investigador tuvo el humor de se_alarle al se_or Blanco: «Estos son datos, no globalofobia» (Ibid).

En gran fraude llamado «Tratado de Libre Comercio de Norteam’rica» (producto de la gran mentira salinista), se proyecta ahora al futuro mediato con la firma de un tratado de libre comercio con la Uni¢n Europea. Gustosos de los maquillajes modernos, los gobiernos europeos dan la mano a Zedillo sin importar que ‘ste la tenga manchada de sangre ind¡gena, sin hacer caso que su gobierno es el que m s ligas tiene con el narcotr fico, y cerrando los ojos a la falta de democracia en nuestro pa¡s. Se entiende la flexibilidad de la Uni¢n Europea, lo que est  en juego es una rebanada del pastel llamado, todav¡a, «M’xico». Por las maravillas de la globalizaci¢n, un pa¡s se mide por sus ¡ndices macroecon¢micos. +La gente? No existe, s¢lo hay compradores y vendedores. Y, dentro de ‘stos, hay clasificaciones: los peque_os, los grandes y los macro. Estos oltimos compran o venden pa¡ses. En un tiempo fueron gobiernos de los Estados Nacionales, hoy son s¢lo mercaderes en busca de buenos precios y jugosas ganancias.

La clase pol¡tica y sus convocados: clero, ej’rcito, medios, intelectuales, los organismos internacionales

Si antes hemos dicho que la clase pol¡tica es cada vez menos pol¡tica y cada vez m s empresarial, en a_o electoral el cinismo adquiere tonos de «boom» publicitario. Los que «importan» no son los gobernados, sino quienes contribuyen o dificultan el ejercicio del poder. Convocados por la clase pol¡tica mexicana, el alto clero, el ej’rcito, los medios electr¢nicos de comunicaci¢n, los intelectuales y los organismos internacionales, se convierten en «los grandes electores». Sus parcelas respectivas reciben los beneficios del r’gimen y, de manera acentuada, en el periodo electoral. Los ciudadanos permanecen al margen y sus demandas son reducidas a las encuestas de preferencia electoral. Las declaraciones, contradeclaraciones, y comentarios a unas y otras, corresponden a los llamados «l¡deres» de una opini¢n cada vez m s cercana al acuerdo de camarilla, y m s lejana del debate serio de ideas y proyectos.

El alto clero avanza, con supuesto aval divino, en intrigas terrenas. Haciendo equipo con los gobernantes y/o los aspirantes a gobernantes, la jerarqu¡a cat¢lica ve con satisfacci¢n que su palabra incide y marca pol¡ticas de gobierno. Mientras el Estado laico no es m s que una fecha vergonzante en el calendario, en reuniones poblicas y privadas los pol¡ticos y cl’rigos comparten el pan, la sal, la complicidad y la desverg_enza. No se trata de un respeto mutuo entre  mbitos distintos, no. Es una simbiosis que permite que algunos obispos y cardenales est’n m s cerca del M’xico del poder, que de los cat¢licos (la gran mayor¡a de los mexicanos) comunes y corrientes. +Las Leyes de Reforma? Perdone mi estimado, +qu’ no es el nombre de una calle?

En otro espacio, otros «obispos» y «cardenales», pero de la intelectualidad de derecha, se pelean por ocupar el espacio que dejara el sumo pont¡fice, Octavio Paz. Si de alguna manera se puede medir la estatura de Paz como intelectual eficaz con y para el poder, es midiendo la de los enanos que se disputan su legado. Con Paz muere el oltimo gran intelectual de la derecha en M’xico, los que lo siguen podr n ser de derecha pero distan mucho de ser intelectuales. Con todo, las jerarqu¡as de la intelectualidad de derecha en M’xico tienen sus ac¢litos y, llegado el caso de necesidad, sus soldados. En d¡as recientes, el frente intelectual de derecha en contra del movimiento universitario sufri¢ un serio rev’s. El golpe vino de un universitario, intelectual y de izquierda, llamado Pablo Gonz lez Casanova. El investigador de la UNAM puso en evidencia algo fundamental: la legalidad no puede suplantar a la legitimidad, y, en el caso del conflicto de la UNAM, la «legalidad» (ya otros intelectuales de izquierda han demostrado que la entrada de la Federal Preventiva a la UNAM fue ilegal, como son ilegales los procesos penales en contra de los estudiantes presos) se convert¡a en un medio por el cual la sin raz¢n de la violencia obten¡a el doctorado Honoris Causa de la universidad m s grande de Am’rica Latina.

Si el ser de izquierda era ya algo imperdonable en Gonz lez Casanova, el hecho de obrar en consecuencia con sus ideas era ya demasiado. Los «cardenales» de la intelectualidad mandaron a sus peones (parece que algunos hasta tienen nombres y apellidos) a romper lanzas en contra de Don Pablo. Aunque la batalla la hayan perdido, la intelectualidad de derecha no se desvela por esa escaramuza fallida. Sus combates decisivos no son en el terreno de las ideas (perder¡an de seguro) ni frente a los intelectuales progresistas. No, el terreno a conquistar, el que desean, el que algunos ya disfrutan, est  a la vera del «pr¡ncipe», a orillas de su mesa, susurrando loas al o¡do de los grandes se_ores de la pol¡tica y del dinero. Sin embargo, algo tienen que hacer para diferenciarse de los bufones que pululan en los palacios de gobierno. Por eso hacen sus revistas y sus programas de televisi¢n. Las letras muertas que dibujan, sus nexos intelectuales y sus zonas abiertas no tienen como destinatario a nadie que no sean ellos mismos. En estos lugares se comentan entre ellos mismos, se leen entre ellos mismos, se «critican» entre ellos mismos, se saludan entre ellos mismos, y, al hacerlo, se dicen mutuamente: «somos la conciencia del nuevo poder, somos necesarios porque nosotros decimos que somos necesarios, el Poder necesita alguien que ponga en prosa y en verso intereses econ¢micos y sus facturas, lo que nos hace diferentes de los bufones es que nosotros no contamos chistes, los explicamos».

En este enano mundo de enanos, la superficie es un tablero de ajedrez donde alfiles, reyes, reinas, peones, caballos y torres conspiran a voz en cuello. Todos saben qui’n va a ganar, lo que importa no es eso, sino qu’ casilla ocupan y por cu nto tiempo. El barullo ensordece a unos y otros, pero la m quina funciona, ah¡ est n siete d’cadas de un sistema pol¡tico que ahora se llama «nuevo PRI». El ruido de la m quina no semeja el de los engranes al girar, cada vez parece m s un «spot» publicitario.

Los problemas empiezan cuando entran piezas que no son de ese ajedrez, cuando algon objeto extra_o atasca los engranes, o cuando una interferencia obstruye el «compre-venda» omnipotente…

+La Agenda Nacional a la secci¢n de «Espect culos»?

La caja de resonancia fundamental de este M’xico de los poderosos est  en los medios electr¢nicos de comunicaci¢n. Pero, lejos de ser s¢lo un eco de lo que la clase pol¡tica dice, la televisi¢n y la radio adquieren voz propia y, sin que nadie lo cuestione, se convierten en la voz principal. La agenda nacional no la marcan los grandes problemas del pa¡s, vaya, ni siquiera los l¡deres pol¡ticos. No, las campa_as electorales y las agendas gubernamentales van de acuerdo a las programaciones radiales y televisivas. La comunicaci¢n electr¢nica no difunde noticias, las crea, las alimenta, las hace crecer, las aniquila. La diferencia entre las opciones partidarias en tiempos de elecci¢n no est  en los proyectos de Naci¢n que sustentan unas y otras, sino en el tiempo que consiguen en los medios.

El «rating» que importa no es del poblico televidente, sino el que se alcanza en la clase pol¡tica. La mayor parte de las declaraciones y pronunciamientos de los principales actores pol¡ticos no son frente a situaciones reales, sino a cabezas noticiosas. As¡, los temas «del momento» cubiertos por los medios son los que ellos han seleccionado para tal cosa. En el gran teatro de la pol¡tica en M’xico, los pol¡ticos son los actores y, simult neamente, los espectadores; la radio y la televisi¢n cumplen las funciones de director, guionista, producci¢n, iluminaci¢n, tramoya y taquilla.

Si cada vez es m s dif¡cil hablar de un solo M’xico, en tiempos electorales es imposible. Es palpable la existencia de dos pa¡ses: el que vive en los titulares y el que transcurre «off the record», fuera de los noticieros y las exclusivas.

Off the record: La Realidad

Mientras en la radio y la televisi¢n se esfuerzan, inotilmente, en presentar una imagen de «normalidad» en la Universidad Nacional Aut¢noma de M’xico, los entusiastas del «Estado de Derecho» ejercido contra luchadores sociales, ven sorprendidos que la entrada a CU de los paramilitares de Wilfredo Robledo y la detenci¢n de cientos de universitarios no «solucionaron» el conflicto en la m xima casa de estudios. Ni el movimiento universitario est  acabado, ni el simulador De La Fuente es rector. La liberaci¢n a cuenta gotas y selectiva de estudiantes presos (esforz ndose por dejar prisioneros a unos cuantos) no ha desalentado la lucha por la demanda de educaci¢n gratuita y por un congreso universitario verdaderamente democr tico y resolutivo. A ratos desconcertado, el movimiento universitario se mantiene firme en la demanda de libertad a los presos pol¡ticos, educaci¢n gratuita y congreso. Molestas, la radio y la televisi¢n tratan de que los titulares sean onicamente de quienes tienen tiempo pagado en programaci¢n. El resto debe ubicarse en la nota roja o de «relleno». +A qui’n le importan los padres de familia que se desangran para exigir libertad para sus hijos, si en el equipo de Labastida se est n peleando Esteban (Guajardo) Moctezuma y Emilio Gamboa? Los mismos medios que se aterraban con el l’xico del CGH, hoy se entusiasman con el «caca-pedo-chis» de las campa_as electorales y con el profuso intercambio de se_ales digitales entre los candidatos.

Pero si la Realidad transcurre buen tiempo fuera de la programaci¢n, cada tanto le da un mordisco al M’xico de arriba y arruina ¡ndices macroecon¢micos, programas noticiosos y agendas de candidatos. En un rinc¢n del otro M’xico, una comunidad decide prescindir de las telenovelas y noticieros, se enfrenta a la polic¡a y defiende una escuela normal rural. En El Mexe, Hidalgo, los protagonistas no son los estudiantes normalistas, ni los polic¡as que iban a reprimirlos, es la gente. Gente que no ten¡a m s cabida en las noticias que la nota roja, un punto en el mitin del candidato, un nomero en la cantidad de tortas y refrescos a repartir en la gira proselitista. Como aparece, desaparece. Un alud de declaraciones sepulta el hecho fundamental (el «¥ya basta!» ejercido con contundencia) y a otra cosa.

¨Chiapas? Podr  estar en la agenda de la ONU o de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales pero no en la nacional. Para evitarlo, el croquetas Albores no repara en gastos. En un a_o, el croquetas ha gastado 28 millones de pesos en evitar que «Chiapas» d’ la nota mala en las noticias (Proceso Sur, nomero 1, 4/marzo/00). El hombre de la chequera es el hijo dilecto de TV AZTECA: Manuel de la Torre, que apenas ayer destru¡a escuelas rurales con su «bati helic¢ptero», y hoy pretende arrear periodistas como si fueran ganado.

Mientras el gobierno insiste en que ha hecho una gran inversi¢n econ¢mica en Chiapas, «olvida» decir que el gasto mayor lo realiza en publicidad, notas period¡sticas pagadas, embutes para callar noticias «desagradables», y para mejorar la maltrecha imagen del ej’rcito federal.

Entre los ladridos de Albores y los rebuznos de Rabasa, el ej’rcito toma nuevas posiciones de ataque, refuerza ostensiblemente sus guarniciones, los aviones y helic¢pteros aumentan sus sobrevuelos y la guerra sigue, ahora manteniendo prudente distancia de los titulares de la prensa.

Los ind¡genas zapatistas insisten en el valor de la palabra: las mujeres el 8 de marzo en San Crist¢bal, las coordinadoras el 21 de marzo, los habitantes de Amador Hern ndez, los de Amparo Agua Tinta, los tzotziles de los Altos, los tzeltales de las ca_adas, los choles y zoques del norte, los mames de la sierra, todos vuelven a recordar que hay una palabra que el gobierno no cumpli¢, los Acuerdos de San Andr’s, y que no hay paz, ni justicia, ni dignidad para los ind¡genas mexicanos.

Lejos de las ocho columnas, de los noticieros electr¢nicos, el M’xico de la gente transcurre en la resistencia, en la paciente espera, en la esperanza…

¨Qu’ esperan?

Le devuelvo las hojas a Durito dici’ndole:

¾Ese «‘qu’ esperan?», +es una pregunta, una demanda, o una profec¡a?

¾As¢mate a la ventana, me dice Durito. Lo hago y veo y no lo creo.

¾¨De modo que…? ¥Qui’n lo dijera!

¾As¡ es. Las ventanas son como las galletas: son sabrosas y alimentan ¾dice Durito mientras emprende el regreso…

Con esas palabras termin¢ Durito su pl tica de esa madrugada, Don Pablo. Cuando volv¡ a la champa rele¡ su carta y empec’ a escribirle estas l¡neas.
Yo deb¡a tratar de explicarle que los zapatistas no nos vemos s¢lo en la ventana de la izquierda que usted se_ala en su texto. Nosotros pensamos que hemos abierto otra ventana, una ventana dentro de la ventana de la izquierda, que nuestra propuesta pol¡tica es m s radical que las que se asoman a su ventana y que es diferente, muy «otra» (ojo: no escrib¡ «mejor», s¢lo «diferente»). Y se supone que esta carta era para explicarle a usted (y a otros) en qu’ consist¡a, segon nosotros, esa otra ventana que habr¡amos abierto los zapatistas.

Pero resulta que todo viene en ese libro que no se ha escrito todav¡a, pero que se puede leer en una de las zonas «ventanas» que hay en las monta_as del sureste mexicano. As¡ que habr  que esperar a que el mentado libro sea escrito (lo que no deja de ser optimista) y que sea publicado (lo que raya en la ingenuidad).

Por lo pronto, Don Pablo, reciba los saludos

Autor

  • JAE
    Jose Escribano

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