Para nadie es un secreto que en los últimos lustros la poca identificación del peruano con su país y su historia (la poca que alguna vez hubo) se esfumó para llegar a niveles fantasmales. A ello contribuyeron no poco los gobiernos inmorales plagados de fugaces pillos y saqueadores del erario fiscal que luego tomaban las de Villadiego. Las consecuencias no pueden haber sido más catastróficas.
Los mitos, tradiciones e historia (reseñando un título caro a Raúl Porras Barrenechea) pasaron al nivel de la inconsistencia, al arcano vulgar de recordación episódica. El nuevo discurso globalizante empuja al esfuerzo tecnológico, frío y matemático, rentable y materialista. Es decir, los nuevos peruanos, diz que entienden y manejan esquemas de futuro con el cual garantizan la vida de su entorno familiar y profesional. Sin embargo, subsisten en cantidades aterradoras gruesos sectores de la población muy por debajo de los límites de pobreza crítica, sumidos en el hambre que no sólo inhibe de alimentaci¢n, sino que tambi’n cercena el acceso a sistemas de salud, educaci¢n, vivienda, anhelos e ideas de progreso como pa¡s.
Muchos de nuestros l¡deres empresariales y j¢venes ejecutivos son conocedores eximios de Nueva York, Miami, Denver o Chicago, as¡ como de Londres, Madrid, Par¡s o Roma, pero jam s pisaron La Victoria, Comas o Villa El Salvador. Son capaces de conmoverse con la tragedia que encarcel¢ por casi tres d’cadas a Nelson Mandela pero practican el profundo desprecio por el hombre y la mujer del ande que arrastran una pesada cruz cultural y racial por casi 500 a_os.
Me pregunto qu’ explicaci¢n dar¡an a lo ocurrido en Hu nuco cuando familias enteras se enfrentan con el saldo repudiable de m s de una veintena de muertos (entre ellos mujeres y ni_os). Es decir, la globalizaci¢n no entra en el ande, la propiedad privada no cuaja en el Pero profundo. +No estaremos produciendo un gigantesco apartheid en el Pero? ¨Se acuerdan de Uchuraccay hace casi dos d’cadas? Aquello fue una se_al de alerta. ¨Cu ntos Hu nucos queremos que se produzcan en el resto del pa¡s?
Y el desorden es pavoroso. Basta con ganar en d¢lares o tener dinero para proclamar su inscripci¢n en el mundo «decente». Es decir aquel en el que el uso de las tarjetas de cr’dito constituye signo de status. Adem s, la «blanquizaci¢n» (neologismo de inevitable uso) pasa por la afiliaci¢n a algon club social importante y el pago por la compra del t¡tulo de acciones que casi siempre no baja de los US$ 10,000. Dicho sea de paso: a los ni_os hay que ponerlos en colegios caros a los que se accede por dinero aunque (ocurre con frecuencia) los ni_os sean pasto del m s absoluto cerco de indiferencia por los hijos de otras familias que a las nuevas tildan de huachafas o nuevos ricos.
Lo ocurrido desde la llegada de los invasores ib’ricos hasta nuestros d¡as constituye algo casi sin importancia. Alguna vez uno de estos ejecutivos de nuevo cu_o me «ilustr¢» por la raz¢n del nombre de la calle 15 de enero en San Antonio, Miraflores. ¥El sabihondo me «ense_¢» que la misma hab¡a sido bautizada as¡ en honor a una lluvia intensa ocurrida en los a_os 70! A pocos metros de los reductos en que se combat¡a contra el invasor chileno en el siglo pasado un mozalbete se atrev¡a a hacer gala de su palurda ignorancia.
Ha poco en Trujillo me top’ con una dama que escuchaba aterrada los relatos acerca de c¢mo en julio de 1932 (hace 68 a_os), la aviaci¢n peruana bombardeaba la capital liberte_a. Nunca hab¡a o¡do nada acerca del estallido social revolucionario m s importante del siglo XX en el Pero. Tampoco daba cr’dito a que los fusilamientos masivos se hab¡an perpetrado en Chan Chan. Aquella tarde, esa persona, descubr¡a algo del Pero oculto.
Para otros, la historia comienza con sus mandatos. Auto investidos de poderes celestiales advierten que la historia tiene un precio para continuar: su presencia en el poder. Detr s de esas monsergas hay aparatos informativos de claros prop¢sitos confusionistas y turbios. Las mafias, la blanca y la negra, pugnan por esparcir el veneno del caos entre todos los sectores y en uno de ellos -la oposici¢n- genera confusiones y torpezas al por mayor.
Entonces, pueblo que no conoce su historia, vuelve a cometer los terribles yerros que le condenaron a la postraci¢n y a la humillante pobreza material y espiritual. Ese es el caso del Pero de nuestros d¡as.
En cuanto al humilde suscrito, s¢lo puedo afirmar que nac¡ en El Callao y estudi’ en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Conozco gran parte del Pero y viajo cada que puedo al interior encontrando siempre nuevas lecciones del Ande y de sus propuestas fundamentales ambientes en sus cerros y quebradas. Por lo dicho, peruano nac¡ y as¡ seguir’.
Herbert Mujica Rojas
