La fuerte irrupción del movimiento indígena en la política del país durante la década de los noventa, marca definitivamente un viraje en la discusión sobre la «democracia» ecuatoriana y determina la aparición de un nuevo actor social y político.
El Movimiento indígena en el Ecuador puso en el tapete de la discusión la necesidad del reconocimiento del Estado Plurinacional como «una estructura político administrativa descentralizada, culturalmente heterogénea y abierta a la representación propia de todos los sectores sociales, particularmente de aquellos que, por consideraciones de cultura, etnicidad, raza, género
Cabe precisar que el reconocimiento de que en el Ecuador conviven diversidades étnicas , la necesidad de democratizar el poder político y descentralizarlo incluyendo a los históricamente «marginados», la necesidad de que los ecuatorianos nos relacionemos de manera intercultural, (lo que implica una afectaci¢n de doble v¡a), el manejo de recursos naturales que conlleva no solo poder pol¡tico sino econ¢mico, el desaf¡o de debatir sobre la construcci¢n de identidades y relaciones de multi e interculturalidad, en una sociedad caracterizada por el racismo y la discriminaci¢n, la propuesta de entender la unidad en la diversidad han sido planteados definitivamente por los pueblos ind¡genas en el Ecuador y esto constituye un hecho hist¢rico que ha removido los cimientos del concepto de estado-naci¢n y de la noci¢n de democracia. Por lo mismo podemos afirmar que la propuesta de un Estado Plurinacional llevado a la pr ctica implica la construcci¢n de un nuevo orden pol¡tico y obviamente la ruptura con el orden anterior.
Durante la oltima d’cada el movimiento ind¡gena en el Ecuador logra varias reivindicaciones de sus derechos, as¡: la adjudicaci¢n de territorios en la Amazon¡a, la aprobaci¢n de la ley de aguas, la asignaci¢n de presupuesto para programas espec¡ficos (educaci¢n, seguro campesino), entre los m s destacados. Estas conquistas son logradas con la movilizaci¢n de las diversas comunidades, caracterizadas por levantamientos, tomas de Quito, como centro pol¡tico administrativo, lo que va constituyendo una forma particular de acci¢n y participaci¢n.
En la Constituci¢n de 1998 logran el que se reconozca el Estado como pluricultural y multi’tnico, y adem s la incorporaci¢n por primera vez en nuestra historia de los derechos colectivos de los pueblos ind¡genas y negros en concordancia con el Convenio 169 de la OIT. De otra parte, logran una importante participaci¢n en el poder legislativo.
La legitimaci¢n del movimiento ind¡gena como principal actor social en los oltimos a_os y los logros alcanzados se dan a la par de la agudizaci¢n de la crisis socio-econ¢mica del pa¡s, basada en la aplicaci¢n de medidas dentro de la l¢gica del modelo neoliberal y expresada en un empobrecimiento de los amplios sectores que perciben pocos ingresos mientras que los sectores m s acaudalados incrementan la concentraci¢n de recursos. Esta crisis (sumatoria de crisis parciales) se evidencia aon m s durante el oltimo gobierno en el cual la gesti¢n del ex presidente Jamil Mahuad. beneficia a los sectores financieros en medio del estallido de la crisis bancaria, por medio de la congelaci¢n de fondos de los depositantes, entrega de elevadas sumas de dinero e intervenci¢n del estado para sanear los malos manejos de los banqueros; produciendo una inflaci¢n acelerada, especulaci¢n cambiaria y financiera, lo que llega al punto m s lgido con la propuesta de dolarizaci¢n.
En este contexto los acontecimientos del mes de enero en el Ecuador constituyen la representaci¢n m s clara del cuestionamiento a un sistema pol¡tico, econ¢mico y social excluyente, un sistema dominante que concibe a los pueblos ind¡genas como «incivilizados», «atrasados» y onicamente susceptibles de «integraci¢n a la sociedad moderna», un sistema que tiene como matriz la corrupci¢n.
En este escenario el movimiento ind¡gena desarrolla el planteamiento para conformar un parlamento indio, el cual se transforma en una propuesta m s amplia, donde se juntan otras organizaciones sociales y da lugar a la constituci¢n del actual parlamento de los pueblos del Ecuador (a nivel nacional y provincial). Sus propuestas buscan responder a la corrupci¢n generalizada, el recorte de programas sociales, a la dolarizaci¢n, a la pobreza, cuestionan los l¡mites de la democracia (restringida a lo electoral), plantean la participaci¢n en la toma de decisiones, en suma, una ruptura con el actual sistema.
Definen adem s la salida de los tres poderes del Estado y de los organismos de control. La respuesta del gobierno es la declaraci¢n del estado de emergencia, la militarizaci¢n del pa¡s, la persecusi¢n a dirigentes sociales. No obstante, los ind¡genas logran burlar estos obst culos de manera creativa y pac¡fica (llegaron desde las m s alejadas comunidades camuflados en camiones que transportaban papas, quesos, por chaqui_anes, a pie, etc.)
Y en efecto, la capital Quito se ve inundada de la presencia ind¡gena, las movilizaciones llevan a la toma pac¡fica (explicable por acuerdos con mandos medios militares) de las instalaciones del Parlamento Nacional, la Corte Suprema de Justicia y finalmente el Palacio de Gobierno El poder dominante que le apost¢ a quitar de su vista a los indios y negarles la entrada a la capital del Ecuador como si se tratase de una ciudad extranjera para ellos, qued¢ at¢nito frente a la constataci¢n de la fuerza de movilizaci¢n ind¡gena.
Se conform¢ una Junta de Salvaci¢n Nacional integrada por dirigentes ind¡genas y coroneles del Ej’rcito, en pocas horas y tras un proceso de negociaci¢n con el Alto mando de las FFAA, se conform¢ un primer triunvirato integrado por el Presidente de la CONAIE (Confederaci¢n de Nacionalidades Ind¡genas del Ecuador), un General, Jefe m ximo de las Fuerzas Armadas y un ex Presidente de la Corte Suprema de Justicia. Este gobierno dur¢ apenas tres horas, b sicamente en raz¢n*** de la falta de apoyo del gobierno de los Estados Unidos, el General Mendoza renunci¢ y se dio paso a la subida al poder del Vicepresidente Gustavo Noboa.
Los pol¡ticos tradicionales se han rasgado las vestiduras en nombre de la democracia y el orden constitucional, una democracia que deja fuera a la gran mayor¡a y que favorece a unos cuantos corruptos. La ret¢rica juega con la defensa a ultranza de la democracia formal mientras tras bastidores Jamil Mahuad habr¡a buscado un autogolpe que no se concret¢ por falta de apoyo de las FFAA.
Cabe resaltar que la presentaci¢n al pa¡s del Triunvirato ante los medios masivos de comunicaci¢n hac¡a ver ya el desenlace, pues efectivamente Antonio Vargas (dirigente ind¡gena) apareci¢ ya marginado, la avidez de poder del ex Presidente de la Corte Suprema de Justicia marc¢ la actitud protag¢nica de este miembro sumado esto a la ambig_edad de la posici¢n del militar. No exist¡a, a nuestro modo de ver, una propuesta conjunta, era evidente que la negociaci¢n con los altos mandos de las Fuerzas Armadas se centr¢ en el apoyo al nuevo gobierno y no en el proyecto del mismo.
De acuerdo a encuestas realizadas el 71% de la poblaci¢n ecuatoriana apoyaba la movilizaci¢n ind¡gena, la toma del Parlamento pero as¡ mismo un alto porcentaje (80% defend¡an el orden constitucional( pero contradictoriamente el 80% pedía la salida de los congresistas. Es importante resaltar que la movilizaci¢n ind¡gena y la toma de Quito y los poderes del Estado durante el mes de enero, constituyeron una manifestaci¢n que recog¡a el malestar generalizado, la falta de credibilidad en los poderes del estado, el descontento popular, pero que no se vio traducido en un apoyo masivo desde otros sectores. Fueron los ind¡genas quienes alzaron la voz en contraste con una actitud generalizada de la poblaci¢n mezcla de queja, escepticismo y resignaci¢n.
Como se_ala el editorialista Javier Ponce » La democracia en el Ecuador es una democracia sin ciudadanos, sin participaci¢n de las gentes por m s all del mec nico acto electoral. Los indios quisieron participar all¡ donde no hab¡a espacio hist¢rico para ellos. Forzaron a esa democracia estrecha, quisieron cambiarla en los hechos desde su interior. Cayeron en la trampa del «desprop¢sito» y no recurrieron a su tradicional capacidad y paciencia para negociar todo, como solo puede negociarlo quien no tiene nada, porque le han despojado a lo largo de los siglos.» En este momento, el movimiento ind¡gena procesa lo ocurrido y plantea una tregua de seis meses, advirtiendo que si las causas estructurales de exclusi¢n que est n en el fondo de la convulsi¢n social no son abordadas el estallido de esta bomba de tiempo es un hecho. Lastimosamente la clase pol¡tica tradicional se ha caracterizado por una miop¡a impresionante, en efecto, en su visi¢n estos hechos fueron una «Cantinflada» (payasada), «un golpe militar», «un homenaje al rid¡culo». De hecho, las respuestas desde el actual gobierno han sido la detenci¢n, incomunicaci¢n y desaparici¢n de los coroneles que apoyaron el levantamiento ind¡gena y plantearon la toma del poder.
La Ministra Fiscal General que ha dejado pasar meses sin informar al pa¡s los nombres de los funcionarios corruptos que sacaron sus dineros antes del decreto de congelamiento de fondos (en base a informaci¢n previa) ahora aparece diligente a querer instaurar enjuiciamientos a los ind¡genas! La represi¢n, la sanci¢n, no resuelve en absoluto sino que agudiza las causas estructurales que provocaron la movilizaci¢n ind¡gena y el cuestionamiento al sistema imperante.
Frente a esta realidad no podemos sino asumir una tarea m s activa y el involucramiento en los parlamentos populares como espacio de generaci¢n de propuestas alternativas a este modelo depredador, los ind¡genas han abierto la invitaci¢n, es necesario ampliar la base social y activar un proceso sostenido de creaci¢n de nuevas propuestas. Una gran lecci¢n de los presentes acontecimientos es que no basta derrocar un gobierno deslegitimado y corrupto sino que hace falta construir poderes de mayor amplitud social y sostener una propuesta m s all del apoyo militar. Un reto ineludible constituye la lucha contra el racismo y la valoraci¢n de la riqueza de las diversidades.
Debemos adem s rescatar el valor simb¢lico de un movimiento cultural, que nos ense_a que hay otras formas de lucha, que nos habla de juntarse con diversos (fuerzas armadas, estudiantes, vendedoras ambulantes, artistas, y todos quienes concurr¡an al congreso). Y que se da con la fuerza de los shamanes y con esp¡ritu universal que nos cobija femeninamente, con la fuerza de la luna y la eclipse. En suma un movimiento que nos desaf¡a a reconocer, respetar y aprender del «otro». Nuestra actitud vigilante frente a las represalias del poder dominante contra los protagonistas del custionamiento al sistema imperante, y el respeto de sus derechos humanos plantea evidenciar que no se puede por la v¡a de la represi¢n desaparecer las razones profundas que subyacen en los acontecimientos actuales (inequidad, corrupci¢n, exclusi¢n), esos son los verdaderos enemigos del pa¡s y de la democracia.
Gardenia Chavez
Judi Salgado
INREDH
DEMOCRACIA Y MOVIMIENTO INDÍGENA DE ECUADOR
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