Pocas telenovelas deben mantener la atención del público como la historia de Elián González, el balserito cubano. Los noticieros le dedican sus primeras notas. En realidad, el drama humano no cuenta. El tema es político. El afán por golpear a Fidel Castro mezcla este caso, morbosa y demagógicamente, con las elecciones presidenciales de los EEUU. Si no fuera político, no sería noticia y, entonces, a lo mejor no habría sucedido…
Para comprobarlo basta ver el trato periodístico marginal que recibió una drama parecido, que involucra a un niño jordano, en la misma Miami. Y sin ir lejos, fijémonos en los dramas vividos por miles de compatriotas que abandonan el Ecuador, cuyo destino muy pocas veces alcanza el nivel de la noticia.
Más allá de los desgarramientos familiares, este tema da para una diversidad de reflexiones. Desde una visión cortoplacista, la salida de ecuatorianos y ecuatorianas, registrada en los últimos meses, entre 300 mil y 400 mil personas (seguro muchos más que todos los balseros cubanos en la oltima d’cada), funcion¢ como una v lvula de escape. Solo imagin’monos la presi¢n pol¡tica que pudo generar esa masa humana en medio del sacud¢n institucional de los oltimos meses. Migraci¢n que tambi’n sirvi¢ para aminorar el nomero de personas en busca de empleo.
Si bien la migraci¢n no es algo nuevo, lo que vivimos no es halagador, es una tragedia nacional. Esta se ha acelerado por el fracaso del manejo econ¢mico, en particular del desplegado desde 1992; fracaso que nos condujo a una dolarizaci¢n liderada por los mismos grupos de poder causantes de la crisis.
El creciente desempleo y la ca¡da del poder adquisitivo reflejan la gravedad de la situaci¢n. Y alientan la fuga de tanta gente emprendedora, audaz, sacrificada, capaz de correr muchos riesgos y hasta maltratos para mejorar su situaci¢n. Gente en la que ha invertido la sociedad: salud, educaci¢n, vivienda… Gente que, en su mejor edad productiva, sale frustrada a rendir todo lo posible afuera, en pa¡ses desarrollados que se beneficiar n de su aporte.
En muchos casos asumir n tareas de inferior rango laboral con el consiguiente beneficio social para los trabajadores locales y, en no pocas ocasiones, ser n t’cnicos o especialistas que tanta falta nos hacen…
Potenciales transferencias monetarias deben ser valoradas con cuidado. Estas no ser n sustantivas mientras dure la debacle de una banca que no despierta confianza alguna. Y cuando se den, no hay c¢mo esperar que generen efectos innovadores; basta ver los escasos resultados productivos gestados por las remesas de los cientos de miles de migrantes escapados de nuestro Ecuador desde hace varias d’cadas. Adem s, parte de estos recursos retorna a los pa¡ses de origen en forma de importaciones.
Una lectura de este fen¢meno desde la econom¡a pol¡tica nos resulta urgente, sobre todo en tiempos de dolarizaci¢n. Nuestra econom¡a dolarizada, con una mayor rigidez externa, alentar el desempleo y la inequidad, y por consiguiente la misma migraci¢n. El miserable incremento salarial de 20 d¢lares obra ya en esa direcci¢n. Luego, la flexibilizaci¢n laboral para institucionalizar la existencia de indios y cholos baratos y desechables, incentivar aon m s los flujos migratorios. Aunque, tambi’n, esa misma flexibilizaci¢n, transformar a muchas personas en migrantes en su propia tierra. Ya es hora, entonces, de preocuparnos por la suerte de nuestros balseros dentro y fuera de casa, m s que de los esc ndalos que alimenta el imperio. (Ec/YZ/Ad/Pe/ap)
Por Alberto Acosta
ECUADOR: LA TRISTE SUERTE DE LOS BALSEROS
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