Claro que preciso hacer las preceptivas excepciones, como estoy seguro que todo el mundo hace las suyas – como es lógico y natural desde su propio punto de vista -, en aquellos contados casos en que ha sido posible olfatear una chispa de generosidad y de capacidad autentica para la negociación que, en el momento de escribir estas líneas, y termine como termine el asunto que las provoca, existir ha existido.
Como contrapartida también ha existido la tradicional prepotencia de los cortejados minoritarios a coaligarse, que en algún momento ha parecido que no sólo exigían una cuota de candidatos del todo desproporcionada con relación a su auténtico (muy reducido) peso electoral en unas elecciones generales, que en definitiva es de esta clase concreta de elecciones de lo que se está hablando, – cuota que para postre les ha sido concedida por el hermano mayor de la coalición -, sino que incluso han amenazado la existencia del pacto en si mismo si no se les permitía condicionar quienes tienen que ser los candidatos de este mismo hermano mayor. No lo he entendido en absoluto.
S’ que algon adepto a los distintos partidos nacionalistas que por estos lares existen opinar que lo que me ocurre a mi es que no soy suficientemente patriota, y por este motivo incapacitado del todo para captar la sublimidad de un concepto tan habitual entre ellos como «obediencia catalana», pero a mi me parece que no es eso. Si yo me creyera de verdad, como pretenden hacer con frecuencia los nacionalistas de por aqu¡, que tener algon trato con organizaciones pol¡ticas que no son de esta «obediencia» concreta contamina la pureza del patriotismo catal n, lo que har¡a ser¡a no tratar con ellos en ninguna otra forma que no fuera la de la obligada cortes¡a, exigible en democracia entre las distintas opciones pol¡ticas, leg¡timas todas y cada una de ellas mientras respeten al cien por cien el r’gimen de libertades que nos hemos dado y que, con los defectos que se quiera, realmente disfrutamos.
Lo que no entiendo es que estos partidos, el lugar de aprovechar cualquier ocasi¢n para hacer un poco m s de pedagog¡a positiva, se suelten el pelo libr ndose a la demagogia m s descarada, la que hace que los de la «obediencia» digamos «equivocada» sean casi como el demonio encarnado, pero s¢lo para predicarlo a los propios adeptos en el momento de las elecciones, porque si estos mismos «malditos» pagan el peaje que se les exige, entonces ya vale todo, tanto si el precio son unos pocos votos para ser investido President de la Generalitat de Catalunya en primera sesi¢n (Pujol con el PP), como si se trata de tres puestos de candidato a senador en una candidatura conjunta, en una proporci¢n del todo desmesurada (ERC con el PSC).
La memoria, a ratos tiene malas bromas. Por eso creo que el Muy Honorable Pujol har¡a santamente si se envainara su notable cuota de demagogia; la que usa para acusar a su m s conspicuo opositor de hacer propuestas inotiles, inimaginables e inviables, alrededor de la idea de ‘ste de, pasadas las pr¢ximas elecciones, establecer un pacto «a la balear» para echar del poder a los derechistas del PP. Incluso quien era portavoz en Madrid de la coalici¢n que preside se ha permitido acusar a Maragall de hacer propuestas de «tebeo», dignas, dice, del m¡tico e imaginario inventor profesor Franz de Copenhague. Supongo que se debe a que acostumbrados como est n a pasarse por la entrepierna sus propias promesas en materia de pactos han olvidado, igual que lo hicieron con la muy reciente de no pactar en ningon caso con el PP en el Parlament, el hist¢rico Pacte de Progr’s Municipal (Pacto de Progreso Municipal) suscrito entre ellos, los socialistas y los «psuqueros» (comunistas), que existi¢ en la primera legislatura. +Inotil e inimaginable, dice? Debe ser que est nervioso. Si sus socios preferidos son los fachas del PP, pues eso, pero no hace falta rasgarse las vestiduras ante la idea. En definitiva de este agua ya ha bebido.
Quiero tambi’n agradecerle a Borrell su colaboraci¢n a que algunos esc’pticos empecemos a creer que soplan aires nuevos en el PSC, precisamente por su oposici¢n ac’rrima a determinadas propuestas federalistas de verdad, no de aquel estrambote del m s rancio centralismo con que ‘l interpreta el concepto, que ha formulado su partido en el programa electoral. Si ‘l no est de acuerdo debe ser porque van en una direcci¢n interesante. Incluso para quien se sienta soberanista y no se crea la memez de «cuanto peor, mejor».
