La lucha contra la discriminación empieza en la familia. Así, hace unos días un alumno de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) con graves problemas de aprendizaje, de bajo coeficiente intelectual, insultaba a una profesora llamándole no sé cómo, a otro profesor lo llamaba de otra manera, aunque habrá que ver qué es lo que el pobre entienda por esos conceptos.
Pero no ofende quien quiere sino quien puede y por eso tan sólo revela las graves carencias de un tipo de alumno. Ni a este alumno ni a otros se les discrimina pese a su inadaptación y otros serios problemas. Con ciencia y paciencia se trabaja en las escuelas con ellos, para que superen sus deficiencias. Nadie los califica de torpes, pues seguro que tienen determinadas destrezas. Pero tal vez ellos tan sólo sean los portavoces de lo que se vive en sus casas. Si en sus casas los padres no tienen respeto hacia los demás en sus comentarios, el retoño, con escasas luces, tampoco respetará a los que él ve que sus padres no respetan. Pero la torpeza de no respetar a los compa_eros, a los profesores y a las reglas de la convivencia se paga. Nos tratan segon tratamos y si no respetamos no nos respetan, si discriminamos nos terminan por discriminar. Y, adem s, nadie est exento de sufrir discriminaciones, nadie es invulnerable. Ya no s¢lo por sexo, raza o religi¢n, sino tambi’n se dan multitud de discriminaciones en funci¢n de aspecto f¡sico, ideas, clase social, estatura, peso, forma de la cara, poder econ¢mico, calvicie, manco, invalidez, inteligencia, manera de vestir, etc.
öHaz bien y no mires a qui’n+, dice un viejo refr n, y en esto hay que educar a los hijos, a los alumnos. Educarnos unos otros. Que adem s la inteligencia est en la capacidad de adaptaci¢n; poca adaptaci¢n, pocos sesos demuestran tener los que est n alejados del respeto hacia las otras personas.
Ana Carvajal Becerra
HAZ BIEN Y NO MIRES A QUI+N
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