La Jornada del Perdón, una de las más significativas del Año Santo, tuvo lugar el 12 de marzo, primer domingo de cuaresma, en la basílica de San Pedro. El Papa, acompañado por numerosos cardenales y obispos, ofició una misa solemne en la que los elementos penitenciales tuvieron un particular protagonismo. Con un acto de primacía que solo él podía cumplir, presentó ante el crucifijo los pecados cometidos en la historia por los cristianos, especialmente durante el segundo milenio. Minutos antes, delante de la PietÓ, el Papa había invocado la asistencia de María, «que se hace cargo de los pecados de sus hijos».
Siete invocaciones
Algunos elementos litúrgicos contribuyeron a dar a la ceremonia un sentido particular. Así, la oración de los fieles se transformó en una «Confesión de las culpas y petición de perdón»: siete oraciones leídas por siete cardenales y obispos, colaboradores del Santo Padre en la Curia Romana, y subrayadas cada una por otras tantas invocaciones del Papa. Al final de cada una de la plegarias, el concelebrante que las hab¡a le¡do encend¡a una l mpara ante el crucifijo del siglo XIV que tradicionalmente se venera en San Pedro durante los A_os Santos.
La oraciones empezaban por el reconocimiento de los pecados en general y se refer¡an luego a grandes reas en las que, a lo largo de la historia y hoy, los cristianos han fallado en la fidelidad al Evangelio: recurso a m’todos no evang’licos en el servicio a la verdad; pecados que han da_ado la unidad de los cristianos y las relaciones con los jud¡os; los cometidos contra el amor, la paz, los derechos de los pueblos, el respeto de las culturas y las religiones; los pecados que han herido la dignidad de la mujer y la unidad del g’nero humano; los pecados contra los derechos fundamentales de la persona.
Un amplio debate
Es muy probable que la idea de la «purificaci¢n de la memoria» aleteara en la mente del Papa desde el comienzo de su pontificado. Un indicio es que en sus discursos y alocuciones llegan al centenar las referencias a la petici¢n de perd¢n hacia pueblos o confesiones religiosas. De todas formas, la propuesta de un acto espec¡fico no fue presentada poblicamente hasta el consistorio de cardenales de junio de 1994, dedicado a la preparaci¢n del Gran Jubileo; a continuaci¢n, fue recogida en la enc¡clica Tertio millennium adveniente y m s adelante en la bula de convocaci¢n del Gran Jubileo, Incarnationis Mysterium.
El mensaje era claro: «La Iglesia no puede cruzar el umbral del nuevo milenio sin empujar a sus hijos a purificarse, con el arrepentimiento, de los errores, infidelidades, incoherencias y retardos». «Los cristianos, perdonados y dispuestos a perdonar, entran en el tercer milenio como testigos m s cre¡bles de la esperanza».
Lo delicado era el modo de llevar a cabo esta iniciativa. No faltaron cardenales y obispos, te¢logos e historiadores que se mostraron contrarios a un acto poblico de petici¢n de perd¢n por las culpas del pasado, advirtiendo la complejidad de la cuesti¢n: riesgo de juzgar el pasado con ojos de presente, dar credibilidad a la propaganda anticat¢lica, crear confusi¢n entre los fieles, etc.
La intenci¢n del Papa
Precisamente, ese documento de la Comisi¢n Teol¢gica Internacional ha ayudado a esclarecer algunos puntos sobre qu’ se entiende por pedir perd¢n por las culpas del pasado (ver el resumen). En todo caso, se puede afirmar tambi’n que el animado debate que sigui¢ a la propuesta del Papa de «purificaci¢n de la memoria» ha sido una demostraci¢n de que, dentro de la Iglesia, los m rgenes de di logo sobre cuestiones no estrictamente de fe son muy amplios.
Naturalmente, junto a esas versiones m s o menos autorizadas, la mejor interpretaci¢n sobre cu les han sido las intenciones del Papa la constituyen sus propias palabras. Adem s de lo que explica en la enc¡clica y en la bula mencionadas anteriormente, la homil¡a de la misa de la Jornada del Perd¢n ofrece una n¡tida clave de interpretaci¢n. Se trata de pedir perd¢n, de perdonar por el pasado, y tambi’n de examinar la propia conciencia para ver cu l es la responsabilidad de cada uno en los males del presente.
En general, este gesto unilateral y gratuito querido por el Papa ha sido acogido con respeto y admiraci¢n. Desde luego, no han faltado los juicios contrarios de quienes hacen de la anti-romanidad una profesi¢n. O de los que trivializan todo en su propia mediocridad. A este prop¢sito, el cardenal Etchegaray cit¢ unas palabras de San Agust¡n que, al parecer, mantienen plena actualidad: quienes prestan menos atenci¢n a sus propios pecados son los que est n m s atentos luego a los pecados de los dem s.
Juan Pablo II: «¥Perdonamos y pedimos perd¢n!»
En la homil¡a de la misa de la Jornada del Perd¢n, Juan Pablo II volvi¢ a explicar el significado de la «purificaci¢n de la memoria». Ofrecemos algunos p rrafos:
«Los lazos del Cuerpo M¡stico nos unen a todos y, aun sin tener responsabilidad personal y sin sustituir al juicio de Dios, llevamos el peso de los errores y las culpas de quienes nos han precedido. Reconocer las desviaciones del pasado sirve para despertar nuestra conciencia ante los compromisos del presente, abriendo para todos el camino de la conversi¢n (…).
«¥Perdonamos y pedimos perd¢n! Mientras alabamos a Dios que, en su amor misericordioso, ha suscitado en la Iglesia una mies extraordinaria de santidad, de ardor misionero, de total entrega a Cristo y al pr¢jimo, no podemos dejar de reconocer las infidelidades al Evangelio en las que han ca¡do algunos de nuestros hermanos, especialmente durante el segundo milenio. Pedimos perd¢n por las divisiones que se han producido entre los cristianos, por el uso de la violencia que algunos de ellos han hecho en servicio de la verdad y por las actitudes de desconfianza y de hostilidad adoptados a veces en relaci¢n con los seguidores de otras religiones. (…) Confesamos, con mayor raz¢n, nuestras responsabilidades de cristianos por los males de hoy. Ante el ate¡smo, la indiferencia religiosa, el secularismo, el relativismo ‘tico, las violaciones del derecho a la vida, el desinter’s hacia la pobreza de muchos pa¡ses, tenemos que preguntarnos cu les son nuestras responsabilidades.
La Iglesia y las culpas del pasado
En dos mil a_os de historia, los cristianos estaban acostumbrados a pedir perd¢n por los propios pecados, no por los de los dem s. Menos aon por los de ‘pocas anteriores. +Es posible pedir perd¢n por culpas del pasado cometidas por otras personas? El documento Memoria y reconciliaci¢n: la Iglesia y las culpas del pasado, elaborado por la Comisi¢n Teol¢gica Internacional, pretende responder a esta cuesti¢n.
Esa iniciativa de Juan Pablo II ha sido vista en muchos ambientes como una manifestaci¢n de vitalidad y de autenticidad de la Iglesia. Pero no han faltado personas que se han sentido desconcertadas. Y es que las dificultades que se presentan al proyecto del Papa son numerosas: por ejemplo, +c¢mo distinguir las culpas atribuibles a los miembros de la Iglesia en cuanto creyentes de las que habr¡a que referir a las causadas por las estructuras de poder en las que lo temporal y lo espiritual estaban estrechamente entretejidos?
En el segundo cap¡tulo se estudian las bases que la Sagrada Escritura ofrece para sostener esa invitaci¢n del Papa. Del an lisis resulta que ese llamamiento «no encuentra un indicio un¡voco en el testimonio b¡blico», aunque se basa en algunos aspectos de la Sagrada Escritura.
El cap¡tulo tercero aborda el aspecto teol¢gico: c¢mo se puede conjugar la afirmaci¢n de fe en la santidad de la Iglesia y su necesidad de penitencia y purificaci¢n. El documento dice que es menester distinguir entre «la santidad de la Iglesia y la santidad en la Iglesia».
Para enmendar las culpas del pasado es preciso, ante todo, individuarlas. El cuarto cap¡tulo se refiere precisamente al juicio hist¢rico que debe estar en la base del juicio teol¢gico. Es necesario evitar tanto «una apolog’tica que lo quiera justificar todo, como una culpabilizaci¢n indebida, fundada en la atribuci¢n de responsabilidades insostenibles hist¢ricamente». Un acto de naturaleza ‘tica, como el de pedir perd¢n, no puede apoyarse, en palabras de Juan Pablo II, en «las im genes del pasado ofrecidas por la opini¢n poblica, ya que est n con frecuencia sobrecargadas por una emotividad pasional que impide un diagn¢stico sereno y objetivo».
Dificultades del juicio hist¢rico
El cap¡tulo quinto trata del discernimiento ‘tico necesario para identificar las formas de «contratestimonio y de esc ndalo» que se han presentado en el milenio que termina. «Purificar la memoria significa eliminar de la conciencia personal y colectiva todas las formas de resentimiento o de violencia que hubiera dejado la herencia del pasado, sobre la base de un nuevo y riguroso juicio hist¢rico-teol¢gico, que funda un consiguiente y renovado comportamiento moral».
El cap¡tulo sexto presenta las perspectivas pastorales en vista de las cuales «la Iglesia se hace cargo de las culpas cometidas en su nombre por sus hijos en el pasado y hace enmienda». Algunas de las finalidades son: la purificaci¢n de la memoria, la perenne reforma del pueblo de Dios, el testimonio que de este modo se rinde al Dios de la misericordia.
Mar¡a Jos’ Garc¡a L¢pez