Hace unos cuantos años la «chicota» (frunidiazepam) fue prohibida por los propios presos (los «choros»), ya que los efectos de esta droga son devastadores; produce estados alterados de conciencia y alucinaciones, transformando a los afectados en animales dispuestos a obedecer cuanto se les diga… Bajo los efectos de la «chicota» habían aumentado las riñas, los muertos y los problemas en las cárceles. Al consumir esta droga, un preso podía incluso matar a su hermano. La ley del hampa es más directa que la del Estado, los juicios más rápidos. Desde entonces, rara vez se consume «chicota» en los penales chilenos.
Pocos días antes de las elecciones, el domingo 19 de diciembre de 1999, hubo un Motín en la cárcel de Colina, donde dos funcionarios de Gendarmería fueron tomados como rehenes. Curiosamente, la casi totalidad de los amotinados estaba bajo los efectos de la «chicota». Alrededor de las 4 de la tarde de ese día, cuando se retiraba la visita, un grupo de presos tomó como rehén a un mayor de Gendarmer¡a; un teniente intent¢ rescatarlo y fue tambi’n tomado como reh’n. En ese momento no hab¡a mayores motivos para el mot¡n, s¢lo la «chicota». Los presos comenzaron a romper los candados de los otros m¢dulos (edificos donde est n las celdas), rompieron los muros y las rejas que dividen el penal, «liberando» a todos los presos en el recinto carcelario. El control -o el descontrol- qued¢ en manos de los presos: se rompi¢ la segregaci¢n existente, los de Colina 1 sector «Patio» pasaron a Colina 1 sector «laboral» (donde se han instalado algunas f bricas particulares que emplean la mano de obra de los presos). Los que estaban drogados se dedicaron a robar, violar y golpear a otros presos. Los presos m s antiguos y sensatos debieron hacerse cargo de los rehenes, como onica forma de defender sus vidas. Hubo presos que pelearon para defender la integridad f¡sica de los rehenes, pues sab¡an que los antimotines y otros gendarmes estaban listos para iniciar un genocidio en el caso de que murieran los rehenes. Algunos trataron de darle al mot¡n un sentido reivindicativo, tarea imposible con los saqueos y abusos.
¨Causas reales del mot¡n? La euforia, el desvar¡o, las bajas pasiones destadaas, la rabia acumulada, la soledad, la desesperanza…
La negociaci¢n de los amotinados con las autoridades fue una farsa, una manera formal de terminar el mot¡n, concebida por los presos, los gendarmes secuestrados y el Director Nacional de Gendarmer¡a, Hugo Espinza. ¨Qu’ se negoci¢? ¥Nada! Supuestamente, que Gendarmer¡a no tomar¡a represalias contra los amotinados, pero todos los «ciudadanos honestos» esperaban que eso fuera mentira, mientras que los presos se tragaban la lejana posibilidad de que no hubiera represalias…
Para la opini¢n poblica, el mot¡n termin¢ sin muertes fatales, s¢lo la de un delincuente que, por cierto, no es una fatalidad sino parte de la purga.
Los d¡as siguientes hubo operativos de allanamientos y traslados de Colina 1 a Colina 2. Un buen grupo de presos, bien identificados e individualizados fueron trasladados al M¢dulo 1 (m¢dulo del terror) de Colina 2. All¡ fueron golpeados brutalmente, como se merecen los delincuentes, les quebraron los brazos, les fracturaron las mand¡bulas, han sido mordidos por perros…
Total, son delincuentes, no tienen derechos humanos y todos estamos felices de que sufran, porque los ladrones deben sufrir y ojal morir.
En resumen, todo esto queda dentro de Colina. Nosotros, los presos, estamos acostumbrados a ser torturados, estamos acostumbrados a que el silencio de la civilidad sea c¢mplice de estos abusos, estamos acostumbrados a las mentiras, pues vivimos debajo de la superficie de la sociedad, lejos de los lugares donde se teje el poder, aunque aqu¡ en la c rcel ese poder se ejerza sin caretas y con el benepl cito de toda la sociedad.
El a_o pasado sali¢ a la luz poblica la tortura sobre los cuerpos de los prisioneros pol¡ticos recluidos en la C rcel de Alta Seguridad, durante un operativo de traslado a Colina 2. Pero tras las maniobras del gobierno, mediante una incomunicaci¢n total de los presos, mediante amenazas, mediante tratos secretos entre algunos presos y familiares, se desmovliz¢ la denuncia y otra vez se dio otro paso hacia la consolidaci¢n de la impunidad en Chile, que es ya parte de la cultura adquirida en el quehacer pol¡tico (en el ejercicio del poder). Todos los d¡as en Chile se tortura a los presos, pol¡ticos o no pol¡ticos. Todos los d¡as en Chile la tortura queda impune; la tortura en Chile es parte de la Normalidad, es normal incluso para el torturado. Es parte asumida de la realidad chilena, es parte asumida de la esencia del sistema de gobierno, es parte asumida por todos, por los representantes de los derechos humanos del gobierno, la C mara de Diputados, los diferentes partidos institucionales y legales de este pa¡s. Todos, absolutamente todos, saben de la tortura de estos d¡as y de la impunidad.
Esta es la esencia del r’gimen que se desarrolla, el mismo que ser desarrollando el «compa_ero Lagos». Es por eso que los marginados, los automarginados, los que no estamos «ni ah¡», no votamos, porque es casi morboso tener que elegir al verdugo que nos decuerar ma_ana. Y s¡ que da mismo votar por uno o por otro; los confundidos son los que aon creen en el compa_erismo y la solidaridad como principio b sico de los socialistas.
¥Despierte! En este pa¡s los socialistas renovados no han inaugrado ninguna instituci¢n solidaria, salvo la de una solidaridad macabra con Pinochet.
Ellos son los art¡fices de la tenebrosa Oficina de Seguridad Poblica, copia de la ex-CNI. Los socialistas son los ide¢logos de la segregaci¢n dentro de las c rceles, constructores y dise_adores de las C rceles de Alta Seguridad, verdaderos campos de exterminio y aislamiento.
Yo no pondr’ mi nombre al final de este texto, esta vez me presento encapuchado. Porque +qui’n me tender una mano el d¡a de ma_ana cuando me golpeen? ¨Qui’n alzar la voz para protestar cuando me quiebren las mand¡bulas o me muerdan los perros?. Hasta dudo que alguien quiera escuchar mi grito, ni siquiera mis compa_eros de «cana», que est n tan aterrorizados como yo. Porque realmente en la tortura se sufre, se llora, se maldice, se siente la soledad y el miedo y el desamparo… Y te orinas, te cagas, y gritas y quieres morir. As¡ que no me digas maric¢n porque no firmo con mi nombre.
Desde lo profundo, desde lo m s ¡ntimo, desde los intestinos del mundo, no de la superficie…
YO