Cuando se aborda en algú medio el tema de la reproducción artificial encuentro algunos silencios que me parecen sospechosos. Al mencionar las causas actuales de esterilidad, a veces se habla de factores psicosociales y, entre los biológicos, sólo alude a la incidencia de ½determinados plásticos empleados por las industrias+: ¿Por qué este especialista no habla claramente de los efectos esterilizantes del preservativo -al propiciar las infecciones por clamydias-, del DIU y de los contraceptivos químicos? +Y cómo es posible que, con el impresionante desarrollo de los actuales métodos científicos de detección natural de la ovulación, no mencione su eficacia para tantas mujeres que, por el estrés que padecen, tienen pocos ciclos menstruales ovulatorios?
Tampoco entiendo que el reportaje no mencione para nada los derechos de las personas que son procreadas antinaturalmente. ¿Parece irrelevante que estas técnicas permitan todo tipo de manipulaciones en los embriones -algunas legalizadas en Espa_a-, que ‘stos sean implantados en mujeres solteras y se vean privados de la figura del padre, que se produzca un s¢rdido comercio con estos seres humanos indefensos, que las personas concebidas con gametos de donante no tengan derecho a conocer su identidad originaria o que estas tecnolog¡as, al saltarse los mecanismos eugen’sicos de la procreaci¢n natural, favorezcan malformaciones evitables? ¨Son asuntos menores que la fecundaci¢n in vitro ocasione 3 abortos por cada nacimiento que consigue, o los que provoca el diagn¢stico preimplantatorio?
Pienso que no todo lo t’cnicamente posible es humanamente plausible. El deseo de tener un hijo me parece encomiable, pero siempre y cuando no se intente hacerlo efectivo a cualquier precio. Los hijos no son öobjeto de derecho+ sino personas, ösujetos con derechos+ humanos inalienables. Nadie es m s que nadie. Fabricar personas como una cosa, en lugar de tratarlas como un don, no me parece ningon avance de la medicina, sino retroceder a la miserable altura moral de los nazis.
Jose A Miranda Mart¡nez