Más adelante convertiré toso eso en discos compactos y así acabaré de completar el ciclo de renovar aquello que es viejo por un lado y de conservar cosas que valen la pena por otro. No se trata, empero, de hacer de ello alarde de ninguna clase, sino de aprovechar la oportunidad para comentar algo con lo que me he encontrado mientras realizaba este trabajo. Como no hay otra manera de hacerlo û por lo menos que yo sepa û que reproducirlos ôen vivoö, y muchos están más bien ôtocadosö por el uso generoso que en su momento se hizo de ellos, me hace falta, de buen grado o por la fuerza, escuchármelos mientras hago la faena, para ver de hacer algo con las inevitables ôrayasö. Eso me ha permitido reencontrar a un montón de viejos amigos de los buenos tiempos, por ejemplo Pete Seeger, y un montón de canciones y recuerdos de ôailleursö.
Pasando revista a todo esto, debo mencionar como ejemplo la preciosa tonada ôThe bells of Rhymneyö, escrita sobre un poema del minero galés Idris Davies, y aquel dubitativo ô…if, if, if, if, if… say the green bells of Cardiff…» que la caracteriza, o la explicaci¢n que hac¡a para el poblico mientras interpretaba «Guantanamera». Despu’s de cantar las primeras estrofas, recita ahora «Con los pobres de la tierra» antes de cantarla – y lo hace exactamente con el mismo acento con que cantaba emocionado «Viva la quince brigada», aquel homenaje a los combatientes internacionales del Batall¢n Lincoln, norteamericano, y del Mackenzie-Papineau, canadiense, que formaban juntos la quinceava brigada internacional de milicias antifascistas que combatieron contra los amigos de Aznar y sus huestes en nuestra desgraciada guerra incivil -, y aclara en su lengua «With all the poor people of the world», para que resplandezca di fano el mensaje de la canci¢n.
Como ocurre casi siempre, cosas que en aquel entonces parec¡an de otro mundo, son de rigurosa actualidad aqu¡ y ahora mismo. Me he encontrado diversas versiones de la canci¢n de Woody Guthrie «Deportee (Plane Wreck at Los Gatos)» donde se describe el drama de unos inmigrantes – mira to que cosas – muertos en un accidente en Los Gatos (Texas) mientras trataban de entrar ilegalmente en los Estados Unidos, huyendo de la miseria e intentando mejorar su existencia. Una de las m s emotivas es la que cant¢ en el a_o 1975 el mismo Pete Seeger y el hijo de Woody, Arlo Guthrie, pero tampoco se queda atr s la versi¢n que hizo de la misma el actor David Carradine para la banda sonora de la pel¡cula «Bound for Glory», biograf¡a del mismo Woody Guthrie y donde le interpretaba precisamente a ‘l. Ocurre que Woody, por lo menos para mi gusto, era un verdadero hacha para componer todas estas canciones, pero a la hora de cantarlas, ni que lo hiciera acompa_ ndose con aquella guitarra suya donde hab¡a pintado el cartel «Esta m quina mata fascistas», no le acababa de salir redondo; no si le comparamos con quien me sirve de hilo conductor para este comentario, o Tom Paxton, o Richie Havens – para poner m s ejemplos de a qu’ me refiero – y su magistral y sentida versi¢n de la tenebrosa «Vigilante man», dedicada a los hombres armados de contundentes porras y garrotes, que usaban con criminal generosidad mientras vigilaban que no se infiltraran sindicalistas entre los recolectores de fruta en la California de los a_os treinta.
Si tuviera que hacer una rememoraci¢n exhaustiva de todas estas mosicas, temas, poemas, canciones y cantantes, la lista ser¡a interminable, porque hubo un tiempo que aparec¡an cosas como estas hasta de debajo de las piedras, seguramente para compensar la sequ¡a que hab¡amos sufrido a causa de aquella censura tan castrante, que a veces llegaba hasta extremos rid¡culos adem s de criminales culturalmente hablando. Bastantes de estas grabaciones en que estoy trabajando hab¡an venido «de fuera», unas cuantas de ella escondidas bajo el colchoncito del «cuco» donde acarre bamos para arriba y para abajo al mayor de mis hijos, y seguramente tambi’n al segundo. Por eso en la mayor¡a est n las letras, muchas veces de forma biling_e, pero en los primeros cuya edici¢n se permiti¢ aqu¡, cuando la dictadura empezaba a dar sus oltimos coletazos, no, y eso me ha parecido significativo. Supongo que se trataba de esconder que si Seeger en la canci¢n sindical «Talking Union» recita «…is a bastard», refiri’ndose a un patr¢n, est diciendo ni m s ni menos que «…es un hijo de ****», lo que en la Espa_a de Franco era una idea extremadamente subversiva. Por eso termino regresando a Seeger y a su disco «¥¨Dangerous songs!?», de modo muy especial a la segunda canci¢n del volumen, la que lleva por t¡tulo «Die gedanken sind frei (Los pensamientos son libres)», que mereci¢ incluso la atenci¢n del mismo Schiller que la incluy¢ en una de sus obras, y que viene a ser una especie de compendio de todo en su conjunto. Un escalofr¡o me ha recorrido la espina dorsal mientras lo escrib¡a, porque hay cosas que parece que revivan. Vamos a cruzar los dedos por si acaso.
Jordi Portell