De todos modos es preciso aclarar, a beneficio de aquellos que desde hace tiempo pretenden que ya no existe diferencia alguna entre derecha e izquierda, que cuando quienes abordan la cuestión son los del PSOE, aparte de aquel muchacho de Extremadura a quien la idea de la España plural le viene muy ancha, aun queda sitio para alguna clase de esperanza û aunque a ratos resulte excesivamente exigua, aquello que molesta al chafandín de La Moncloa y le hace decir que los socialistas no tienen un proyecto global para toda España, con alusión a las distintas voces que hablan desde Catalunya, Baleares, Valencia, Aragón, etc., va por ahí û pero cuando quienes enfocan el tema son los del PP sería como para echarse a temblar si no fuera porque ya estamos curados de espantos. Tampoco es que lo de los otros sea como para lanzar las campanas al vuelo, pero algo es algo.
Por lo que se ve no tuvieron bastante con la LOAPA (Ley Orgánica de Armonización de los Procesos Autonómicos), aquella fruta bastarda del 23-F, elaborada despu’s que los principales l¡deres pol¡ticos fueran llamados a cap¡tulo por el rey – aun hoy d¡a no acaba de estar del todo claro si aquello realmente fracas¢ o los tiros iban precisamente por ah¡, con la guinda de un poco de mascarada – y que tuvo que ser enmendada por el Tribunal Constitucional en vista de los excesos centralistas que representaba a pesar de la ambig_edad de la Carta Magna sobre este tema. Por eso ya vuelven a las andadas en busca de la «soluci¢n definitiva» para, segon el gobierno de Madrid, «culminar el proceso auton¢mico». A m¡, eso de las «soluciones definitivas» me suena parecido a aquella de la «soluci¢n final» que aplicaron los nazis alemanes a los jud¡os a quienes iba destinado el programa. En el mejor de los casos se trata de un nuevo intento de cuadratura del c¡rculo.
Por lo que parece «ellos» est n erre que erre con la idea de la naci¢n, comunidad aut¢noma, estado o lo que sea como un todo donde los ciudadanos no tienen otra cosa que decir que quien tiene que gobernar en los distintos niveles ejecutivos, cuando es evidente que la democracia no es eso, o como m¡nimo no s¢lo eso. Si no fuera as¡ no se entender¡a porque una y otra vez sienten el hormiguillo de dar por cerrada de forma definitiva una cosa que es abierta por su misma naturaleza. A un mont¢n de gente de hoy d¡a les puede parecer acertada una cosa, sin que eso obligue a los que vengan m s tarde a compartir ese criterio o a ellos mismos a no cambiar de idea. +A qu’ vienen tantas ganas de poner punto final al tema, si s¢lo en cuestiones de mero matiz puede haber mil y una sensibilidades acerca de un mont¢n de cosas, segon se trate de unos u otros momentos y por toda clase de circunstancias? Si determinado alimento nos apetece hoy para comer, no tiene porque apetecernos exactamente igual todos y cada uno de los d¡as de los ochenta y pico de a_os que viene a ser la esperanza actual de vida. Es hiperb¢lico, ya lo s’, pero las caricaturas se usan para resaltar las caracter¡sticas m s significativas de algo. Ahora, encantados de la vida como al parecer est n despu’s de habernos encasquetado la Constituci¢n actual, la del 78 – hecha en el clima de la amenaza constante de la revuelta militar si quer¡amos ir m s all de lo que estaban dispuestos a consentirnos y sacraliz ndola, con su talante totalizante de siempre, de tal forma que ahora parece un crimen la idea de modificarla poco o mucho -, les pone simplemente a parir que aun haya cosas que se puedan discutir. Por tanto quieren que todo quede fijado de una vez por todas, que viene a ser como una nueva versi¢n de aquello que dec¡a aquel tenebroso personaje que nos rigi¢ un mont¢n de a_os a pesar nuestro cuando dec¡a que lo dejaba todo «atado y bien atado».
¨Qu’ cabe esperar? S¢lo hace falta escucharles un poco para tener una idea de ello. Por ejemplo, dice el secretario general del PP que «no es el momento pol¡tico oportuno» para realizar la reforma del Senado porque temen que el soberanismo se les cuele por ah¡ y campe por sus respetos. Una vez m s la voluntad de la gente en uno u otro sentido no cuenta para nada, sino s¢lo sus cl sicas ideas preconcebidas de una unidad por narices que chirr¡a a la m s m¡nima. Al parecer aquello de que todo es defendible pol¡ticamente, como predicaba el hombrecillo del bigote y la sonrisa tenebrosa para descalificar a ETA – bien descalificada por cierto – no acaba de ser del todo claro. Por lo que respecta al «punto final», como el Muy Honorable Pujol ha dicho que es preciso estar alerta por las m s que posibles intenciones reduccionistas del gobierno central en esta materia, ahora dicen que en realidad hablan «de una ley que permitir profundizar en el di logo del Estado con las Autonom¡as y en la coordinaci¢n de las pol¡ticas». Nos lo creer¡amos si no fuera que para dialogar no hace falta ninguna ley y todo eso de la coordinaci¢n de las pol¡ticas apesta hasta el asco m s profundo a recorte de la autonom¡a. Un paso atr s en lugar de adelante. Y aun se extra_an de que haya quien tenga ganas de salir corriendo.
Jordi Portell