Al día siguiente, sin falta, un editorial del que sin duda es el primer diario de difusión estatal trata de darle la culpa al gobierno del PP, al que considera autor del desgraciado discurso del Rey, mientras hace un brevísimo repaso de algunas cosas que no pueden ser obviadas así como así y que desmienten de todas-todas las palabras del monarca, como mínimo desafortunadas. No quisiera detenerme mucho rato en el tema, pero me gustaría comentar un par de datos que son precisamente los que me han provocado el sobresalto que mencionaba más arriba. El primero es que, por lo que parece, tan insigne personaje nunca lee antes de hacerlo en público los discursos que le dan û un hecho que, por si solo, ya da que pensar û o que su idea ônacionalö es la misma que la de los sectores más ôultrasö del PP y que por eso ni por un solo momento advirtió nada extraño en este escupitajo en la cara de los millones y millones de seres humanos que hemos tenido que sufrir ni más ni menos que eso que él dice que nunca ocurrió. El segundo, que se hace dif¡cil creerse en serio que alguien con un conocimiento tan primario de la realidad de aqu¡, fue capaz de llevar en la cabeza desde siempre todo lo de la transici¢n democr tica, ser su principal impulsor – «avant la lettre» incluso – y convertirse as¡ en m s protagonista de ella que nadie, como se pretende desde los mbitos m s derechistas y m s afines al concepto de la «Espa_a UNA» por un lado y del cesarismo que resulta indispensable para hacer cualquier cosa con un m¡nimo sentido por otra. Hace pocas semanas del vig’simo aniversario de la payasada del 23-F, que nos volvi¢ a poner sobre la mesa que no hab¡a quedado suficientemente claro si aquello hab¡a fracasado o realmente – tambi’n en m s de un sentido – hab¡a conseguido sus objetivos, seguido d¡as despu’s del tufo a recorte serio del autogobierno de las naciones del estado constitucional que sueltan los oltimos proyectos del PP sobre la materia, y se hace dif¡cil no ver en todo eso, junto al mal estilo «pepero» de la campa_a electoral en el pa¡s vasco, un cierto hilo conductor.
Hubiera querido dejar mi comentario aqu¡, y aprovechar el espacio para la glosa de algo que se me hab¡a dado conocer mientras estaba sumergido en un clima de sosiego ins¢lito del traj¡n al que he regresado, pero el mismo mediod¡a, despu’s de leer el editorial del diario que he mencionado, he visto las noticias y me he encontrado con la desagradable sorpresa de que, como al parecer no hab¡a sido suficiente con la real barrabasada, o quiz s por las ganas que tiene de no ser menos – que en m s de una ocasi¢n ha ocasionado roces de protocolo -, el inefable chafand¡n de La Moncloa no pod¡a dejar pasar la oportunidad sin cocearnos con uno de sus t¢picos exabruptos. Como tantas y tantas veces, parafraseando aquello tan conocido de que cuando en la historia se repite un mismo drama la segunda vez lo hace en forma de sainete, si el patinazo del Rey era preocupante de m s de una forma, el despectivo comentario que el hortera hombre del bigotillo y la sonrisa tenebrosa ha dedicado a las reacciones que ha removido todo eso, ha sido simplemente rid¡culo. Con su habitual respeto hacia las opiniones de los dem s – es decir, ninguno en absoluto, ni siquiera para guardar m¡nimamente las formas -, ha tachado de «flojera pol¡tica» la actitud de todos aquellos que no hemos sabido darnos cuenta de que el discurso pancastellanista del monarca – como m¡nimo, y en plan de hacerle un favor, err¢neo – ten¡a que ser le¡do como a «ellos» les conviene, es decir, extendiendo un tupido velo encima de las vejaciones que esta cosa «inexistente» nos hab¡a hecho a quienes no ten¡amos el castellano por lengua materna, y nos toc¢ sufrir su imposici¢n regidos por alguna de sus diversas tiran¡as y dictaduras genocidas. Mayas, catalanes, guaran¡es, vascos, aztecas, apaches, yaquis, gallegos, motilones, quechuas, aymar s, charroas, peuenches y la gente de muchos otros pueblos tenemos algo que decir sobre eso y tampoco nos falta memoria personal e hist¢rica para recordarlo, pero, segon «ellos», tenemos una seria crisis de madurez si no comprendemos el favor inmenso que nos hicieron imponi’ndonos por la fuerza el castellano en lugar de nuestra propia lengua.
El argentino Pedro Bonifacio Palacios (1854-1917), maestro, poeta y periodista, conocido por «Almafuerte», escribi¢: «Bondad es dar; justicia es perdonar; trabajo es producir felicidad humana; inteligencia es concebir el progreso». Si esta es la cualidad que se precisa, no parece que bajo la f’rula de dirigentes como esos este desgraciado pa¡s nuestro vaya a prosperar ni mucho ni poco. A m s de uno y de dos nos hace pensar en la conveniencia de cerrar de una vez el par’ntesis y volver a dejar que reverdecer los superiores valores democr ticos de la repoblica.
Jordi Portell