Hace muchos años, en plena oscuridad del fascismo franquista, cuando el carnaval era algo rigurosamente proscrito û la iglesia católica y la gente de orden lo consideraba el paradigma de la inmoralidad -, una chica que trabajaba como dependienta en unos grandes almacenes que entonces había en la Rambla de las Flores de Barcelona me dijo que, tal día como hoy, se producía una venta de carácter extraordinario de una sugerente prenda de ropa interior femenina, en su versión con puntillas y floripondios, y que procuraban tener acumulado un cierto stock de la misma cuando se aproximaba esta fecha. Por otro lado, parece ser que la mañana de San Juan quienes se encargaban de tener la montaña de Montju´c en permanente estado de revista, realizaban una relativamente abundante cosecha de esta misma prenda tan significativa, que encontraban abandonada por los más diversos rincones. Mis informaciones no llegaban hasta averiguar si existía entre ambos hechos alguna clase de vasos comunicantes, en forma quizás de algún reciclaje que a lo mejor no hubiera estado de m s ahora que estamos tan pendientes de esos temas relacionados con el concepto de sostenibilidad. Es una noche que tiene al mismo tiempo un efecto cat rtico, purificador, porque mientras se desarrolla la gran juerga, entre bocado de torta de frutas confitadas con pi_ones y copa de cava, se aprovecha la oportunidad para deshacerse definitivamente de un mont¢n de cachivaches que ya s¢lo nos estorbaban, que son los que alimentan estas hogueras. Hay por tanto en estos ritos paganos algo simb¢licamente renovador, ni que sea acompa_ado de una cierta paradoja.
Ver’is. Si por un lado se aprovecha la ocasi¢n para quemar un mont¢n de cosas obsoletas, destartaladas incluso la mayor¡a de veces, dejando el lugar que llenaban para que sea ocupado quiz s por otras nuevas, por otro eso se hace mientras se intenta parar aquello que se escapa inexorablemente, intentando negar la llegada del verano y prolongar, parando el tiempo, la primavera, que ‘ste y no otro es el objetivo de las hogueras del atardecer de la v¡spera de San Juan, ayudar al sol a que no se vaya apagando. Quiz s sea por eso que es una de mis fiestas predilectas, porque a m¡ me parece pero que muy requetebi’n eso de intentar prolongar la estaci¢n a la que acabamos de decir adi¢s, si no por otra cosa porque durante la misma yo me siento como pez en el agua. No se trata de que no me guste la melancol¡a del oto_o, la estaci¢n que ocupa el segundo lugar en el orden de mis preferencias – a veces incluso el primero, dependiendo de las circunstancias peculiares de cada a_o -, pero el romanticismo que ‘sta lleva consigo, que arrastra, pariente muy pr¢ximo de la melancol¡a, de la nostalgia, atributos que solemos asociar al oto_o, llena la parte m s sensible de mi yo de emociones positivas, que es en cualquier caso un factor que siempre debemos agradecer. Dicen los que entienden de eso que en definitiva s¢lo se trata de qu¡mica, que hay una sustancia, una hormona por lo que parece, que es la que se encarga de hacer flotar todo esto, y que no hace falta ver en ello otra clase de misterio, pero soy de los que creen que hay que dar la m s cordial bienvenida a cualquier cosa que nos despierte las emociones nobles, aquellas que te hacen tener m s ganas de dar que de recibir, sobre todo si se tiene a qui’n dirigirlas.
La segunda parte, la de mandar al cuerno todo aquello que ahora mismo sobra utilizando para hacerlo el mecanismo purificador del fuego, es un complemento adecuado a pesar del aspecto parad¢jico que comentaba, o por lo menos yo lo veo as¡. Algo pariente de aquel comentario de Zorba, el griego, sobre atreverse a cortar la cuerda y resultar finalmente liberados. Son pensamientos, o quiz s mejor aun, conceptos, que estimulan a la lucha por una vida mejor, m s rica y plena – por decirlo de alguna manera – ni que s¢lo sea en el plano meramente personal en lugar del nacional, y que me perdonen el gui_o los no catalanes. Podr¡a ser ‘ste el motivo de que en estos mismos momentos, mientras doy forma con mayor o menor acierto a estas l¡neas, no se me va de la cabeza aquella parte de los versos finales de una canci¢n muy conocida de Simon y Garfunkel donde el luchador dice, podr¡amos decir que grita: «¥I am living!¥I am living!». +Acaso existe algo m s importante que vivir?
Jordi Portell