Es una paradoja, aunque no se trata tampoco de hacer aspavientos de ninguna clase, que una institución que al menos hasta ahora se había tenido a sí misma por lo más representativo del patriotismo nacionalista español, rozando demasiadas veces por la parte de dentro el patrioterismo más descarnado, esté estudiando lo que puede ser una seria desnacionalización del ente. Como tampoco soy ningún experto en temas militares, no estoy en condiciones de hacer un diagnóstico meticuloso de ello, pero sí de hacer algunas reflexiones que me parece que vienen a cuento. La primera de ellas es que la desnacionalización que se observa es la de la sociedad española en general. Es este fenómeno el que hace que no haya manera de encontrar suficientes hombres y mujeres que quieran hacer la carrera profesional de defender esta patria una e indivisible û de acuerdo con el artículo segundo de la Constitución û, ni defender su integridad y el ordenamiento constitucional, como reza el artículo octavo del mismo texto.
Me parece positivo que eso de las patrias se lo crean cada vez menos ciudadanos, especialmente porque, como se refleja en el texto que he mencionado unas l¡neas m s arriba, no parecen tener gran cosa que ver con la gente, con los ciudadanos de a pie, uno por uno, sino con aspectos territoriales e hist¢ricos, llenos de toda clase de interpretaciones m s que dudosas la mayor¡a de las veces, a los que se atribuyen «derechos» superiores a los de las personas. Que ‘stas est’n m s pendientes de lo que les afecta como tales en lugar de atender, como si les fuera la vida en ello, a esta clase de entelequia es bueno, entre otras cosas porque, como quien suelta lastre desde un globo aerost tico, va dejando por el camino todas las «grandes causas», que cada vez parecen m s cosa de otro mundo. S¢lo nos falta observar lo muy extra_o que nos parece, cada d¡a m s y m s, el comportamiento de ETA. Al margen de la rotunda condena que merecen sus actos criminales, su manera de entender el mundo y de razonar no parece de ‘ste sino algo muy remoto, incomprensible, tanto como lo es el del gobierno central y su sacralizaci¢n uniformista, al margen de los deseos en uno u otro sentido de quienes son los onicos protagonistas en democracia.
Hay algunos aspectos en eso de reclutar inmigrantes que apestan a moho. Que el proyecto se limite a los de origen latinoamericano, y que tenga previsto que no puedan conseguir promoci¢n o ascenso de ninguna clase mientras realizan su trabajo de soldados, son discriminaciones por el origen racial y cultural absolutamente fuera de los c nones de un estado de derecho. Viene a ser tanto como si el convenio de la construcci¢n, por decir algo, tuviera previsto que los alba_iles de origen magreb¡ cobraran menos que los otros, tuvieran menos vacaciones y nunca pudieran ascender a oficiales, condenados de por vida al peonaje. Incluso hay aspectos, como por ejemplo el que dice que tendr¡an que aceptar las normas y obligaciones de la unidad a la que pertenezcan, incluida su posible participaci¢n en operaciones fuera de Espa_a, que nos recuerda situaciones del siglo XIX, cuando era un hecho normal que las familias con ciertos posibles que ten¡an algon hijo a quien tocara ir a Cuba o a Filipinas, donde se libraban sendos conflictos armados, alquilara a otro para que le sustituyera y fuera all¡ en lugar de su pariente. En definitiva el proyecto pretende contratar a una serie de inmigrantes para que participen en operaciones como las misiones militares en los Balcanes en lugar de que vayan j¢venes del pa¡s. No nos tiene que extra_ar que sea un gobierno del PP el que lo est’ madurando, ni que quien parezca literalmente extasiado ante la bondad del proyecto sea su ministro de defensa, mucho m s que los militares de verdad, que han opuesto mil y una reservas al mismo. La derecha m s reaccionaria, aquella que se las da de m s patriota que nadie, tiene una cierta debilidad por el uso de gente de fuera para sus acciones militares. S¢lo hay que recordar el uso de fuerzas reclutadas en la zona de Marruecos administrada en aquel entonces por Espa_a, los «Regulares Ind¡genas», en nuestra guerra civil de infausto recuerdo. Aquellas cuya sola menci¢n aterrorizaba fuertemente a la poblaci¢n de la zona republicana cuando se las usaba como punta de lanza precisamente con este objetivo. ¨Por qu’ ser que esta Espa_a de ahora cultiva tantos tics de aquella?
Jordi Portell

