Uno se siente como si el tiempo no hubiera transcurrido, aunque tanto el espejo como los recuerdos, la memoria efectiva del tiempo mismo, le hagan evidente que esto no acaba de ser del todo así. Resulta que en lugar de estar inmerso en la tradicional melancolía que viene asociada a esta estación del año, se encuentra ahora altamente animado, con una inmensas ganas de vivir, como si de repente se hubiese visto situado de alguna forma fuera del tiempo y del espacio. Experimenta dentro de sí toda clase de sensaciones llenas de entusiasmo que le ponen en tensión todos sus sentidos y sentimientos. Como en otros momentos en que igualmente se ha sentido vivo de verdad û a diferencia de otros, cuando mirándose al espejo se había encontrado más de una vez preguntándose que puñetas hacía allí û, estos últimos días las baladas le ôlleganö de una forma especial, colaborando en cierto modo a la exaltación vital que siente. Por ejemplo, ahora mismo, mientras está sentado al ordenador tratando de darle expresión a este comentario, suena un viejo disco de John Denver – la elecci¢n seguramente no es ociosa – y a pesar de que, como no es posible hacer cosas tan dispares como repicar las campanas y desfilar en la procesi¢n, es evidente que no est prestando ninguna atenci¢n especial al contenido estricto de sus canciones, tiene en cambio una clara percepci¢n de este sentimiento que mencionaba y que este aderezo musical viene a redondear.
El dato curioso es que esta faceta espec¡fica comprende un abanico bastante amplio. Me explicar’. Muchas veces la mosica nos acompa_a en estados emocionales concretos, y nos apetece mosica melanc¢lica si ‘ste es nuestro estado de nimo, o quiz s otra m s marchosa si nos sentimos llenos de empuje. Ahora mismo no es as¡, sino que me exalta de la misma manera una balada tierna como «Rhymes and reasons» como aquello – que podr¡amos tildar de «country duro», por decirlo de alguna manera – que ejemplifica «Rocky mountains high»; desde el ritmo alegre de «Take me home, country roads», hasta la serenidad medio triste de «Sunshine on my shoulders». Quiero decir que el sentimiento interior que tan bien acompa_a este tipo de mosica es uno que soporta al mismo tiempo toda esta amplia gama de registros, sin que ninguno de ellos desentone o simplemente sobre. Quien m s quien menos ha sentido alguna vez – algunos m s de una – este estado emocional tan especial. Se trata de aquella exaltaci¢n intensa de los sentimientos m s nobles que existen, y uno no puede por menos que felicitarse a s¡ mismo por ser aun capaz de sentirla y, l¢gicamente, de tener quien se lo provoque.
La cosa no es ociosa, porque en unos momentos tan llenos de tensi¢n por todas partes donde se dirige la vista, que uno haya tenido la suerte de que precisamente ahora se encuentre inmerso en este estado vivificante, no es precisamente como para no celebrarlo de forma entusiasta, sum ndose sin reservas raras a vivir de forma intensa la situaci¢n concreta que lo provoca. Incluso, exactamente igual que ocurre en momentos en los cuales quiz s aquello que nos hace evadirnos de las trifulcas del d¡a a d¡a pol¡tico, nacional e internacional, no acaben de ser tan buenas noticias para sus emociones m s ¡ntimas – tambi’n las enfermedades graves de gente a quien queremos, o de gente muy pr¢xima a personas a quienes queremos -, uno se pregunta como puede gastar su tiempo tantas veces en cosas que pueden pasar tan ol¡mpicamente a un segundo plano, como se demuestra cuando ocurre eso que comento. Debe ser que esta bendici¢n acostumbra a ser un poco escasa, y esto ocurre sin que ni siquiera nos apercibamos de ello demasiado, como quien dice. Muchas gracias, +eh tu?
Jordi Portell