Ya han muerto más de 30.000 personas,
y al menos 10 millones han sido contaminadas por la radiactividad. La
catástrofe de Chernóbil afectó gravemente a Bielorrusia, Ucrania y
Rusia, causando pérdidas incalculables, y daños terribles a las
personas, a la flora y a la fauna. Más de 160.000 km2 están
contaminados. El accidente de Chernóbil fue una de las mayores
catástrofes ambientales, y sus costes superan ya los 250.000 millones de
dólares, según un estudio oficial del gobierno ruso, revelado por el
Wall Street Journal. Los cuatro reactores existentes en Chernóbil son
del modelo RBMK-1.000, un peligroso modelo de agua en ebullición,
moderado por grafito. Todavía hay en funcionamiento varios reactores
nucleares del tipo RBMK, y su cierre ha sido pospuesto por razones
económicas, a pesar de sus riesgos, puestos de manifiesto en la
catástrofe de Chernóbil. En Chernóbil funcionaban 4 reactores, y se
estaban construyendo dos más.
Curiosamente el accidente se produjo al realizar un experimento
relacionado con la seguridad, en el que se pretendía demostrar que la
electricidad producida por el alternador a partir de la inercia de la
turbina sin vapor podría usarse para alimentar ciertos componentes del
sistema de refrigeración de emergencia, durante periodos cortos, hasta
que pudiera disponerse de los generadores de emergencia. Inicialmente se
preveía experimentar con una reducción de la potencia, desde 3.000
megavatios térmicos a 1.000 MWt, pero sin embargo el reactor no pudo
estabilizarse con suficiente rapidez, y la potencia se redujo a sólo 30
MWt. Al acumularse una energía en el combustible del orden de 300 cal/g,
se produjo una disgregación del combustible seguida por una explosión.
Dos o tres segundos después ocurrió una segunda explosión, causada
probablemente por la liberación de hidrógeno cuando el vapor oxidó al
zirconio de las varillas del combustible. La violencia de la energía
desprendida provocó la elevación de la losa soporte del reactor, de dos
toneladas, haciendo inoperativo el sistema de contención. La entrada de
aire facilitó la combustión del grafito. Fueron necesarios nueve días de
heroico esfuerzo para poder controlar el incendio posterior a la
explosión del reactor. Para controlar el fuego y contener la
radiactividad, los helicópteros lanzaron sobre el núcleo del reactor más
de 5.000 toneladas de plomo, boro y otros materiales. Posteriormente se
construyó un gigantesco sarcófago, hecho con 410.000 metros cúbicos de
hormigón y 7.000 toneladas de acero; el sarcófago fue terminado en
noviembre de 1986 y hoy debería ser sustituido por otra estructura. El
reactor dañado permanecerá radiactivo como mínimo los próximos 100.000
años. El accidente fue detectado el lunes 28 de abril de 1986, a las 9
de la mañana, en la central nuclear sueca de Forsmark, unos 100
kilómetros al norte de Estocolmo, donde los contadores Geiger
registraban niveles de radiactividad 14 veces superiores a lo normal.
Primero se pensó en un escape en la propia central (las primeras
noticias de las agencias de prensa hablaban de un accidente en una
central sueca), pero un exhaustivo control mostró que la central
funcionaba perfectamente y que la radiactividad venía de lejos.
Cuando los suecos reclamaron una explicación, las autoridades soviéticas
respondieron con evasivas. Doce horas después de la primera alerta de
Forsmark, un comunicado del consejo de ministros de la URSS leído en la
televisión reconoció que se había producido un accidente en Chernóbil.
La población de la zona no fue informada en los primeros días de la
gravedad de la situación, lo que agravó los efectos. En el accidente de
Three Mile Island, en Pensilvania (Estados Unidos), en 1979, se
liberaron 17 curios. En Chernóbil, según las autoridades soviéticas,
fueron 50 megacurios (50 millones de curios) de los más peligrosos
radionucleidos, a los que hay que añadir otros 50 megacurios en gases
radiactivos inertes. Las cifras reales fueron mayores que las declaradas
por el gobierno soviético. Para la OCDE las emisiones ascendieron a 140
megacurios.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el accidente de
Chernóbil se emitió 200 veces más radiactividad que la liberada por la
suma de las bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en
1945, aunque el gobierno de Ucrania afirma que fue 500 veces más.
Consecuencias
Toda la población en un radio de 30 kilómetros fue evacuada. Hoy cerca
de 375.000 personas aún no han podido regresar a sus hogares, según la
OMS. La ciudad de Pripiat, que contaba con 50.000 habitantes antes del
accidente, hoy está abandonada, y en la llamada zona de exclusión de 30
kilómetros alrededor de Chernóbil sólo habitan 556 ancianos que no
tienen otro lugar a donde ir o no se han adaptado a vivir fuera de sus
pueblos de origen. Un total de 105.000 km2 presentan una contaminación
superior a un curio por km2, y según la AIEA hay 825.000 personas
viviendo en áreas con más de 5 curios/km2. Según las Naciones Unidas un
área del tamaño de Holanda ha quedado inutilizable permanentemente para
usos agrícolas. La mayoría de las 31 personas muertas inmediatamente,
trabajadores de la central y bomberos que acudieron a apagar el
incendio, están enterradas en el cementerio de Mitinskoe. Pero la
radiactividad, a no ser que se reciban dosis extremadamente altas, mata
lentamente y no hay dosis admisibles por debajo de las cuales ésta deja
de ser peligrosa. Cerca de 800.000 personas, los liquidadores,
participaron en la construcción del sarcófago que envuelve el reactor o
en las tareas de descontaminación y limpieza, recibiendo altas dosis de
radiactividad, superiores en un 7% de los liquidadores a más de 250 mSv
(milisievert), aunque muchos superaron los 500 mSv; la dosis máxima
admisible reconocida internacionalmente para la población normal es de 5
mSv/año. Según el gobierno de Ucrania, más de 8.000 liquidadores han
muerto, y otros 12.000 están seriamente afectados por las radiaciones.
En Rusia el 38% de los 300.000 liquidadores padecen enfermedades a causa
de las radiaciones recibidas, según el propio gobierno ruso. La Unión
Europea trata descaradamente de minimizar los efectos del accidente, con
el fin de reducir las ayudas económicas a Ucrania, Rusia y Bielorrusia.
Una de las consecuencias de la catástrofe de Chernóbil fue la absorción
por el organismo de miles de personas de grandes cantidades de yodo-131
y cesio-137. El yodo-131, aunque tiene una vida corta, se acumula en la
glándula tiroides, causando hipertiroidismo y cáncer, sobre todo en los
niños. El cesio-137 tiene una vida media de 30 años, por lo que sus
efectos aún se harán notar. El ADN de las células germinales que
transmiten la información genética fue dañado por la radiactividad, algo
que no ocurrió ni en Hiroshima ni en Nagasaki, según un estudio dirigido
por Yuri Dubrova, del Instituto Vavilov de Genética General con sede en
Moscú, publicado en la revista Nature coincidiendo con el décimo
aniversario de la catástrofe.
Las secuelas de Chernóbil perdurarán durante varias generaciones. Según
la OMS (Organización Mundial de la Salud) en 1995 el cáncer de tiroides
en Bielorrusia era 285 veces más frecuente que antes de la catástrofe, y
las enfermedades de todo tipo en Ucrania eran un 30% superiores a lo
normal, debido al debilitamiento del sistema inmunológico causado por
las radiaciones. En la región de Gomel, en Bielorrusia, los cánceres de
tiroides entre la población infantil se han multiplicado por cien, y el
número de casos no para de aumentar. Las leucemias, cuyo periodo de
latencia es más largo, empiezan a aparecer, sobre todo entre los
liquidadores; la tuberculosis es una de las enfermedades que más ha
crecido entre las personas afectadas. Las aberraciones cromosomáticas,
precursoras de leucemias y cánceres, han sido igualmente detectadas, al
igual que enfermedades del sistema endocrino, nervioso, digestivo y
cardiovascular, así como las cataratas. Según el profesor Alexander
Ivanovich Avramenko, jefe del Departamento de Protección de la Salud de
Kiev, «la morbilidad general ha aumentado un 30%, la hipertensión se ha
triplicado, la isquemia cardíaca se ha incrementado un 103%, las úlceras
un 65,6%, la diabetes un 61%, y los ataques cardíacos un 75%. Los
patrones clínicos están cambiando para muchas enfermedades debido a la
depresión del sistema inmunitario». Los niños están entre los más
afectados, y son muchos los que padecen cánceres de tiroides, hígado y
recto.
Las malformaciones entre los recién nacidos se han duplicado en los
últimos años. Según Dillwyn Williams, profesor de histopatología en la
Universidad de Cambrigde y uno de los mayores expertos mundiales en
cáncer de tiroides, el 40% de los niños expuestos a altos niveles de
radiación cuando tenían menos de un año desarrollarán cáncer de
tiroides. Miles de personas contraerán cánceres a consecuencia del
accidente de Chernóbil en los próximos 30 años. Williams es presidente
de la European Thyroid Association.
En una conferencia de la OMS sobre las consecuencias sanitarias de
Chernóbil en Ginebra en 1995, Williams señaló acerca de la incidencia
del cáncer de tiroides en Bielorrusia y Ucrania que «he hecho algunas
sumas y la respuesta me aterroriza». La mayor incidencia de los casos de
tiroides en Gomel están concentrados en una zona situada a más de 200
kilómetros de Chernóbil, lo que significa que los planes de emergencia
en caso de accidente nuclear deben ser rediseñados. En la conferencia de
la OMS, en que participaron unos 500 científicos procedentes de 40
países, se criticaron duramente las recomendaciones de la Agencia
Internacional de la Energía Atómica (AIEA), cuyo único interés es
promocionar a cualquier precio la energía nuclear. Chernóbil, y sus
consecuencias, son la mejor demostración de las falacias de la AIEA,
cuya inutilidad fue puesta de manifiesto por el programa nuclear de
Irak, en teoría bajo su control. Los efectos de Chernóbil causarán a
largo plazo decenas de miles de muertes, y algunos autores calculan que
pueden producirse más de un millón de casos de cáncer, sobre todo en
Bielorrusia, Ucrania y Rusia.
Aguas radiactivas
El río Pripiat llevó la radiactividad a su afluente, el río Dnieper (el
tercer río europeo por su caudal) y que tras recorrer 800 kilómetros y
seis grandes embalses, desemboca en el Mar Negro. El agua contaminada
por los residuos radiactivos puede llegar a afectar a unos 30 millones
de personas, según un reciente informe elaborado por 59 científicos de 8
países, bajo la dirección del italiano Umberto Sansone: más de 9
millones beben agua contaminada, y otros 23 millones de personas comen
alimentos regados con aguas radiactivas o peces con niveles inaceptables
de radiactividad. Las balsas y pequeños embalses construidos para
retener las aguas contaminadas a la larga agravaron el problema, pues
fueron rebasadas al caer las primeras lluvias intensas. Los peces del
lago Kojanovskoe, en Rusia, presente niveles de radiactividad 60 veces
superiores a los límites de seguridad de la Unión Europea, llegando a
alcanzar los 40.000 bequerelios de cesio-137 por kilogramo (el límite de
la UE es de 600 bequerelios por kilogramo). La única alternativa es la
completa prohibición del consumo de pescado en la región. El agua
contaminada es posiblemente la mayor amenaza diez años después del
accidente. El accidente depositó 380 terabequerelios (380 x 1012
bequerelios) de estroncio y plutonio en la zona alrededor del reactor.
«No se puede parar el flujo del agua», afirma Sansone. Pero los
problemas de Chernóbil están lejos de haber acabado. El 11 de octubre de
1991 se produjo un incendio en el reactor nº2, y los reactores 1 y 3
siguieron funcionando, debido a la crisis económica que sufre Ucrania
desde la desmembración de la URSS. Aún hoy 400 kilogramos de plutonio,
más de 100 toneladas de combustible nuclear y otras 35 toneladas de
polvo radiactivo, permanecen dentro del maltrecho sarcófago de plomo,
boro y cemento que envuelve la central y que necesita ser reparado o
sustituido con urgencia. El sarcófago, diseñado en teoría para aguantar
30 años, necesita ser reparado con urgencia, al tener 200 m2 de grietas
y graves problemas de estructura. Cerca de 12.000 personas trabajan en
la zona contaminada, de ellas 5.000 en el complejo nuclear, y siguen
recibiendo dosis inadmisibles de radiactividad.
Desastre económico
Chernóbil no sólo fue un desastre para la vida y la salud de millones de
personas. Fue, también, un gran desastre económico, y muchos creen que
fue una de las causas determinantes de la caída del régimen soviético en
la antigua URSS. Sólo las tareas de limpieza en los tres primeros años
alcanzaron los 19.000 millones de dólares, y se espera que en total
superen los 120.000 millones de dólares; la sustitución del sarcófago
costará 1.600 millones de dólares. El gobierno de Bielorrusia estima que
sólo en su país en el horizonte del año 2015 el accidente habrá costado
más de 230.000 millones de dólares. El coste total, según el Research
and Development Institute of Power Engineering, alcanzará los 358.000
millones de dólares (el coste de unas cien centrales nucleares), cifra
resultante de sumar los costes del tratamiento médico, descontaminación,
traslados y realojamiento de la población afectada, electricidad que se
ha dejado de producir y limpieza de las zonas afectadas. Con lo que
costará el accidente de Chernóbil se podrían haber sustituido todas las
centrales nucleares del mundo por centrales de ciclo combinado de gas
natural (el 80% de la potencia) y aerogeneradores eólicos (el 20%
restante), y aún sobrarían 200.000 millones de dólares. La energía
nuclear, como reconocen ya hasta los sectores más conservadores, es una
ruina total. Para el semanario liberal conservador The Economist
«ningún argumento a favor de la energía nuclear resiste un examen
profundo», y «los países ricos, que gastan cada año miles de millones
en investigación nuclear, harían mejor uso si los consagraran a las
energías renovables». Es curioso y casi divertido (de no ser por
Chernóbil y el legado de los residuos radiactivos y la proliferación
nuclear) ver como los hasta hace poco defensores a ultranza de la
energía nuclear aceptan y reconocen con 20 años de retraso los
argumentos del movimiento ecologista. Lo mismo pasó con los CFC, y
pasará en el futuro con el cambio climático, los PVC o la incineración
de residuos. Ya hoy Bielorrusia gasta el 25% de su PIB en superar los
problemas causados por Chernóbil, Ucrania destina el 6% de los gastos
estatales y Rusia el 1%, cifras ambas muy inferiores a las que serían
necesarias. La crisis económica forzó a Ucrania a mantener en
funcionamiento uno de los cuatro reactores existentes en Chernóbil, y el
gobierno sólo las ha cerrado tras recibir 4.400 millones de dólares por
parte de EE UU y la Unión Europea. El 13 de diciembre de 2000 la
Comisión Europea aprobó la concesión de un préstamo Euratom de 585
millones de dólares para acabar de construir dos reactores atómicos que
suplirán a la vieja central nuclear. Este préstamo a 20 años vino a
sumarse al concedido por el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo
(BERD) de otros 215 millones de dólares (35.773 millones de pesetas)
para acabar, modernizar y poner en servicio la unidad 2 de la central
nuclear de Khmelnitsky (K2) y la unidad 4 de la central nuclear de Rivne
(R2).
La crisis de la energía nuclear
Tras la catástrofe de Chernóbil, la industria nuclear está sumida en una
profunda crisis. Hoy hay en el mundo 436 reactores nucleares comerciales
en operación, con una potencia instalada de 352 Gigavatios (1 GW=1.000
MW). La energía nuclear, presentada hace 30 años como la alternativa al
petróleo y al carbón, hoy sólo representa el 6% del consumo mundial de
energía primaria. Hoy sólo se están construyendo 38 centrales, con una
potencia de 31,7 GW, el menor número desde hace 25 años, respondiendo a
pedidos de años anteriores. La cifra de pedidos es insuficiente para
mantener una industria nuclear, que sólo se mantiene gracias al
despilfarro de recursos públicos. La potencia instalada es sólo un 7%
superior a la de 1990 (329 GW), cifra trece veces inferior a los 4.450
GW previstos por la AIEA en 1974 para el año 2000. La energía nuclear,
agobiada por problemas de seguridad, almacenamiento definitivo de los
residuos radiactivos, costes disparatados, alternativas mejores como las
turbinas de gas, el aumento de la eficiencia y las energías renovables
(sobre todo la eólica), y la oposición de una opinión pública bien
informada, no tiene ningún futuro, a pesar de los esfuerzos realizados
para diseñar nuevos reactores más seguros, utilizando para ello enormes
recursos públicos. El 59% de los gastos destinados a I+D en el sector
energético en la OCDE fueron a la energía nuclear, frente a sólo el 9,4%
de las energías renovables y al 6,2% de la eficiencia energética. Como
sostiene el semanario The Economist, «los países ricos, que gastan cada
año miles de millones en investigación nuclear, harían mejor uso si los
consagraran a las energías renovables». Mientras, un total de 95
reactores con una potencia instalada de 28.779 MW han cerrado
definitivamente. La vida media de operación es inferior a los 18 años,
muy alejada de los 40 años prevista por las empresas constructoras. La
central nuclear de Vandellós en la provincia de Tarragona, donde el 19
de octubre de 1989 se produjo un accidente en un reactor de tipo
grafito-gas, es la única central nuclear que hasta ahora se ha cerrado
en España, pero es probable que pronto se cierren Zorita y Garoña, dos
centrales llenas de achaques y con deficientes medidas de seguridad.
Muchos de los programas nucleares sólo enmascaran la decidida voluntad
de hacerse con armamento nuclear. Los casos más conocidos son Israel,
Suráfrica, Irak, Irán, Corea del Norte, Pakistán y la India, pero lo
cierto es la que los llamados usos pacíficos de la energía nuclear
siempre han estado ligados desde su origen a los usos militares.
Situación actual
Estados Unidos: no ha habido encargos de nuevos reactores desde octubre
de 1973 que no hayan sido cancelados. En los últimos 35 años las
compañías eléctricas han cancelado 120 reactores, con una potencia de
132 GW. Las 104 centrales nucleares existentes en 2000, con una potencia
(97,1 GW) inferior a la cancelada, producen algo menos del 20% de la
electricidad. Se han cerrado 30 centrales nucleares, y no hay ninguna en
construcción.
Francia: cuenta con 59 centrales nucleares, otras 10 cerradas y ninguna
en construcción. La deuda de la empresa pública Electricité de France
asciende a cerca de 200.000 millones de francos. La sobrecapacidad
instalada, los problemas de seguridad y de residuos, y los costes de la
deuda, hipotecan el futuro de un sector público mantenido gracias a las
subvenciones públicas directas e indirectas.
Japón: cuenta con 53 reactores y una capacidad de 43,7 GW. Los
accidentes nucleares. En septiembre de 1999 se produjo uno de los
mayores accidentes nucleares en una fábrica de combustible nuclear. En
diciembre de 1995 el reactor rápido de Monju sufrió un grave accidente.
La creciente oposición, los costes crecientes, varios accidentes graves
y la falta de lugares, en un país que sufre frecuentes terremotos,
hipoteca el futuro nuclear.
Antigua URSS: el accidente de Chernóbil y la crisis económica casi han
acabado con la industria nuclear en Rusia, país que firmó un contrato
con la Siemens para el desarrollo de un nuevo tipo de reactor, el VVER
640. Unas 50 centrales nucleares en construcción o en avanzado proyecto
fueron paralizadas después de Chernóbil. Hoy sólo hay 4 en construcción.
Los reactores en funcionamiento en Rusia, Ucrania, Lituania y Armenia
plantean graves problemas de seguridad, al igual que los de la misma
tecnología existentes en Bulgaria y la antigua Checoslovaquia.
Alemania: los 6 reactores existentes en la Alemania oriental, después de
la unificación, fueron cerrados, y los 5 en construcción abandonados.
Desde hace 25 años no se encarga ninguna nueva central. El movimiento
antinuclear siempre ha sido potente. El gobierno de socialdemócratas y
verdes prevé cerrar las 20 centrales nucleares existentes en los
próximos años.
Canadá: la construcción de nuevos reactores está paralizada, tras
cancelarse varios proyectos en la provincia de Ontario.
Reino Unido: una prueba de lo ruinosos que son los programas nucleares
fue la imposibilidad de privatizar las centrales nucleares inglesas. No
hay planes para construir ninguna nueva central nuclear en el futuro.
Suecia: tras el referéndum de 1980 los planes son cerrar las 12
nucleares suecas antes del año 2010. Ya se ha cerrado una.
Corea del Sur: en 1999 había 16 centrales nucleares y actualmente
construye 4 nuevos reactores. En 1988 tuvo lugar la primera
manifestación antinuclear en la historia del país. En enero de 1996 el
municipio de Yonggwang retiró la autorización para construir dos
centrales nucleares.
España: la moratoria definitiva desde enero de 1995 de 5 centrales
nucleares que nunca funcionarán (Trillo II, Valdecaballeros I y II y los
dos grupos de Lemóniz) ha costado a los consumidores 6.000 millones de
euros sólo en intereses, y aún quedan por pagar 3.000 millones, más los
intereses. El negocio siempre fue la construcción, aunque nunca
funcionasen las centrales nucleares. Ya se encargará el estado de hacer
pagar a los consumidores.
Bélgica: los 7 reactores producen el 55% de la electricidad del país. No
hay planes para aumentar el parque nuclear.
Taiwan: las 6 nucleares producen el 32% de la electricidad. Los planes
para construir dos reactores en Yenliao se han retrasado. En septiembre
de 1994 un policía murió en una manifestación antinuclear.
China: tiene un reactor de 288 MW de tecnología propia en Qinshan y
otros 2 de 906 MW cada uno de tecnología francesa en Daya Bay, cerca de
Hong Kong, donde más de un millón de personas (el 20% de la población)
han firmado una petición pidiendo el cierre de los dos reactores por
razones de seguridad. En 1994 comenzó la construcción de 2 nucleares en
Qinshan de 600 MW cada una, y tiene planes ambiciosos para alcanzar los
20 GW en el año 2010, y a tal fin mantiene relaciones con empresas
francesas, rusas y canadienses.
India: cuenta con 11 pequeña centrales nucleares (suman 1.897 MW) con un
impresionante historial de accidentes y mal funcionamiento, y
actualmente construye otras 3, Kaiga 2 y Rajasthan 3 y 4. Posee un
importante programa nuclear de uso militar dirigido contra Pakistán y
sobre todo China.
México: cuenta con dos reactores de 654 MW cada uno en Laguna Verde, a
pesar de los recursos energéticos del país.
Argentina: la central Atucha 1 se inauguró en 1974 y Embalse (600 MW) en
1983. Los refugiados nazis Ronald Richter y Walter Schnurr jugaron un
papel clave en el programa nuclear argentino y en el contrato con la
firma alemana KWU, del grupo Siemens.
Brasil: los nazis Alfred Boettcher y Wilhelm Groth están en el origen
del programa nuclear brasileño, y sobre todo en el absurdo y leonino
contrato que Brasil firmó con la Kraftwerk Union (Siemens) para adquirir
8 centrales nucleares. El programa se paralizó, pero el país siguió
pagando a la Siemens. Hoy sólo funciona de tarde en tarde la nuclear de
Angra 1 y desde 1976 está en construcción Angra 2.
Cuba: en 1992 se paralizaron por falta de fondos la construcción de 2
reactores de la obsoleta y peligrosa tecnología soviética. Desde
entonces cada cierto tiempo se vuelve a hablar de ellos, la última vez a
raíz de la visita de Putin a Cuba en diciembre de 2000.
Pakistán: Kanupp, el reactor de 125 MW de tecnología canadiense
inaugurado en 1972, está ligado al programa que permitió hacerse con la
bomba atómica. El conflicto con la India convierten a la zona en la «más
peligrosa del mundo», y no es descartable una guerra nuclear entre India
y Pakistán.
Italia: en el referéndum de noviembre de 1987 se decidió abandonar la
energía nuclear, cerrando las centrales en funcionamiento o en
construcción, como Garigliano (150 MW), Latina (153 MW), Trino (260) y
Caorso (860 MW).
Austria: en 1986 se decidió clausurar definitivamente la central nuclear
de Zwentendorf.
José Santamarta
Director de World Watch